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La voz del pueblo 

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Catalina

Los obstáculos que impiden el progreso de los pueblos, están íntimamente ligados a las decisiones arbitrarias e irresponsables de sus gobernantes. Colombia teniendo tantas riquezas y siendo biodiversa, no ha podido ser un país próspero ni generar procesos de desarrollo para su gente, porque ha sido gobernada de manera miserable casi siempre por saqueadores, pícaros, criminales, corruptos y narco gobiernos, como los más recientes.

Cada país podría superar sus desafíos y crecer en todo aspecto, apoyándose en los recursos que posee; suena fácil, pero no lo es. Algunas naciones crecen mejorando en materia de educación, empleo, servicios de salud, servicios públicos e incluso logrando acceso al agua potable para sectores marginados y apartados. A veces la urgencia de algunos países es contrarrestar el crimen organizado porque quieren dar seguridad y defender a sus ciudadanos. Otros, se esmeran en atacar la corrupción, enfrentar los niveles de pobreza o velar por la aplicación de las normas legales y constitucionales.

Para muchos su enfoque es el de resolver violaciones de derechos humanos y además buscar solución a deficiencias de transporte y movilidad. Existen países y cada vez más que luchan para proteger el planeta esmerándose en conservar el medioambiente, algunos tienen la urgente necesidad de construir vías de acceso a las ciudades, barrios o regiones en general.


Lo que pocas veces ocurre es que un país esté hundido en casi la totalidad de necesidades e irregularidades y eso es precisamente lo que le está sucediendo en estos momentos a Colombia, saqueada por siglos por los que estaban obligados a cuidar de su riqueza natural y humana.


Los gobernantes colombianos se dedicaron a saquear y robar los presupuestos y las riquezas nacionales incluso aliándose con gobiernos extranjeros vendiendo a la ciudadanía la idea de estar realizando acuerdos estratégicos para proyectar el país internacionalmente y colocarlo en la vanguardia del crecimiento económico. La historia de Colombia en su inmensa mayoría se reduce a hacer memoria de la desgracia y el horror de los conflictos que se han vivido. Cuando en una nación hay hambre, injusticias e impera el descontento, por lo general la gente alentada en su soberanía popular, despierta y se encarga de poner todo en orden. Los pueblos que se rebelan se unen y se organizan con estrategias para transformar los gobiernos y de paso salvar sus vidas. El caos se convierte en el motor que permite crear un buen ambiente para liderar los cambios y corregir el rumbo. En esas circunstancias, casi siempre y con vehemencia e inteligencia, el pueblo se coloca al frente e intenta remediar lo que sus gobernantes no fueron capaces de construir.

Las personas necesitan lo básico: alimentarse, educarse y vivir en paz con dignidad, pero en ciertos países, como en Colombia la corrupción, el egoísmo y la codicia de los que ostentan el poder, impiden que los ciudadanos que conforman la gran masa popular, puedan cubrir sus necesidades básicas. Con saqueos descarados dejan viviendo al pueblo en la miseria sin programas que los beneficien y con la mayor desfachatez a punta de desfalcos se convierten en magnates intocables que ocultan sus riquezas en paraísos fiscales. Les vale gorro saber que la gente aguanta hambre literalmente o que los niños mueren de desnutrición no solo en territorios vulnerables.

Ellos saben que hay millones de miserables, gente humilde sin recursos que bien podrían tener una oportunidad y trabajando mantenerse dignamente. No es verdad que quieren todo regalado, que no les guste trabajar, la gente se rebusca como puede vendiendo en las calles o aceptando cualquier oferta de trabajo como les sucedió a los 6402 jóvenes y más que entusiasmados con ir a trabajar fueron torturados y asesinados por miembros de las fuerzas militares, presentados como guerrilleros caídos en combate. Un acto demencial emanado de mentes podridas y almas perversas llenas de odio y ambición; son los que gobiernan, los que tienen el poder de las armas. 


En un país con dos mares y una riqueza hídrica inigualable, hay territorios donde viven campesinos, negros, indígenas que jamás han tenido agua potable, que no cuentan con carreteras ni hospitales y mucho menos viviendas donde la lluvia y las ratas no se metan.


