Disrupción en camino para la producción de animales
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MELBOURNE – Es posible que algún día volvamos la mirada hacia 2023 y lo reconozcamos como el año en que resultó evidente que la gigantesca industria de la producción de animales para alimento se encaminaba al mismo destino que aquella que dominó la manera en que registramos y almacenamos imágenes durante mayor parte del siglo XX. ¿Será este año, para la producción animal, el equivalente de 1989, cuando se presentó la primera cámara digital dirigida al público en general?
Algunas señales parecen indicarlo: en primer lugar, la aprobación en abril por el Ministerio de Salud israelí de un producto lácteo que no proviene ni de vacas ni de otros animales productores de leche. Remilk, el fabricante, es una empresa con una misión ambiciosa: «crear productos lácteos muy superiores a los existentes».
Hace 40 años, Genentech usó técnicas de recombinación del ADN, por entonces novedosas, para crear bacterias genéticamente modificadas que producirían insulina humana para la diabetes, mejor y más barata que la obtenida del páncreas de los cerdos. De manera similar, Remilk copia el ADN de las vacas en levaduras para que creen un producto que, según ellos, es idéntico a la leche de vaca, pero sin la lactosa que para algunos dificulta su digestión, y sin colesterol, antibióticos y hormonas de crecimiento.
Remilk afirma que sus productos lácteos tienen el mismo sabor, textura y costo que los tradicionales, pero se producen con solo el 1 % del suelo y el 5 % del agua, y solo emiten el 4 % de los contaminantes. (Las vacas están entre los principales emisores de metano, un gas de efecto invernadero extremadamente potente). Si ese no fuera motivo suficiente para probarlo, pensemos que fabricar productos lácteos sin vacas también elimina la práctica habitual de fecundarlas cada año y sacarles los terneros rápidamente después del nacimiento para contar con leche para los humanos.
Otro avance trascendental ocurrió en junio, cuando el Departamento de Agricultura de Estados Unidos aprobó dos solicitudes —una de Good Meat, una división de Eat Just, y otra de UPSIDE Foods— para vender pollo creado a partir de células de ese animal. Tampoco en este caso participan organismos vivos, la muestra de células original se puede obtener sin sumar una muerte a las de más de 70 000 millones de pollos que cada año son asesinados por su carne.
EE. UU. no fue el primero en aprobar la carne celular, también conocida como carne cultivada o de cultivo. El pollo de cultivo se vende en Singapur desde 2020, pero hasta el momento no ha logrado competir en precio con el producido por el método convencional de abarrotar galpones con decenas de miles de pájaros, criarlos durante seis o siete semanas y luego masacrarlos. Pero se espera que gracias a las señales del mercado estadounidense, mucho mayor, con las economías de escala se reducirán los precios y aumentará la producción.
La investigación y el desarrollo de la carne de cultivo es ahora un fenómeno mundial. La empresa holandesa Mosa Meat fue la pionera: lo demostró con una hamburguesa cultivada en 2013, pero predijo que haría falta una década para que el producto llegara al mercado. Parece una predicción correcta, Mosa abrió en marzo instalaciones de producción ampliadas y espera comenzar a vender pronto en Singapur y otros mercados cuando consiga las aprobaciones.
En mayo, el Centro de Investigaciones Integrales sobre Alimentos Cárnicos de China demostró su interés en la carne celular en un importante foro de innovación tecnológica en Pekín. El Beijing Daily informó que la tecnología del Centro permite producir células de músculo animal in vitro y crea mediante impresión 3D filetes o pechugas de pollo, cuyo contenido nutricional es idéntico al de la carne de los animales.
Si incluso una parte de esta investigación y desarrollo logra su objetivo, las consecuencias serán mucho más significativas que el desplazamiento de la industria fotográfica. Después de todo, la crianza de los animales requiere la mayor parte de la tierra agrícola del mundo —que incluye las tierras de pastoreo y las utilizadas para producir forraje— y es una de las causas más importantes del cambio climático. Si se dan los impresionantes cambios que presagian estos avances recientes en la producción de carne y productos lácteos, será beneficioso para la mayor parte de la superficie terrestre, y los mariscos celulares podrían salvar a los océanos del agotamiento de muchas reservas pesqueras.
Como el consumo de carne sigue aumentando a medida que los países mejoran su poder adquisitivo —China es el ejemplo clásico—, hace falta con urgencia una forma de producir carne y otros productos animales de manera más eficiente. Vaclav Smil, autoridad a nivel mundial en alimentos, energía y medio ambiente, presentó una lista de cinco categorías de las «cargas indiscutibles» que implican los cultivos para forrajeros. Entre ellas se cuentan los monocultivos para forraje, que implican una mayor erosión del suelo; la conversión ineficiente de productos vegetales en animales, especialmente en el caso del ganado; la generación de gigantescos volúmenes de desechos animales concentrados que impiden un reciclado adecuado para su regreso a los cultivos; las emisiones de gases de efecto invernadero debidas al forraje y al metabolismo animal; y los problemas de bienestar animal relacionados con el tratamiento de gran cantidad de animales confinados.
Por supuesto, si todos pasáramos a alimentarnos con vegetales podríamos eliminar esas cargas y, como muestra un informe reciente, reducir el riesgo de nuevas pandemias. A pesar del alentador aumento de la alimentación basada en vegetales, sin embargo, un cambio total no parece probable en el futuro cercano. Será más fácil persuadir a la gente de que evite la carne animal si aún puede comer carne y otros productos animales con el mismo sabor que ya conoce, pero que no requiera criar, alimentar y matar a animales vivos. Y eso alienta la esperanza de que pronto veamos el fin de una industria cruel, ineficiente, destructiva y peligrosa.
* Publicado con autorización de Project Syndicate.
**Copyright: Project Syndicate, 2023.
Traducción al español por Ant-Translation