La FIFA tiene un sueño americano
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¿Acaso también a la FIFA le “aburre” la fría estabilidad suiza? Tras casi un siglo de un matrimonio que parecía eterno, la FIFA, según The New York Times, evalúa mudarse a Estados Unidos. Al país del Mundial de 2026. De Wall Street y de las cadenas de TV y plataformas que monopolizan las transmisiones de la pelota. De los magnates y los fondos de inversión que compran clubes europeos. El país que, según los Pandora Papers, sirve hoy a las elites para esconder dinero casi mejor que los bancos suizos. Y el país del mismísimo FBI, el viejo enemigo que desnudó el FIFAGate. El escándalo de corrupción de 2015 que marcó el fin de una era. La redada policial que rompió la calma del lujoso hotel Baur au Lac y las sábanas que tapaban la salida de los detenidos. Y la cena de gala al día siguiente de la reelección de un Joseph Blatter demacrado. Con dirigentes con las valijas en la mano para salir corriendo al aeropuerto. Y casi ocultando el logo de la FIFA en el uniforme.
Fundada en 1904 en París, la FIFA se mudó a Zurich en 1932. En tiempos de guerras y mercados convulsionados, Suiza garantizaba “neutralidad” y “seguridad bancaria”. Un año antes había “renunciado” el secretario general Carl Hirschman, un banquero neerlandés que, tras el crack de 1929, malversó el dinero de la FIFA en la timba financiera. La modesta sede fundacional de Zurich, un piso céntrico de dos ambientes, está lejos del bunker de 200 millones de dólares que Blatter inauguró en 2007. Es un palacio de vidrio y hierro en las colinas boscosas de la ciudad, que incluye canchas de fútbol, gimnasio, jardines exóticos, una sala de oración para miembros musulmanes que apunta a La Meca y ocho pisos, cinco de los cuales son subterráneos. Allí Qatar le ganó en 2010 a Estados Unidos la sede del Mundial 2022. Y allí irrumpió entonces el FBI.
Suiza es territorio tradicional de las organizaciones deportivas. La UEFA está en Nyon. Y la Federación de Básquetbol (FIBA) volvió a Ginebra. Primero, claro, está el Comité Olímpico Internacional (COI), creado en París como la FIFA (en 1894), y mudado en 1915 a Lausana. El fundador barón de Coubertin amenazó con irse. Pero Suiza le concedió ventajas legales y exenciones fiscales. El COI terminó siendo el gran imán para atraer a decenas de Federaciones deportivas. Lausana se describe como “la Silicon Valley del deporte” desde que en 2006 construyó la Maison du Sport International (MSI), una especie de Villa Olímpica que agrupa a las Federaciones de Boxeo, Ajedrez, Esgrima, Canoa, Golf, Tenis de Mesa, Tiro con Arco y Taekwondo, entre otras. El Hockey dejó Bruselas y el Judo se fue de Dublin. Todos a Lausana, donde también está el Vóleibol. La Vela mantuvo su sede inglesa (Southampton), pero abrió oficina en Lausana.
Un formidable trabajo del periodista argentino Federico Teijeiro para la organización danesa Play the Game da cuenta hoy de 77 organizaciones deportivas internacionales que aportan más de mil millones de dólares anuales a Suiza, generan miles de empleos, conferencias e imagen. Los cantones compiten entre sí ofreciendo a las Federaciones exenciones fiscales, alquileres iniciales gratuitos y entrevistas con autoridades. Pero el atractivo central radicó siempre en una ley generosa. Balances livianos, desresponsabilidad de las Federaciones en casos de desastre (Heysel) y no penalización del soborno entre privados. El soborno era parte de la cultura de la negociación. Comprar un voto hasta era deducible de impuestos. Piratas de cuello blanco. Suiza que no hace preguntas. Suiza como paraíso eterno.
Es cierto, en 2016, al año siguiente del escándalo del FIFAGate, Suiza cambió finalmente su ley. Las Federaciones internacionales (FIS) siguen siendo asociaciones sin fines de lucro y brindando un servicio público que es la promoción del deporte, pero los fiscales pueden ahora actuar de oficio ante sospechas de soborno. El debate legislativo acusó a Federaciones corruptas que terminaban desprestigiando a Suiza. Pero ganó el sector que defendió a las Federaciones deportivas como un activo que Suiza debía cuidar, lo que alivió en parte la nueva legislación. Si las Federaciones igualmente terminan yéndose, graficó el legislador Roland Buchel, es porque tal vez podrán ser corruptas en otro lado. La nueva FIFA de Gianni Infantino abrió ya una oficina en París, en un hotel de lujo reformado por Qatar. Primer paso, dicen, para abrir oficinas en cada continente.
¿Pero en serio la sede central podría mudarse a Estados Unidos? El nuevo y ambicioso presidente Gianni Infantino, se sabe, se abrazó con Estados Unidos tras el FIFAGate. Llamó a Donald Trump apenas asumió. Contrató abogados y consultoras Made in USA. Visitó al fiscal general. ¿Pero irse al país donde el fútbol dista de ser el deporte rey? La amenaza de mudanza, dicen algunos especialistas, podría ser sólo un aviso de Infantino a Suiza por los fiscales que ahora sí han querido investigarlo en su propia tierra. El viernes pasado, el Parlamento suizo designó por fin al nuevo fiscal federal que, entre otras tareas, deberá lidiar con la FIFA. Se llama Stefan Blattler. Suena parecido, pero nada que ver con Blatter. Al pobre Sepp, que en rigor hubiese preferido a Estados Unidos y no a Qatar como sede del Mundial 2022, jamás se le habría ocurrido mudar a la FIFA a Nueva York. Temía caer arrestado.
*Columna publicada originalmente en La Nación, el 6 de octubre de 2021.