La desconfianza en los políticos es quizá justificada, cada vez que se acercan las elecciones, los candidatos hacen promesas que olvidan y con el mayor descaro regresan cada cuatro años a prometer lo mismo que jamás cumplieron.

Por primera vez con sus discursos elocuentes, explicando un plan de gobierno y desmenuzando las estrategias con las que piensa gobernar, un candidato presidencial progresista como Gustavo Petro, ha logrado recuperar la confianza perdida en un político. Los colombianos se acostumbraron a vivir de migajas convencidos que los que gobiernan son dueños del país, pero desde el estallido social del 21 noviembre de 2019  todo cambió y posiblemente en ese momento comenzó la verdadera transformación del pueblo de Colombia liderado en la gran mayoría por jóvenes: “la generación de hierro”,  coherentes con su lucha y decididos a dar un paso al frente para rescatar su país.


Desde que se inició la campaña por la presidencia de Colombia, el candidato del Pacto Histórico ha mencionado en repetidas ocasiones algunas de las prioridades de su plan de gobierno entre las cuales está construir hospitales, carreteras e incluso reactivar las vías férreas para poner en marcha  el transporte y la comunicación comercial y turística a lo largo y ancho del país. Los discursos de Gustavo Petro y Francia Márquez su fórmula vicepresidencial, han servido para que los colombianos entiendan que es posible vivir de otra manera y que no se trata de populismo ni fantasía. A pocos días de elecciones el Pacto Histórico, lidera encuestas y parece que los colombianos están convencidos que si se lo proponen, si no hay robo presupuestal, si se gobierna con honestidad por y para el pueblo, reconstruir a Colombia en beneficio de la calidad de vida de todos, puede convertirse en una realidad cercana.


Ahora, que la tecnología facilita comunicarse con el mundo a través de un teléfono o computador, el pueblo popular colombiano pudo ver y confirmar que en otros países se vive y cuentan con la infraestructura que Petro explica en sus discursos. Energía solar, trenes subterráneos, elevados, campesinos emprendedores convertidos en industriales viviendo de sus cultivos agrícolas; no es utopía tener trabajos bien remunerados, estudiar y progresar. Tener agua potable en el campo o poder cultivar los propios alimentos es posible como se hace en países como Francia, España, Estados Unidos, Canadá e incluso en países vecinos como Chile, Argentina o Ecuador.

Parece que después de tanto letargo, indiferencia, sumisión y decidía los colombianos no están dispuestos a soportar más maltratos ni indignidad. El que dio la última estocada, violando la Constitución y haciendo maniobras ilegales de toda índole, fue Iván Duque el peor gobernante que ha tenido el país, posiblemente desde que se independizó del yugo español. Duque se irá dejando a Colombia y su pueblo, heridos de muerte, tomará décadas recuperarse y sanar el daño que ocasionó por acción y omisión el presidente conocido como: el títere de Uribe. El daño hecho por Duque no es solo económico, lo que también deja es el mal ejemplo como ser humano, habiendo mostrado conductas dignas de un cínico, mentiroso y degradado interiormente. En más de doscientos años es quizá la primera vez que el pueblo de Colombia, parece haber alcanzado la conciencia y darse cuenta de la responsabilidad y oportunidad que tiene a través del voto, para cambiar la historia y encaminar su propio destino. Siglos de opresión, deterioro moral, sumisión política y una corrupción voraz por parte de gobernantes tienen el país al borde de un reventón, porque colapsado ya está. La clase política se dedicó a enriquecerse de diversas maneras todas originadas de trucos corruptos de los que se enorgullecen mientras van escriturando territorios baldíos de la Nación a nombre propio, el de sus familias o testaferros. Por mantener sus riquezas mal habidas han sido capaces de arrebatarles la vida a campesinos humildes cuyo único pecado ha sido haber heredado un terreno o haber trabajado durante años para dar una cuota inicial y seguir pagando.


