En medio de un escenario bárbaro al estilo de la antigua Roma donde intrigar, mentir y utilizar la extrema violencia era la manera de obtener los triunfos; en Colombia con la mayor vileza y rapidez siguen saltando a la arena, enemigos del primer mandatario, contrincantes dispuestos a destruirlo, utilizando descaradamente maniobras bajas como el descrédito a base de mentiras que buscan desprestigiar y deslegitimar su gobierno. Se sabe que amiguetes y tiranos de la derecha colombiana andan juntos violando la Constitución y pisoteando con el mayor cinismo y perversión, la voluntad popular de los más de 11.5000.000 de ciudadanos que con su voto eligieron democráticamente al líder más odiado y querido que ha tenido el país.  

La decisión de hacer daño de reconocidos personajes que dicen ser políticos es tan feroz, que con la mayor crueldad y falta de respeto por la gente, se han atrevido a amenazar con el despido masivo de trabajadores de las EPS como lo hizo Germán Vargas Lleras, para intimidar al gobierno y conseguir que las reformas de salud, trabajo, pensiones entre otras no sean aprobadas en el Congreso. Los ataques ya vienen incluso de aliados convertidos en salvajes opositores, traicionando el supuesto acuerdo que le brindaron a Gustavo Petro, para que con una coalición de partidos lograra llegar a la Presidencia. Ahora, que el gobierno lucha para cumplir sus promesas de cambio hechas en campaña, la finalidad de los enemigos es impedir que el presidente Gustavo Petro, pueda escoger y postular la terna para elegir un nuevo fiscal y así garantizar que por fin en Colombia deje de reinar la impunidad.  

Las extremas de derecha, es decir, la élite del país: que durante siglos han sido amos de la vida, honra y bienes de los colombianos han emprendido contra el gobierno de Gustavo Petro, una estrategia de guerra sin precedentes que involucra principalmente a la prensa tradicional ejerciendo  de incondicionales voceros como es su costumbre.  Otros de los que están dispuestos ciegamente y sin ningún reparo a remover ilegalmente al presidente son ex militares, militares activos, expresidentes, clanes empresariales, gente poderosa que por ser los poseedores del capital, tienen comprado a inescrupulosos que por dinero se arrodillan y respaldan con calumnias cualquier atrocidad que los lleve a concretar su propósito maléfico: arrebatarle al pueblo su presidente.

Sacando al presidente matan la esperanza de los colombianos de tener una vida digna en un país donde básicamente por fin se respeten los derechos fundamentales de los colombianos y se pueda vivir en paz con menos desigualdad. Muchos de los codiciosos que trabajan en mesas editoriales, los informantes que ejercen también desde emisoras radiales un oficio repugnante que no se puede llamar periodismo, están dedicados a destruir al presidente con noticias falsas, difamaciones, acusaciones cuyas pruebas que implican  “graves revelaciones” son contadas por supuestas fuentes anónimas a las que se les debe respetar la identidad y creer todo lo que “saben”. ¡ Qué asco!.  

El séquito de indignos “periodistas”, compinches y sumisos de una  oligarquía que no está dispuesta a perder sus privilegios, llenan sus bolsillos con una paga sucia, impregnada de sangre que les premia la conducta inmoral y depredadora. De esa manera infame, perversa y criminal, pagan el pan que con tanta indignidad llevan a sus mesas. Los escribientes prostituidos, amparados en el supuesto derecho a la libre expresión, publican noticias inventadas, insidiosas de manera asquerosa poniendo en peligro la estabilidad y el orden público de un país acostumbrado a vivir salvajemente que por primera vez tiene la posibilidad y promesa de consolidar la paz.  

Los enemigos del gobierno y de la democracia, no quieren admitir que la “libre expresión termina donde comienza el derecho al honor, termina donde no se garantice el derecho a ser verazmente informado y termina donde se viole el derecho a vivir en un país en paz”. La red de atacantes y perseguidores del gobierno que se origina en diferentes sectores es cada vez mayor y más descarada. Una de las más visibles está en la rama de servidores públicos encabezada por fichas del gobierno anterior señalados con pruebas irrefutables de tener alianzas con mafias y narcotraficantes.

