El Candidato Psicópata
Cuota:
¿Por quién votar en estas elecciones?
Aunque muchos tienen definido a su candidato y nada les hará variar de opinión; cada vez crece la población que se toma mayor tiempo en meditar su voto.
Desde que Robert Hare publicó su libro “Serpientes vestidas de traje”, en las democracias más maduras hoy se discute si debería tenerse en cuenta al momento de elegir, la salud mental del postulante.
Se reclama hacer públicas las historias clínicas en que se incluya un perfil neuropsicológico de las personas a las que encomendamos nuestras vidas.
Los resultados obtenidos por Hare han permitido ampliar las modalidades de psicopatía, puesto que se consideraba solo al asesino despiadado, desarraigado y frustrado de la vida.
En cuanto al psicópata de élite, Hare sostiene que pertenece a los depredadores sociales exitosos, que nunca se ensucian las manos porque su comportamiento es más sofisticado, con lo que pasan desapercibidos, pudiendo llegar a dirigir a todo un país. Lo que los identifica es su apetito insaciable por el poder y el dinero, acompañado de actuaciones dirigidas a perjudicar a los demás, proceso en el que disfrutan con el daño que ocasionan al mayor número de personas posible.
Según Hare, para superar la Patocracia (el gobierno de los psicópatas), debemos aprender a identificar ciertos rasgos de la personalidad psicopática.
Por lo general, la mayoría de los candidatos son viejos conocidos de la vida pública -incluso desde niños-, por lo que su vida privada, familiar y profesional, ha estado expuesta por años al público. Esto facilitaría descubrir al que se esconde tras la máscara de político.
En cambio, un candidato nuevo, que ha realizado una carrera meteórica y por ello su exposición publica ha sido mínima, sería una verdadera ‘ruleta rusa’, ya que solo se conocería su rostro acompañado de un encantador y envolvente discurso. Elegir al candidato desconocido es el mayor riesgo.
Según el Test de Hare los rasgos del candidato psicópata son:
1. El que ha estado involucrado en actividad criminal, como ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, desfalcos, fraudes económicos y toda clase de corrupción.
2. El candidato con sentimiento de superioridad moral sobre la especie. Que imparte catequesis y dogmas de comportamiento individual.
3. El que desprovee a las personas de los rasgos que le permiten ser un semejante. Los niega y anula, los humilla.
4. El candidato inestable, que cambia de ideología o partido fácilmente. Cada pocos años se le ve militando en las toldas del que ayer era su acérrimo enemigo.
5. El manipulador, que utiliza la mentira como su principal herramienta proselitista. Tergiversa el contexto, con falta de preocupación por el dolor de las víctimas.
6. El candidato incitador. Apela a la indignación y rabia del público, en vez de resolver las crisis con comprensión.
7. El que expresa su irritabilidad en público, amenaza, agrede física o verbalmente a sus subalternos y enemigos, con descontrol de su temperamento.
8. El promiscuo, voraz e insaciable sexualmente, que carece de escrúpulos en la elección de su pareja de turno, desde un infante hasta cualquier otra persona conocida o desconocida. Fuerza a otros a la actividad sexual y presume de sus explotaciones sexuales.
9. El que siempre niega su responsabilidad y nunca aceptará equivocación alguna. De ser requerido ante la Justicia o para cumplir un fallo judicial, huirá o lo evadirá sin ningún escrúpulo.
El Test de Hare tiene más factores de valoración y otros neurólogos han establecido nuevas escalas de medición.
Pero lo que más dificulta el voto, es la simpatía e identificación que el ciudadano común siente con esos rasgos de psicopatía.
Entonces, en una Patocracia, ¿por quién votar en estas elecciones?