Los negocios de los gobiernos colombianos con multinacionales, son una modalidad antigua mediante la cual entregan los recursos naturales del país, despojando tierras y desplazando a millones de  campesinos. Como el que roba para tapar sus faltas se vuelve criminal, asesinan y masacran inocentes en las diferentes regiones del país, sembrando dolor y miedo pero sobre todo convirtiendo a Colombia en una patria ensangrentada que ha debido declararse campo santo hace mucho tiempo. Las listas de homicidios  de jóvenes y líderes sociales son interminables, las masacres se producen, se denuncian pero van quedando escondidas en cajones de la fiscalía y entes judiciales porque la orden es no meter las narices en asuntos «ordenados desde arriba». En ese escenario tan podrido, es muy meritorio y de admirar a los jueces, fiscales, abogados que quieren y hacen cumplir la ley porque no cabe duda que los gobiernos de Colombia tienen doblegada la justicia y con la corrupción desmedida que se convirtió en costumbre, van tapando todos sus atracos. Robar el erario de manera descarada apoderándose del país, es una práctica repetida de un grupo “selecto” de familias que van delegando y heredando el poder y por mantenerse en él, normalizan la maldad y corrupción como la mejor manera de hacer política y de gobernar. Intimidar y acorralar al pueblo a punta de metralleta, porque no siempre fueron elegidos por voto popular voluntario, también ha sido una modalidad conveniente para imponerse y respaldar una supuesta seguridad democrática.

Los vínculos entre gobernantes y narcos, entre cúpula militar y narcos y entre terratenientes y narcos no puede arrojar peores resultados. El país está pasando por uno de los momentos más críticos de su historia y fue Duque quien colmó la copa. Con el títere se tocó fondo y por primera vez se ha visto al pueblo de Colombia, despertando del letargo en que vivía, especialmente la intervención valiente y decidida de los jóvenes ha sido el motor que mueve la decisión imparable de los colombianos de cambiar la historia de su país. Después de la pandemia, salieron a las calles a rebelarse e impedir que les impusieran una reforma tributaria y fueron los jóvenes los que se encargaron de mostrarle a Colombia que existe otra forma de vida y que muy posiblemente como pueblo unido, podrán acceder a ella utilizando una de las mejores herramientas que por lo general le ha dado resultado a otros pueblos: ¡el voto!


A pocos días de las elecciones presidenciales los colombianos parece que se han llenado de razones enfrentando el presente y revisando la historia, la de sus padres la de sus abuelos la de sus bisabuelos, sus antepasados y todo indica que por primera vez se darán la oportunidad de hacer un cambio que les permita vivir con justicia social. Con la dignidad que han demostrado recientemente, intentan derrotar a la mafia que se apoderó de sus vidas y saben que para lograrlo se requiere de una gran tenacidad y decisión para arrebatarles el poder y evitar que el continuismo antidemocrático y criminal siga haciendo de las suyas. Los colombianos ya saben que desde que los gobernantes desplazaron a los capos del narcotráfico, el país quedó en manos de una caterva inmisericorde y mala que los ha mantenido en el atraso y la miseria. La caterva política de narcos que gobierna, cuenta con socios estratégicos como los medios de comunicación oficial que manipulan escondiendo información para  respaldar regímenes antidemocráticos a costa de la opresión, pobreza y miseria de los colombianos. El extremo poder que adquirieron los gobiernos les permite disfrutar de impunidad y beneficiarse de todos los privilegios,  generando miedo y arrinconando campesinos, indígenas y afrodescendientes. Muchos gobernantes y funcionarios públicos de Colombia fueron construyendo una red de corrupción que involucró a la mayoría de instituciones del país como la rama judicial, defensoría del pueblo, fiscalía, procuraduría y contraloría entre otras. Lo peor de todo es que el cáncer de la corrupción hizo metástasis y el ganar dinero fácil a través de negocios fraudulentos y el narcotráfico se convirtió en un estilo de vida en una sociedad clasista, racista e hipócrita.  A punta de corrupción los narco gobiernos, violan derechos humanos con la complicidad de las instituciones del Estado, algo que terminó evidenciando que los entes de control no hacen su trabajo, son cómplices de una clase política corrupta que lo dirige todo y cuenta con la protección descarada de los funcionarios públicos que violan la Constitución y las leyes todo el tiempo.

