Colombia entre la mafia y el progresismo
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Los adversarios y enemigos de Gustavo Petro, no pueden ni quieren aceptar que el presidente colombiano, desde su primer discurso en Naciones Unidas se erigió como líder mundial en temas de paz y cambio climático principalmente. Dos joyas muy preciadas en estos tiempos de guerra y destrucción del planeta. Los líderes progresistas como es el caso de Gustavo Petro en Colombia, se enfocan y promueven el desarrollo de iniciativas que permiten básicamente que una sociedad pueda vivir en el menor grado de desigualdad y con el mayor crecimiento posible en materia laboral, de educación, salud, vivienda entre otros.
De manera que quienes creen y respaldan esos postulados, siguen lideres que proyectan planes sociopoliticos progresistas que al materializarse, puedan beneficiar, cambiar y hacer crecer la calidad de vida de una sociedad.
De ahí que en Colombia resulte tan difícil los cambios especialmente porque la clase política tradicional, que ha ejercido el poder por décadas, implantó un régimen corrupto donde el hambre, el desempleo, el éxodo campesino a las grandes ciudades, la complacencia y sociedad con el narcotráfico para asegurar poder y riqueza; se fueron normalizando hasta establecerse como actividad económica «respetable» de las élites.
De esa manera se fue dando valor supremo al dinero mal habido capaz de comprar conciencias, resultados electorales, investigaciones forenses y especialmente, medios de comunicación entre muchos otros bienes y servicios. Lo malo era no estar en la rosca y poco a poco, digamos que casi todos, para no caer en exageraciones fueron formando parte de algún clan, cartel, megacartel, organización criminal nacional o transnacional, narcobanda, grupo paramilitar, guerrillero o club de estrategias podridas con poder. El resto o sea la gran mayoría de los ciudadanos, a existir como puedan dentro de la ignorancia y en la miseria.
Los pasados resultados electorales suponen que los colombianos o están conformes con la dominación de las mafias y clanes, o la maquinaria bien aceitada funcionó a la perfección y volvió a robar, es decir ejecutó el plan conocido. Lo concreto es que si los resultados son diáfanos muchos Colombianos les agrada ser liderados por capos que seguirán gobernando impunemente dentro de la corrupción sin límites a la que están acostumbrados. No cabe duda que el narcotráfico se impregnó en la conciencia de los colombianos y algunos se acostumbraron a ganar mucho dinero de manera «fácil». Las mafias permearon su mentalidad y es por eso que no tienen mayor objeción hacia la corrupción, se les ve complacidos con el robo y son indiferentes frente al crimen. Pareciera que también son muchisimos los que todavía no se escandalizan por crímenes horrendos ni ven con indignación la corrupción generalizada. Mediante sobornos, estafas, extorsiones, acuerdos por debajo de la mesa, entrampamientos, difamaciones, venganzas, codicia, maldad, se propagó la delincuencia organizada a todo nivel y Colombia se convirtió en un puticlub donde se vale todo porque el silencio y la complicidad desde entidades gubernamentales hasta la convivencia social, están pagos. El dinero de la mano del absoluto poder es el que manda y todo el mundo a obedecer. El periodismo con contadas, notables y valientes excepciones, se arrodilló y entregó su independencia y su razón de ser. Hablar de valores o dignidad suena raro en una jungla inhumana que a punta de engaños y cinismo se degrado de manera nauseabunda. La negación de la realidad, es el arma más ruin utilizada para desmentir y manipular conciencias. En ese club de perdición especialmente en el ejercicio de la política, el trabajo digno y honrado es una quimera y está asignado solo para la gente mediocre. Desde que surgió esa mezcla repugnante en la que para que cualquier actividad sea exitosa es requerido utilizar maniobras puercas y desleales, nada es posible de alcanzar sin vincularse a un cartel. En el puticlub, existen amarradijos entre bandidos, políticos, abogados, reinas de belleza, presentadoras y/o presentadores de televisión, «periodistas», empresarios, jueces, magistrados, sacerdotes, médicos, enfermeros y enfermeras, vendedores, etc y así la descomposición hizo carrera. Se normalizó, se estableció. Por eso no es raro ver a congresistas que con engaños alcanzaron las curules y se alegran y celebran bloqueando reformas como la de la salud, que de ser aprobada, daría acceso a servicios médicos a millones de personas que no tienen ni han tenido nunca cuidados ni preventivos ni de urgencias. Celebrar con tanta ceguera que los más vulnerables no tengan posibilidad de salir ni de la miseria ni puedan ser tratados como seres humanos, solo es producto de la demencia, la maldad en un mundo bárbaro. Lo peor es que están convencidos de que le hacen daño al presidente y bloqueando sus propuestas están triunfando en la «oposición». Gustavo Petro, no pierde nada porque sus objetivos políticos ya los alcanzó. Abrir las puertas al progresismo en un pais inviable y secuestrado por la mafia era algo impensable. Gustavo Petro es el primer presidente de izquierda elegido democráticamente y eso no se puede borrar de la historia politica del pais, ni con todo el odio que destilan a borbotones diariamente sus adversarios. De manera que lo más difícil era explicarle al pueblo que el país les pertenece y que solo en sus manos está la posibilidad de lograr un cambio real.Tendrán que seguir como pueblo enfocados en luchar y hacer respetar sus derechos y su propia vida. Si el presidente Petro, el progresista, no puede desarrollar todos los grandes cambios que prometió en campaña para su pueblo; no depende de él, está claro que el gran obstáculo de progreso está en manos de los que odian el país y están dispuestos a frenar sus propuestas de cambio como sea. Lo celebran y se difunde por los medios de prensa cómplices.
Colombia está carcomida por el crimen y la corrupción y según la manera de actuar de los extremistas de derecha y de los corruptos congresistas, lo que pretenden es que continúe así. El valiente y gran periodista Gonzalo Guillén, recientemente dijo que «tener un presidente que fue guerrillero pero que se desmovilizo, genera reacciones envenenadas de quienes no dijeron nada cuando tuvimos un presidente genocida, narcotraficante, paramilitar y ratero, que nunca se ha desmovilizado». Palabras sabías: que se acomodan a la perfección. Colombia es víctima de la delincuencia imperante de los que siguen infiltrados en el poder y atrapada por los carteles que no quieren los cambios propuestos por un revolucionario progresista como Gustavo Petro, quien muy joven entendió que las vías democráticas pueden dar mejores resultados. Uno de los tropiezos más fuertes para el gobierno de Gustavo Petro es la arremetida permanente de los medios de comunicación que con intrigas y difusiones falsas bombardean a la opinión pública bloqueando cualquier posibilidad de avance. El descrédito y la firme decisión de mantener al país como uno de los más desiguales del planeta es la obsesión y finalidad de los que creen que están haciendo oposición política. A los medios les secundan las Cortes, la Fiscalía, Procuraduría, Consejo de Estado y sobre todo los congresistas de los partidos de «oposición» que seguirán siendo los más fervientes enemigos de la patria si siguen robando curules mediante engaños o triquiñuelas de bandidos anclados en la política.