El pop y la psicopatía. Una relación poco sana
Cuota:
Segunda Parte de la serie Literatura y Derecho.
“A sangre fría” es una obra maestra porque no hace caricaturas. Su narración es sencilla, pero va acompañada de los grandes interrogantes filosóficos y científicos que alberga la conducta de algunas personas que para los neurocientíficos de hoy y algunos divulgadores simplemente tienen “apagado el circuito de las emociones”, o “averiado el hardware o el software emocional”.
La manera como abordó Capote cada pregunta relevante no fue nunca simplista ni cliché. No habla de psicópatas ni tampoco narra la vida y milagros de un “superhombre” carente de las ataduras de la moral (como el personaje de La Soga de Hitchcock, Rupert Cabell interpretado por James Steward), sino del vértigo de los azares de la vida que a unos hace genios y a otros simples hampones peligrosos.
Desde esa perspectiva penetrada de humanidad pura y dura, Capote nos habla de dos individuos que por diversos caminos aterrizan en todos los patrones de conducta de lo que hoy se conoce como Psicopatía. no proyecta Capote más que aprecio por la vida humana que como la naturaleza es siempre impredecible e incontrolable.
Hoy, por infortuna, existe una inundación de narrativas casi todas ridículas o de ciencia ficción sobre personas con eso que llaman psicopatía en cualquiera de sus formas. Ya no se lee en la literatura para encontrar significado, simplemente se ve la imagen del psicópata en cualquier tienda pop. Ya sabemos que hoy la imagen hace al concepto, o es lo mismo.
¿Ya se hizo la estadística de cuántas series sobre asesinos salen todos los años y la cantidad de público que las ve en los Estados Unidos? ¿Cuántos canales de la tv prepagada están dedicados a hablar de criminales y psicópatas (como Discovery investigation)? ¿Se vende más una película sobre un asesino serial que sobre una caritativa misionera en África? ¿Cuál es el interés de que hablemos de psicópatas? ¿se ha visto un incremento de la psicopatía realmente? La respuesta es de todo un poco.
Evidentemente hay un interés económico por el tema y en el trasfondo sin disimulo un interés político sobre todo de control punitivo (recuérdese que el control punitivo y el disciplinario, así como el hospitalario, igual la Policía, son hijos de una misma madre y nacieron por la misma época ilustrada).
¿Querrán decirnos que ante tanto “loco suelto” en las calles lo mejor es su eliminación preventiva, su anulación química, o que debemos clasificar a las personas, ubicarlas incluso, para proteger el resto de la sociedad? ¿Significa esto que ante tanto miedo seremos nosotros los que reclamaremos la pastilla para la violencia y acudiremos a censarnos y que escudriñen en nuestro cerebro para que sea posible un empleo? ¿Dan miedo para vender la píldora de la seguridad?
Digamos que siempre ha habido dementes con ganas de sangre en las calles, y que ser psicópata no significa matar a nadie, al menos con las manos. Convivimos con la psicopatía y la vemos en la política y sobre todo en la bolsa de valores. ¿Qué empatía por el sufrimiento humano puede tener un banquero o un vendedor de diamantes del África? No dudo que los halla, eso sí. O ¿Quién podría negar que Julio César era un tipo sin miedo, temerario, sin emociones sociales, y con todos los rasgos de la psicopatía?
Convivimos con psicópatas buenos, por así decirlo, que nunca han matado a nadie. Y convivimos con pedófilos de puro pensamiento que jamás han tocado a un niño. El azar que quieren acabar es la sal de la vida humana, y por eso me quedo con los griegos que no aspiraban atrapar a la naturaleza y se rendían ante el destino impuesto por los dioses.
Y extraemos de “A sangre fría” de Capote:
¿Qué es un psicópata? ¿Perry Smith (o Capote) responde?:
-Perry dijo:
-«¿Si siento lo que hice? Si te refieres a eso, la respuesta es no. No siento nada. Me gustaría poder decir lo contrario. Pero nada de ello me preocupa en lo más mínimo. Media hora después de hacerlo, Dick hacía bromas y yo se las reía. Quizás no somos humanos. Soy lo bastante humano como para sentirlo por mí. Siento no poder salir de aquí cuando tu te vayas. Pero eso es todo”
Nos llama la atención la manera como desde los 80s el cine, la televisión, la literatura de consumo masivo y en general los mass media, se han dedicado a vender por millones a personajes psicópatas. La palabra psicópata es una modeword o palabra de moda, que las personas repiten sin saber absolutamente a qué refiere.
