Para no olvidar
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Los colombianos recordarán el 19 de junio de 2022, como el día que dejaron de soñar con un país justo y democrático para intentar hacerlo realidad. Expresándose en las urnas apostaron a la vida, la paz y la justicia social.
Los colombianos despertaron, entendieron que como pueblo tienen el deber y el derecho de encaminar su propio destino y el de sus familias. Ese día para llegar a las mesas de votación ubicadas en pueblos, veredas y ciudades, millones de colombianos se transportaron de diversas maneras: a caballo, en burro, caminando al sol y al agua e incluso en canoas o lanchas atravesaron ríos durante varias horas con la esperanza y decisión de elegir un cambio.
El pueblo de Colombia no debe olvidar jamás el día que con dignidad y valentía derrotaron en las urnas a la élite mafiosa y corrupta que les robó las oportunidades de vida por más de dos siglos.
Los colombianos no deben pasar por alto que después de décadas de un conflicto armado bárbaro que ha dejado miles y miles de víctimas de campesinos, indígenas, afrodescendientes, mujeres, hombres, niños, niñas sacrificados, lograron sacar a los depredadores que los mantuvieron sumidos en la guerra, la miseria y el atraso.
Los colombianos abrieron los ojos y entendieron que gracias a la resistencia y persistencia lograron dar un punto de giro definitivo a la historia del país para intentar por primera vez, otra forma de gobierno que ojalá pueda encaminarlo por un sendero humanitario donde tener una mejor vida con justicia social sea posible y permanente. No pueden dejarse arrebatar en corto tiempo lo que costó tanto sacrificio en vidas y despojo; pues los tiranos siguen intentando por todos sus sucios y corruptos métodos regresar al poder. Para evitarlo el pueblo debe estar preparado para volver a ponerlos en su lugar, nunca más se les debe permitir volver a gobernar, pues ya mostraron de lo que son capaces, no les tiembla la mano para robar y matar y al pueblo tampoco le debe temblar para impedirlo como ahora; que aprendan a trabajar honestamente como lo hacen la mayoría de colombianos.
Al abrir los ojos la sociedad en Colombia cambia muchas de las malas mañas miserables y perversas con las que la clase política los mantuvo en desventaja con relación a la forma de vida que tienen otras naciones en el mundo. Ahora, a los miembros de las familias privilegiadas que obtenían y heredaron el poder, les quedará muy difícil porque tendrán que respetar la voluntad popular.
Los colombianos no pueden ni deben volver a equivocarse cediendo sus derechos para entregar el mandato y el poder a dirigentes y familias inescrupulosas como las que los han gobernado. Verdaderos tiranos que sin ninguna vergüenza favorecen sus intereses robando el erario y arrancando de raíz la oportunidad de vida digna presente y futura del pueblo.
Los colombianos despertaron, se rebelaron y por primera vez le están dando la opción de gobernar a un político progresista de izquierda socialdemócrata y en quien confían y tienen puesta la esperanza de un cambio que permita generar estructuras sólidas para construir una forma de vida próspera que pueda perdurar en el tiempo.
Colombia no debe olvidar que por más de 200 años estuvieron secuestrados, acorralados, amenazados por regímenes de extrema derecha narco-paramilitar respaldados de manera cómplice por medios de comunicación que se confabularon con esta clase política criminal, corrupta y asesina. Buena parte del periodismo por no decirlo todo, históricamente ha obrado al servicio del régimen y mediante la distorsión de la realidad, a través de noticias falsas o verdades a medias que es lo mismo, ha venido maquillando la escabrosa realidad del saqueo de las arcas públicas, el despojo de los derechos ciudadanos y la violación de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad.
Los medios tradicionales se orientaron en anestesiar generaciones enteras de colombianos ocultando la verdad y causando un daño incalculable al país y la sociedad. Hoy en día persisten de manera aún más cínica en continuar haciéndolo.
Y por supuesto ni qué decir de muchos miembros de la rama judicial en sus diferentes niveles quienes se han dejado corromper, traicionando su deber de impartir rectitud en la justicia, incluyendo en esta categoría de defraudadores y traidores del mandato de la soberanía popular y del imperio de la constitución, a múltiples funcionarios de los organismos de control, quienes han obrado en contra de los sagrados intereses de la nación, ganándose a mi juicio todos ellos y los pésimos y corruptos gobernantes que hemos tenido, el calificativo deshonroso de apátridas o traidores de la patria que es lo que en últimas nos debería importar: el amor por una gran nación para todos.
Fueron los jóvenes los que dieron el primer paso cuando dos años atrás salieron a las calles en un justificado estallido social a mostrar su descontento y exigir sus derechos como ciudadanos y un mejor y digno futuro. No podían permitir que después de una pandemia les impusieran una reforma tributaria que los llevaría a más miseria. A punta de resistencia y sufrimiento lograron impedir el atropello que el infame gobierno de Iván Duque pretendió imponerles.
