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Gobernando con el enemigo

Gobernando con el enemigo

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Hay que decir que Gustavo Petro, primer presidente progresista en Colombia, ha cumplido como gobernante, varias propuestas hechas en campaña.  La más importante y relevante la ha realizado en la ciudadanía. Lo impensable sucede día a día entre los campesinos, indigenas, estudiantes, jovenes, trabajadores independientes y cada vez más en miles y miles de colombianos que han  entendido que para transformar sus vidas deben trabajar aliados y luchar unidos por el respeto de sus derechos y metas compartidas. En todas las regiones del país han nacido, asociaciones, cooperativas y grupos con representación ciudadana significativa dispuestos a sacar adelante sus proyectos sociales de vida y enfrentar a la oligarquía colombiana que ahora sí, se salió de madre. El pueblo ha visto y entendido, que al presidente del pueblo lo han bloqueado desde el congreso, las Cortes y las entidades del Estado, donde están las primeras líneas de la derecha y ultraderecha frenando los cambios estructurales que necesitan la mayoría de colombianos aislados y esclavizados durante décadas por los gobiernos neoliberales.

El pulso no es entre los ex presidentes que están unidos para enfrentar a Gustavo Petro y su pensamiento y gestión progresista, no señores. El contrapunteo es entre el pueblo que cada vez entiende más y se une más y los representantes de una oligarquía ladrona y asesina. El pueblo no está dispuesto a dar un paso atrás y defenderán con su vida el cambio que Gustavo Petro les sembró en el alma. Todo esto sucede  a pesar de la mala prensa y  las manipulaciones de información mentirosa que han difundido a diario, desde que se posesionó Gustavo Petro como presidente. 

De manera que observar al pueblo organizándose para trabajar al unisono y en el mismo sentido es un logro hacia adelante irreversible, tan contundente que parte la historia de Colombia en un antes y un después de Gustavo Petro. Es una realidad y no se puede ocultar. No escribo desde ninguna bodega ni con fanatismo, simplemente estoy narrando lo que observo sin tintes políticos pero…eso sí del lado humano de la historia. Hay que ver las cosas como son sin engaños. 

La tarea de difundir pedagogía política, humanista y democrática para educar a un pueblo que por más de dos siglos vivió acostumbrado a hincar la rodilla y mantener la cabeza abajo, siempre a merced de los gobiernos de turno, está dando sus frutos. Se terminaron los tiempos de ver como normal una vida sin agua potable, sin educación, sin salud ni vivienda. Se está haciendo costumbre la dignidad entre los colombianos y lo admirable es que tienen clarisimo el costo de hacerlo. No tienen miedo de entregar la vida en el proceso y el ejemplo de resiliencia y compromiso de Gustavo Petro lo respetan y lo han asimilado como propio. Aprendieron que tienen derechos y que es legítimo y constitucional, exigirlos. No los convierte en subversivos ni terroristas salir a las calles y de forma pacifica y alegre, pedir que se respete la constitución para reivindicar sus derechos y lograr un cambio estructural en un país donde nunca la vida ha sido respetada ni protegida.

El gobierno de Gustavo Petro ha enseñado a derribar muros edificados a la brava e injustamente por la derecha y ultraderecha durante sus gobiernos, con el único propósito de mantener a las mayorias ignorantes, apáticas, anestesiadas con fútbol y religión y totalmente manipuladas sin conocer la realidad, ocultando cómo se robaron la vida de varias generaciones y empobrecieron el futuro al resto y hasta de los ciudadanos por nacer.

En estos casi tres años de mandato han quedado claras varias cosas. Nunca en Colombia se había atacado, difamado, insultado, menospreciado, irrespetado, ridiculizado, amenazado y maltratado tanto a un presidente elegido democráticamente, como lo han hecho con Gustavo Petro y su familia. Lo impactante es que los ataques nutridos de odio y maldad, no los origina únicamente una supuesta oposición política, que está suficientemente identificada y que desde que se posesionó el presidente del pueblo, no han cesado en su intento por tumbarlo.


Los que van en contra del Presidente Petro son pocos pero están en todas partes: los más acérrimos contradictores forman parte de una casta empresarial y política,  privilegiada respaldados en la dignidad de supuestos apellidos que los hace «mejor y más importantes» que los demás.


Uno de los logros contundentes del mandato de Gustavo Petro es la manera directa y contundente de quitarles la careta a todos los que forman parte del entramado de corrupción y criminalidad. Y es por eso que el pueblo ya los ve en su justa dimensión.  Banqueros, congresistas, empresarios, funcionarios públicos, periodistas, jueces, policias, militares, alguna clase media, pobres que creen en lo que les dicen  los noticieros hegemónicos. A todos estos se les derritió el maquillaje y no hay manera de cubrir su mala y codiciosa entraña. Poco a poco han ido mostrando con sus actos y manifestaciones lo que han hecho y de lo que son capaces.