Igualmente cubren grandes franjas de noticieros las news sobre crímenes violentos de psicópatas, los news sobre avances científicos que dizque ayudan a ver la maldad en el cerebro y llevan la promesa intangible de poder controlar todos los riesgos de la vida en sociedad, incluyendo la muerte.
Se trata de una tendencia que, al propio tiempo de infundirnos todo el terror posible, nos da también ilusiones de solución a través de la ciencia, la cual termina inoculando al derecho y medicalizando la cuestión por dizque haberse vuelto pandémica. ¿O acaso alguien duda la frecuencia con la que algún joven se mete en su colegio para disparar a sus compañeros sobre todo en los Estados Unidos?
A muchos de estos “psicópatas” los vemos entonces en imágenes de publicidad de cualquier producto, muñecos para poner en el escritorio, maletines, remeras, calcetines y en la constante vida diaria insegura y patética de nuestra postmodernidad. Hanibal Lecter, Rambo, Harry el sucio y toda la lista de héroes de ahora y de siempre, las 8 temporadas de Dexter, [1] (serie del año 2013 que trata de un justiciero que se oculta como técnico en genética pero que va asesinando asesinos sin sentir el más mínimo remordimiento y de manera fría y calculada), Patrick de “American Psycho” (película del 2000) y algunos que con crímenes reales se volvieron celebridades como Charles Manson y su pandilla.
En todos los escenarios de la vida nos dicen, hay una especie de individuos que genéricamente se llaman “psicópatas” que hoy más que nunca se anuncian hasta en las gaseosas y que permiten a las tiendas de cadena vender como locos sus sistemas de vigilancia. Hay que decir, que las más de las veces se refieren es a “asesinos en serie”. Hoy Hasta una marca de ropa se llama Psycho. La propia palabra ya es una mercancía.
Así las cosas, los retratos que nos presentan son ambiguos, capaces de seducir y transformar a estos sujetos en habitantes de su propia casa y su vestuario; al propio tiempo producen todo el terror posible y constante para hacer, incluso, que se impulsen modificaciones hasta del sistema judicial por retrasado, vetusto e inseguro. ¿Más eficaz un fármaco que una celda en prisión? ¿Mejor prevenir que investigar muertes? ¿Mejor llegar antes que actúe el “psicópata” a llegar luego cuando no hay sino cadáveres de víctimas? Son preguntas cuya respuesta es afirmativa, como toda utopía. O ¿Quién no quiere del mundo un paraíso sin crímenes ni maldad?
Y ¿quién, entonces, no va a comprar esa ilusión que venden?
Haciendo parte de esta mareada están médicos y abogados. Digamos que incluso se tocaron ya las trompetas de una nueva batalla por el escenario mundial de datos, hechos, cifras, dinero del presupuesto Estatal y privado, decepciones -infundadas-del sistema jurídico o lo que se conoce genéricamente como “impunidad” (palabra cacareada por todos), avances reales y falsos de la ciencia, y una permanente relectura y muchas veces tergiversación de la filosofía. Ejemplo de ello es Damasio.
Damasio, neurocientífico portugués, tiene un libro llamado “El error de Descartes». Allí se dedica -dice él- a demostrar que “cogito ergo sum” pienso luego existo, que es una de las máximas del filósofo racionalista del siglo 16 -La Haye, Francia, 1596 – Estocolmo, Suecia, 1650-, es todo un error, pues afirma Damasio, ¿cómo es que va a pensar algo que primero no sea? Primero se es, luego -a posteriori- se piensa; al contrario, jamás. Sino hay materia no hay pensamientos.
Damasio, líder en la neurociencia, entonces se involucra desde allí con la dicotomía cuerpo y alma, que lógicamente descarta porque, según ellos, los científicos, la ciencia médica ha demostrado que solo la materia es cognoscible y modificable. Nada más cierto, reafirma el portugués: No hay nada como alma o espíritu, solo la carne, las venas, las células y ese gran etcétera de la biología. Qué grave error el de Descartes, concluye.
Bueno, algunos más sensatos dicen que estos neuro divulgadores descubrieron que el agua moja: ¿Cuántos tratados faltan para demostrar que los fantasmas no existen? ¿Acaso hay que decirlo pero con tono científico para que lo creamos? ¿Será que de verdad Descartes pensaba en algo como el alma? ¿Y acaso es que en el siglo 16 se podía decir todo lo que se pensaba? Creemos que no.