Los colombianos casi sin darse cuenta se quedaron viviendo en el caos y sumidos en la barbarie, anestesiados por medios de comunicación expertos en maquillar la realidad. A punta de mentiras y de esconder escabrosas verdades  convirtieron a los colombianos en víctimas pero también en cómplices de una clase política que a punta de autoritarismo y violencia les fue cercenando sus derechos fundamentales. Gobiernos que empobrecieron a millones de personas y convirtieron al país en uno de los lugares más peligrosos y poco recomendables para vivir. Colombia en la actualidad es uno de los países más corruptos y desiguales del mundo, la gente pasó de ser pobre a miserable y en la actualidad miles mueren de hambre entre ellos niños y personas mayores. Se han destapado muchas ollas podridas que revelan nombres, personajes de carne y hueso vinculados al narcotráfico y crímenes de lesa humanidad. El pueblo ya no les cree y resulta muy difícil que los violadores de las leyes y la Constitución continúen engañando al pueblo que ya no aguanta más. Los colombianos sobre todo los jóvenes no quieren seguir viviendo en medio de las balas y los ríos de sangre y mucho menos seguir resistiendo en la barbarie.

Se mamaron de vivir arrinconados como si fueran menesterosos, de eso han tomado consciencia muchos sectores sociales y políticos como las bases del partido liberal, cuyo descontento comenzó a reflejarse desde que quedó en evidencia el mal manejo del Partido Liberal en cabeza de César Gaviria. Recientemente con bombos y platillos los medios de comunicación tradicionales de Colombia difundieron el «respaldo del partido liberal» y César Gaviria a la candidatura presidencial de alias Fico, el escogido del uribismo y la ultraderecha. Lo que no dice claramente la prensa oficialista es que desde hace varios meses una gran mayoría de las bases del Partido Liberal encabezada por el Senador y ex presidente del Senado: Luis Fernando Velasco, están apoyando al candidato progresista del Pacto Histórico: Gustavo Petro. El Senador Luis Fernando Velasco es quien con honestidad, claridad mental  y vehemencia ha liderado la propuesta y compromiso, como verdadero liberal para hacer respetar y cumplir los principios democráticos de su Partido que se hundió en el fango en manos de César Gaviria. Otros líderes liberales de Arauca, Putumayo, Tolima, Cauca, Nariño, Risaralda, juventudes liberales de todo el país están convencidos de que Petro y el Pacto Histórico, encarnan los postulados del liberalismo y apuestan a que su proyecto de gobierno se consolide con su mandato. Velasco ha sido el artífice de la desobediencia liberal a quienes no ha tenido que insistirles mucho para que tomen decisiones coherentes que coincidan con los principios del Partido. En el “Congreso progresista liberal “que avaló la candidatura de Gustavo Petro, quedó suficientemente claro que quien acompaña a Fico es Gaviria y no el Partido Liberal. Las mayorías liberales están con Petro y Francia Márquez y como liberales en multitud se oponen a las decisiones equivocadas de César Gaviria quien de nuevo con desfachatez,  egoísmo y sevicia pone en manos de la corrupción el futuro de Colombia y el honor del Partido Liberal. Con un cinismo indescriptible Gaviria intentó meterse al Pacto Histórico con unas supuestas condiciones a Petro que denominó: “líneas rojas”. Las líneas rojas de Gaviria no tuvieron eco en Petro, el líder del pueblo que no solo encabeza encuestas, también tiene claro que si llega a la presidencia, será por la voluntad popular y eso para Petro es sagrado porque como ha dicho: «elegido no seré más que el mandadero de mi pueblo».

Las bases liberales que representan los postulados del liberalismo, sus ideas progresistas enfocadas en salvaguardar las libertades individuales y respetar el derecho de las personas más vulnerables, apoya a Gustavo Petro y Francia Márquez. César Gaviria optó por respaldar el continuismo representado en Fico y esa equivocación la mayoría de liberales no están dispuestos a respaldarla y mucho menos la juventud liberal. De manera que es la ciudadanía quien ha puesto líneas rojas a Gaviria, a la clase política corrupta y posiblemente el próximo 29 de mayo si la jornada se puede realizar en paz y orden, el pueblo escogerá su mandadero presidente y una vicepresidenta, emergidos de las entrañas de un pueblo que ha demostrado tener sangre en las venas, un pueblo sin miedo que ya no quiere ser utilizado ni denigrado como pueblo ni como seres humanos.