El sector de la clase media que nunca ha estado bien pero creen ser bendecidos por tener un puesto en el gobierno desde hace años o décadas y que han sido los encargados de torpedear, la administración de Gustavo Petro desde las entidades públicas, es mucho el daño que hacen por egoísmo e ignorancia. Forman parte del concierto para delinquir en el que transformaron el estado colombiano.

Algunas de las figuras sobresalientes por sus pocos argumentos pero con veneno en sus palabras son las denominadas por el ex presidente Alvaro Uribe, sus generalas con espada desenvainada. Mujeres abiertamente odiadoras del presidente y de todo lo que tenga que ver con Gustavo Petro. La verdad es que las espadachines uribistas:  Maria Fernanda Cabal, Paloma Valencia y Paola Holguín, han dedicado gran parte de sus vidas a atacar y detener a Gustavo Petro y no lo consiguieron. Se volvieron viejas, arrugadas y amargadas tratando de frenar al «guerrillero» que se acogió a un acuerdo de paz, se desmovilizo hace más de 30 años y con sus actos fue demostrando amor por el pueblo y respeto por la constitución, la democracia y las instituciones. El odio ciega y las odiadoras del presidente no se dieron cuenta que mientras ellas destilaban veneno e ignorancia, el exguerrillero se convertía en un lider del pueblo y un referente a nivel mundial.

No hay que ser petrista para ver la cruda realidad. Los papeles se invirtieron. Las espadachines no han podido desmovilizarse y llaman fervientemente a la violencia y utilizar como sea la fuerza para imponer «orden». El revolucionario está más fuerte que nunca liderando el anhelo de su pueblo: libertad, honor, derechos y sobre todo una vida buena en un país privilegiado por la naturaleza.

Se les fue la vida a estas tres generalas de Uribe y también a muchas y muchos otros de extrema derecha que sueñan con trancar y evitar un cambio, que ya se produjo y todo parece por los miles y miles de ciudadanos que llenan calles y plazas en las manifestaciones para exigir sus derechos constitucionales y respaldar al presidente Gustavo Petro.

De manera que está bien claro que los recios y brutales enemigos del presidente, emanan de unas cepas oligárquicas diseminadas  por todas las entidades estatales y lideradas por cabecillas de un sector privilegiado y corrupto de la sociedad colombiana. Es el mismo grupillo de castas que ha gobernado a Colombia y que descaradamente sigue impidiendo que haya progreso y paz. Lo grave es que el rechazo a cualquier iniciativa de cambio propuesta por Gustavo Petro y que pueda beneficiar a los más vulnerables, no los frena solamente el congreso, que no representa al pueblo, sino que también las iniciativas han sido frenadas, hasta por una mayoría de las cortes de «justicia». Es decir el gobierno del primer presidente de izquierda y progresista elegido legítimamente por el pueblo colombiano, ha sido obstaculizado por los entes constitucionalmente establecidos para garantizar justicia y equidad. Ha quedado clarisimo que son muchos los togados que están pagando favores amangualados con  la politiquería de todas las vertientes que por codicia utilizan la corrupción para aplastar cualquier transformación social y no perder sus privilegios.

Con sevicia y contundencia esa gran oposición está unida en contra del gobierno para evitar que Colombia y su pueblo puedan salir del atraso y la barbarie. Además, como difusores de esta macabra oposición al gobierno de Gustavo Petro, los medios de comunicación tradicional, han hecho su trabajo puerco y asqueante, ocultando la verdad y promoviendo mentiras para engañar y manipular mentes y conciencias como lo han hecho durante décadas. El daño irreparable que ha hecho la prensa  liderada por el gran capital en Colombia desinformando y siendo cómplices de graves delitos realizados por los gobiernos de derecha en Colombia, merece una seria investigación y sus denuncias respectivas. Ese crimen de la prensa hegemónica no puede quedarse en la impunidad.

Los crímenes que dicha prensa colombiana tapó a la opinión pública manipulando con premeditación y sevicia la información construyendo otra realidad, generó que generaciones enteras vivieran de espalda y sin saberlo apoyaran gobiernos que utilizaron a las fuerzas militares, como su brazo armado para hacer y deshacer. Y día a día por televisión, editorial tras editorial, las vacas sagradas del periodismo evitaron que los colombianos supieran la verdad de lo que sucedia en los territorios apartados, en los circulos de miseria de las grandes ciudades, en las entidades estatales y sobre todo facilitó a los gobiernos de extrema derecha que secuestraran a Colombia. Es cierto: Llegó la hora del pueblo.

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