Los filósofos son siempre susceptibles de ser mal leídos o interpretados. Se los enmarca en diferentes escuelas, máximas, frases y se les agregan amores y desamores que incluso nunca tuvieron. Se los afilia a los partidos políticos; se los pone a decir lo que nunca han querido decir. Pasa con todos. Y a veces no todas las obras del filósofo son leídas; solo las más mencionadas en los manuales de escuela.
“En el discurso (del método), Descartes escribió que deseaba dedicarse a la medicina, “porque el espíritu mismo depende del temperamento y de la disposición de los órganos del cuerpo; entonces, si es posible encontrar algún medio para hacer que los hombres sean comúnmente más sabios y hábiles de lo que han sido hasta ahora, creo que es en la medicina en donde hay que buscarlo”. ¿La mente depende del temperamento y de los órganos? El que habla no puede ser dualista. [2]
“Pobre Descartes: en las manos de Damasio, a él no le fue mucho mejor que a Phineas Gage. Para el filósofo De Souza, es una presentación sobre Descartes que crea el espacio para que “se descubra” una vez más que no es cierta la separación entre el cuerpo y la mente y que este hecho acaba de verificarse en un laboratorio. Breaking news! Según él, las historias neurológicas se han convertido en las fábulas de Esopo de nuestro tiempo: por medio de los milagros más increíbles revelados a los sumos sacerdotes de la investigación cerebral, esperamos comprender las verdades más profundas sobre nuestra naturaleza y destino”.[3]
Se convierten algunos neurocientíficos en verdaderas celebridades y empiezan a querer inundar de manera indirecta los debates de la ciencia del derecho, siempre y lo decimos con cariño, para desafiar el poder de la ley y para imponer de una vez y para siempre el poder del bisturí y el fármaco.
Todo parece indicar que validos de esa mentada incertidumbre del derecho, nos quieren acercar a un mundo de números y clínicas, pues se pretenden hacer con la solución de todo, incluyendo aquellos “cerebros” psicópatas, que digamos siempre han sido detectados.
Es que siempre ha habido una clase de “locos” que piensan muy bien, razonan y usan a la perfección la lógica, pero que tienen los sentimientos vacíos y el “alma muerta”.
El término ha sido usado en diversos campos desde hace más de doscientos años.
El doctor Pinel en 1809 los llamó “locos o manías sin delirio”; Ruesch de idiotas morales (1812); Pritchard (1835) “locura moral o insanidad moral”[4], Lombroso habla del delincuente “loco moral” y lo hace en 1880 con un capítulo titulado “psicópatas y grafómanos”; Kurt Schneider (1923) los amplió a todas las esferas de la vida[5]; en 1941 fue Cleckley quien entrega 16 rasgos de la personalidad psicopática[6]; Gough en 1948 refiere la falta de empatía y otros les habían llamado “imbéciles morales”, así como a finales del siglo XIX se los había llamado psicópatas constitucionales (1880) y hacia los años 40s del siglo XX de psicópatas y para los 50 y 60,s indistintamente de sociópata y psicópata. Como vemos la terminología tiene diferencias incluso en las dos clasificaciones: la del sistema diagnóstico (de la Sociedad Americana de Psiquiatría) como la del sistema ICD10 (el sistema de la Organización Mundial de la Salud) las cuales no usan esta palabra “psicópata”. [7]
Bueno, pues bien, pensemos en este “gaspacho” de Netflix, Hollywood, best Sellers de asesinos crueles y despiadados, neurocientíficos, farmacéuticas, seudo filósofos, divulgadores científicos, publicistas, vendedores y compradores. Todo lo anterior lo matiza el constante bombardeo de imágenes que infunden miedo a salir a la calle por ser la posible víctima de un psicópata. Precisamente el miedo hace que se incremente la fe en esa ciencia que pretenden vendernos como la solución de todos los males, incluyendo al crimen
Nadie quiere decir que en el pasado no haya habido personas que cometieron crímenes (famosos como Jack el destripador, Barba azul, etc) y que puedan responder a las características de lo que hoy se tiene en los manuales de diagnóstico (DSM-V en donde la psicopatía se incluye dentro del llamado trastorno de personalidad tipo antisocial/psicopático).[8] En todo caso, estas clasificaciones, características conductuales, y los índices o medidores como los de Hart & Hare (1993), Kohlberg (1969) son recientes. Digamos que la propia expresión como hemos visto también.
La moda en las pantallas y los souvenirs diría que viene de los años ochenta hasta el presente. En todo caso, el boom de la psicopatía está ante nosotros, y detrás de ese boom tenemos toda una infantería de “razones” para invadir los dominios del derecho penal, destruyendo sus murallas de dignidad y derechos.
