Con medio siglo de Liberación Animal no alcanza
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Casi 50 años después de la publicación del libro al que se atribuye el desencadenamiento del movimiento moderno por los derechos de los animales, una edición completamente revisada y actualizada captura las condiciones actuales. Debido al crecimiento y mayor intensificación de la producción animal, los humanos infligen más sufrimiento a los animales ahora que en 1975.
MELBOURNE. Hace 50 años apareció en The New York Review of Books el primero de mis artículos en los que sostengo que está mal tratar a los animales como lo hacemos. Dos años después publiqué Liberación animal, del que luego se afirmaría que disparó el movimiento moderno por los derechos de los animales.
Liberación animal contiene tanto argumentos éticos como descripciones fácticas de lo que hacemos a los animales. Los argumentos éticos resistieron bien casi 50 años de discusiones. Muchos filósofos ahora apoyan perspectivas similares, incluso quienes sostienen ideas muy diferentes de mi postura utilitaria: Christine Korsgaard, kantiana; filósofas feministas como Carol Adams, Alice Crary y Lori Gruen; Mark Rowlands, que propone una visión de los derechos de los animales desde el contrato social; y Martha Nussbaum, más próxima a Aristóteles.
Por otra parte, hace mucho que las descripciones fácticas sobre lo que les hacemos a los animales incluidas en Animal Liberation dejaron de captar de manera ajustada las condiciones actuales. Hace 18 meses, entonces, inicié la actualización y revisión completa del libro, que se publicará este mes con el título Animal Liberation Now [Liberación animal, ahora].
Mientras escribía lo que de hecho es un nuevo libro sobre la forma en que tratamos a los animales no pude evitar preguntarme: ¿avanzamos en nuestras actitudes hacia los animales y la forma en que los tratamos desde 1975?
Mucha gente se preocupa por la crueldad animal, pero se centra en la forma en que tratamos a nuestras mascotas, especialmente los gatos y perros, que son aproximadamente 840 millones en el mundo. Ese número empalidece frente a los cerca de 200 000 millones de animales vertebrados criados como alimento en atroces condiciones industrializadas. En cualquier evaluación de la vida y muerte de los animales bajo control humano, la importancia del bienestar de los de cría industrializada supera por mucho a la forma en que tratamos a nuestras mascotas.
De estos animales vertebrados criados en confinamiento reducido para ser convertidos en alimento, aproximadamente 124 000 millones son peces. Existe ahora sólida evidencia de que los peces sienten dolor y no hay justificación para ignorarlo.
Es más, aunque ya cuesta imaginar 124 000 millones de peces, el número de los que sufren debido a la cría industrial intensiva es aún mayor. Se estima que cada año se sacan entre 460 000 millones y 1,1 billones de peces del océano y se los tritura para convertirlos en alimento para peces carnívoros. Un salmón típico de criadero come 147 peces antes de que lo maten.
Después de los peces, el vertebrado de mayor consumo es el pollo: cada año se crían y matan cerca de 70 000 millones de ellos, habitualmente en grandes galpones que contienen aproximadamente 20 000 pájaros cada uno. Actualmente se los hace crecer tan rápido que los huesos inmaduros de sus piernas no pueden soportar su peso fácilmente, lo que les causa dolor crónico durante la última quinta parte de sus vidas.
Por ese motivo John Webster, quien además de profesor emérito de la universidad de Bristol es veterinario y un experto muy respetado en el bienestar de los animales de cría industrial, describió a la producción intensiva moderna de pollos como «el ejemplo más grave y sistemático de la crueldad humana hacia otro animal sensible». (Yo no sé qué es peor, si la piscicultura intensiva o la cría industrial intensiva de pollos).
Debido al crecimiento y la intensificación adicional de la producción animal, los humanos infligimos más sufrimiento a los animales hoy que en 1975. De todas formas, la tendencia desde esa época no es solo negativa. La idea de que los animales deben tener derechos pasó de ser ridiculizada a recibir amplio apoyo. En muchos países la salvaguardia del bienestar animal se considera una responsabilidad gubernamental importante.
En Europa las reformas redujeron el sufrimiento de cientos de millones de animales criados para alimento e investigación. Ahora en 27 países de la Unión Europea y el Reino Unido es ilegal mantener a las gallinas ponedoras en las jaulas básicas estándar que en 1975 les impedían a casi todas estirar completamente las alas o poner huevos en el nido que buscan instintivamente si se les da la oportunidad de hacerlo. Esos mismos países también prohibieron la cría de cerdos y terneros en contenedores que les impidan girar o dar siquiera un paso.
Lamentablemente, la mayor parte del resto del mundo va a la zaga de Europa en este aspecto. Eso incluye a Estados Unidos donde, en ausencia de legislación federal que regule la cría industrial de animales, miles de millones de ellos aún viven en condiciones que no mejoraron en los últimos 50 años.
Y luego tenemos a China, que hace 50 años producía relativamente pocos animales mediante la cría industrial intensiva, pero ahora es el productor líder mundial de cerdos y un gran productor de pollos. Para aumentar aún más la producción, China está construyendo gigantescas «granjas» rascacielos de 26 pisos de altura y 800 000 m2, que albergarán a cerdos estrechamente confinados.
Mahatma Gandhi decía que «podemos juzgar la grandeza de una nación y su avance moral por la forma en que trata a los animales». Según esa idea, aún no existen países realmente grandes ni moralmente progresistas.
* Publicado con autorización de Project Syndicate.
**Peter Singer es profesor de Bioética en la Universidad de Princeton y profesor laureado en la Universidad de Melbourne. Algunos de sus libros son: ‘Ética práctica’, ‘The Most Good You Can Do’ (‘El mayor bien que puede hacerse’), ‘Un solo mundo’ y ‘Ethics in the Real World’ (‘La ética en el mundo real’).
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