El espartaco colombiano.

El reciente escándalo propiciado por la prensa sesgada y enemiga no solo del presidente Petro, sino del pueblo colombiano, surgió de un tema ajeno a la política, como es el caso de una niñera, pero donde los protagonistas son el exembajador en Venezuela Armando Benedetti y la exjefa de gabinete del presidente Gustavo Petro, Laura Sarabia. El gobierno del más fuerte gladiador progresista que ha tenido Colombia, sabe que no se trata de un momento difícil, tiene claro que gobernará en un campo minado donde debe seguir caminando con firmeza y prudencia como hasta ahora. El presidente, el espartaco colombiano convocó al pueblo a una marcha para respaldar las reformas, protestar por la impunidad y demostrarle a sus opositores que no está solo, que cuenta con el apoyo decidido y férreo del pueblo que lo eligió. Los millones de colombianos que salieron voluntariamente el 7 de junio pasado a las calles por las diferentes ciudades del país con banderas y carteles, dejaron suficientemente claro que están al lado del presidente y no lo van a dejar solo. “Petro no es presidente, Petro es el pueblo”, le gritaron en las diferentes ciudades. En el circo romano a la colombiana cada participante exhibe su grado de podredumbre con la mayor irresponsabilidad y sin el menor pudor ni remordimiento. La Fiscalía, Procuraduría, Registraduría, bancadas del congreso que antes fueron aliadas, Altas Cortes de Justicia, expresidentes, empleados del gobierno Duque enquistados en las diferentes entidades estatales, miembros activos y retirados de policía y ejército, grupos delincuenciales y guerrilleros.  Todos están unidos con la única finalidad de destruir al enemigo que les está impidiendo seguir robando el erario y negociando con la maldita droga que ha destruido vidas durante varias generaciones.

Cuanto más daño infringido al gobierno, más satisfacción y dádivas consiguen acumular. Se están exacerbando odios y traiciones de gladiadores políticos que se suponían fusionados en un proyecto sin precedentes. Resulta asombroso que por vanidad, egoísmo e intereses personales, se apuñale con sevicia y ciegamente el proyecto político alternativo que por primera vez logró tomar las riendas del país con el ferviente propósito de cambiar la vida de la población más vulnerable, estableciendo políticas públicas que permitan vivir en un país donde no importe ni el color de piel ni la condición social.

Mesalina colombiana.

La maldad y engaño de medios de comunicación encabezados por la Mesalina colombiana, es quizá una de las peores ofensivas mediáticas que se conozcan en la historia del país. “Mesalina: fue la tercera esposa del emperador Claudio, recordada como la «emperatriz prostituta» una mujer inescrupulosa, promiscua de Roma, la emperatriz ninfómana”  que por dinero, fama y poder se degradó sin que los historiadores hayan podido establecer de qué estaba hecha esta mujer tan repugnante. Cualquier parecido con la Mesalina colombiana, no es coincidencia, pues hay maneras de prostituirse de hacer orgias informativas a través de columnas que chorrean porquería escritas por mujeres que  pierden su honor y credibilidad por migajas.

En Colombia para debilitar el gobierno de Gustavo Petro, hay toda una legión de escribientes y comentaristas atrincherados en jaulas editoriales donde pareciera que los dueños de la tinta, les ordenan y asignan sus misiones con látigo y fuego. Los amos les tienen establecidos sus guiones y manuales respaldados en una supuesta libertad de prensa, para que las fierecillas enjauladas y adiestradas que aprendieron y tienen por costumbre gargajear antes de escupir su veneno, lancen con fuerza la inmundicia que inventan para untar a la mayor cantidad de pueblo al que le tienen un desprecio infinito. La misión de las bestias enjauladas es destruir al Espartaco colombiano e inundar con mentiras e historias de horror a los colombianos que siguen soñando con una vida mejor y menos miserable. 

Gustavo Petro acostumbrado a librar batallas con fieras salvajes y corruptas de la política, parece que está dispuesto a defender sus postulados y compromisos con la misma armadura de siempre: su amor al pueblo y la honestidad y voluntad política.