Gran parte de los avances de la ciencia se nos muestran como la puerta de ingreso a un futuro humano ideal, sin los límites de la muerte y la incertidumbre. Se habla de reconducir todos los esfuerzos para eliminar todos los riesgos posibles desde la ciencia, no desde la política o la economía por ser campos minados de inseguridades. Aplicar mecanismos desde las ciencias sociales es una pérdida de tiempo y recursos, vociferan. Son fuente de profundas decepciones nos repiten hasta el cansancio. La ley es una ilusión, el cerebro es una verdad.
El discurso precisamente nos involucra en una suerte de decepción legal, pues las normas, reclaman los divulgadores de ciencia, siguen sin dar punto final a la posibilidad de que un psicópata (que puede ser el vecino) me pueda asesinar, cuando bastaría con afectar o tratar un área del cerebro para erradicar “la maldad” y vivir un mundo feliz.
Protestan que de nada tampoco sirve alterar el modelo económico para mejorar las condiciones de vida de las personas. Se necesita un remedio eficaz y qué mejor que la ciencia del cerebro para detectar y para erradicar la psicopatía. Así de simple, así de eficaz. Tan eficaz como un tramadol para el dolor de cabeza, o como la extirpación de un tumor para salvar una vida.
Pensamos sin dudarlo, que esta moda, se trata sin duda de una nueva Eugenesia. Muy postmoderna, disimulada y más cifrada, pero idéntica en su propósito.
“La nueva siembra del planeta con un segundo génesis de laboratorio, tendrá seguramente envidiables éxitos a corto plazo en el mercado, solo para, finalmente, fracasar a manos de una naturaleza impredecible e implacable”[9]. Primero, todo estaba en los genes[10]; ahora apuntan al cerebro.
[1] “El éxito de Dexter se basa en esa exploración del yo interior en su versión más oscura. ¿Quiénes somos en realidad? ¿nos amarían nuestros seres queridos si supieran toda la verdad sobre nosotros? ¿hay un rincón en nuestro cerebro donde se esconden pensamientos criminales, algo que nos horroriza, pero al mismo tiempo nos excita?. ¿Dónde se puede enmendar un asesinato cometiendo otro? ¿cuál es el comportamiento más humano, mejor para la sociedad: matar al asesino o dejar que siga impune? Neurozapping, Aprende sobre el cerebro viendo series de televisión». Editorial LAETOLI, pág 138, Navarra, España, 2014.
[2] Dr. Alzheimer, Ob Cit. Pág. 97.
[3] Ibidem, pág. 99
[4] “para describir a quienes aparentaban tener la razón intacta, pero que cometían actos marcadamente antisociales desde la niñez, sin que ello les generara arrepentimiento alguno”. ADRIAN MARCELO TENCA, IMPUTABILIDAD DEL PSICÓPATA, edit., ASTREA, Buenos Aires, 2001 pág. 3
[5] “las personalidades psicopáticas son aquellas que sufren por su anormalidad o que debido a ella hacen sufrir a la sociedad. Sostenía que el psicópata no era un enfermo mental; reservaba esta categoría para quienes mostraban una desviación de carácter patológica (…)” ibidem, pág. 4.
[6] “no da la impresión de estar mentalmente enfermo, aun después de un cuidadoso examen psiquiátrico, ni de estar impedido o emocionalmente afectado. Tampoco muestra ninguna actitud o aspecto que indicaría que carece de conciencia o que elige actitudes antisociales. Su razonamiento aparente ser excelente. A pesar de esto su conducta pasada y futura mostrará la verdad de la observación de Lindner de que en él encontraremos la más dispendiosa y la más destructiva de todas las formas conocidas de conducta aberrante” ibidem, pág. 5.
[7] Trastorno antisocial de personalidad TAP
[8] “y se define según las siguientes características: insensibilidad, agresividad, manipulación, hostilidad, falsedad, narcicismo, irresponsabilidad, temeridad e impulsividad”. NEUROZAPPING, aprende sobre el cerebro viendo series de televisión, José Ramón Alonso, editorial Laetoli, Navarra, 2014, pág. 139
[9] JEREMY RIFKIN, el siglo de la biotecnología, el comercio genético y el nacimiento de un mundo feliz, editorial Paidós de Bolsillo, 2012, pág. 169.
[10] “algunos científicos empiezan a sugerir que distintas formas de comportamiento antisocial, la timidez, la misantropía, el comportamiento criminal podrían ser ejemplos de un funcionamiento defectuoso de los genes” ibidem, pág. 212.