Los liberales con Petro han dicho claramente que es Gustavo Petro y su programa de gobierno, pero especialmente su historia política la que le da el aval para que el Partido Liberal de pura sangre, respalden su camino a la Casa de Nariño. Las mayorías del liberalismo al interior del Partido Liberal han desconocido a Gaviria y exigen su retiro no van a respaldar la corrupción ni el continuismo encarnado en uno de los candidatos más mediocres y peligrosos como es alias Fico. Peligroso, entre otras cosas, por los nexos con la mafia  a través de su ex secretario de gobierno: Gustavo Villegas condenado a 33 años de prisión, vinculado con una de las organizaciones criminales más escabrosas del mundo como es la oficina de envigado que cuenta con aliados como: los zetas, rastrojos, cartel de Sinaloa, paramilitares colombianos e incluso mafia marroquí.


Al Pacto Histórico  fueron llegando campesinos, indígenas, jóvenes, conservadores, liberales, independientes, sindicalistas de origen liberal provenientes de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la Confederación General del Trabajo (CGT) y Fecode, congresistas del partido verde, organizaciones feministas, todos apuestan y creen en un cambio. El 29 de mayo a pesar del fraude que se vislumbra y de las trabas a los electores, la decisión del pueblo es rescatar a Colombia y convertir su dolor en el motor que los conducirá hacia la libertad.

1 thought on “La voz del pueblo 

  1. Soy colombiano de nacimiento y en toda mi vida, no he podido gozar de mis derechos humanos, siempre me han sido violentados. De niño me ocurría con frecuencia ver que mi madre, casi amanecía orando para que mi padre lograra llegar sano y salvo.
    Toda mi infancia transcurre en medio de actos violentos, no entendía, porqué mi papá, mis familiares en general tenían que vivir con miedo.
    Porqué hoy ahora a mis setenta y cuatro años, veo con preocupación, desazón, desengaño y casi frustración, que los colombianos mis compatriotas, mis amigos y allegados, a pesar de vivir lo indescriptible, lo adverso de nuestro desarrollo económico y social, ahora que se nos presenta la oportunidad de comenzar a cambiar el estilo de gobierno que hemos padecido durante doscientos años, nosotros el pueblo dudemos y pensemos en volverlos a elegir en personas que sabemos van a jugar de nuevo con nuestra dignidad y credibilidad.
    Colombianos, no seamos víctimas de nosotros mismos, no sigamos dando todo de nuestra parte, a personas que abusan, no de nuestra ingenuidad y confianza, ya basta, tenemos una última oportunidad social, de solidaridad y hermandad, de comenzar a vivir en nuestra Patria cómo lo merecemos. CON UN VOTO POR CADA uno DE QUIENES ANHELAMOS PAZ. Si votamos por PETRO Y FRANCIA, estoy seguro que acabaremos con la ignominia a que estamos sometidos.

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  1. Soy colombiano de nacimiento y en toda mi vida, no he podido gozar de mis derechos humanos, siempre me han sido violentados. De niño me ocurría con frecuencia ver que mi madre, casi amanecía orando para que mi padre lograra llegar sano y salvo.
    Toda mi infancia transcurre en medio de actos violentos, no entendía, porqué mi papá, mis familiares en general tenían que vivir con miedo.
    Porqué hoy ahora a mis setenta y cuatro años, veo con preocupación, desazón, desengaño y casi frustración, que los colombianos mis compatriotas, mis amigos y allegados, a pesar de vivir lo indescriptible, lo adverso de nuestro desarrollo económico y social, ahora que se nos presenta la oportunidad de comenzar a cambiar el estilo de gobierno que hemos padecido durante doscientos años, nosotros el pueblo dudemos y pensemos en volverlos a elegir en personas que sabemos van a jugar de nuevo con nuestra dignidad y credibilidad.
    Colombianos, no seamos víctimas de nosotros mismos, no sigamos dando todo de nuestra parte, a personas que abusan, no de nuestra ingenuidad y confianza, ya basta, tenemos una última oportunidad social, de solidaridad y hermandad, de comenzar a vivir en nuestra Patria cómo lo merecemos. CON UN VOTO POR CADA uno DE QUIENES ANHELAMOS PAZ. Si votamos por PETRO Y FRANCIA, estoy seguro que acabaremos con la ignominia a que estamos sometidos.

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