Muchos de los jóvenes murieron, a otros les sacaron los ojos, jóvenes mujeres fueron abusadas sexualmente, otros fueron perseguidos y judicializados arbitrariamente, en fin, otro perverso cóctel de oprobios que desplegó el gobierno Duque intentando doblegar la férrea tenacidad y la dignidad de la juventud colombiana. Una juventud digna que no cedió aunque a muchos de sus heroicos miembros les costó la vida, he aquí el patriótico ejemplo que le infundió al resto de la sociedad colombiana. La policía y el ESMAD usando fuerza ilegal se hizo presente para una vez más de manera criminal cometer actos desmedidos de violencia, se vivieron momentos de horror que quedaron registrados en videos grabados por colombianos que los sufrieron.
El mundo entero se dio cuenta que en Colombia el gobierno viola los derechos humanos, pero que a diferencia del pasado está vez los jóvenes, miles de mujeres y hasta niños, lideraron las protestas y rechazaron con vehemencia el atropello desmedido del tirano y la policía. Se comenzó a sentir una inconformidad y una especie de alianza y fraternidad entre los colombianos con una solidez tal que se hizo indestructible. Se notó que no era una alianza momentánea porque cuando se necesitó demostrar fortaleza y unión en las urnas, lo hicieron con la decisión de tomar el control de su país y de sus vidas con absoluta conciencia y dignidad. Lograron comprender que estaban viviendo arrinconados por los verdugos que ellos una y otra vez elegían y quienes se encargaban de arrebatarles sus derechos al agua potable, a una buena atención de salud, a estudiar para tener oportunidades de ganarse honestamente la vida, derecho al trabajo, a cuidar y respetar la naturaleza que les garantice la subsistencia en el planeta, y a decidir sobre los espacios del territorio en el que habitan. En fin, lograron comprender que son los verdaderos propietarios del país en que han nacido y los dueños reales de su propio destino.
Entendieron que son los jefes y mandantes de los gobernantes que el pueblo libre y conscientemente elige y que esta gran lección no la deben olvidar jamás porque deben transmitirla a sus hijos y descendientes para vigilar y elegir muy bien a sus presidentes. Muy importante también la elección de los aspirantes al Senado y la Cámara, porque es allí en el congreso donde se aprueban las leyes que decidirán el rumbo de las vidas de los ciudadanos. Escoger candidatos honestos y no vender nunca más el voto es fundamental para vivir en democracia. Quien ofrece comprar tu voto es un bandido y si eliges un bandido te va a robar tu futuro y el de tus hijos, otra gran lección que la sociedad colombiana que quiere progresar, no debe olvidar jamás.
En adelante hay que tener claro que se debe estar muy enterado de la política y de los políticos que elegimos, porque las decisiones que ellos toman nos afectan a todos y por eso es un deber estar informados para nombrar gente honesta y no caer en la trampa de creer ciegamente en políticos que nos recomienden en la prensa o televisión. Debe quedar claro que si queremos una mejor vida y el país que nos merecemos, hay que andar espabilado y enterado de los candidatos que se mueven en la política y qué proponen. Por apatía o estar mirando para otro lado, no podemos permitir que en Colombia, nos vuelva a suceder la misma tragedia de muerte, saqueo y represión.
La indiferencia permite que seamos manipulados por vendidos y criminales periodistas de medios de comunicación tradicionales, que ya conocemos quienes son y de lo que son capaces. Mienten para favorecer a sus jefes, dueños de los medios que respaldan a los candidatos de la derecha que nunca favorecen los intereses populares de las mayorías, sino únicamente a quienes se han apoderado de manera arbitraria de las oportunidades y las riquezas que legalmente le pertenecen a todos los integrantes de la sociedad de manera equitativa y en justicia social.
Ahora, queda lo más difícil que Gustavo Petro y Francia Márquez escogidos por el pueblo, puedan materializar el plan de gobierno enfrentando todos los obstáculos que existen, principalmente el del déficit presupuestario generado por el despilfarro y detrimento patrimonial ejecutado por Iván Duque durante su administración, pero especialmente durante los últimos meses.
Será indispensable la participación popular en los procesos de vigilancia y desarrollo de programas y propuestas económicas, sociales y políticas para que entre todos puedan construir el país soñado. La famosa expresión: yo no me meto en política, forma parte de una mala maña que debe ser sepultada para siempre, pero inscrita en la historia de Colombia como una pieza oscura y peligrosa de un pasado escabroso que no se puede repetir.
Los colombianos despertaron y aprendieron la lección y muy seguramente mantendrán y transmitirán a generaciones futuras la digna y democrática tradición de meterse en política para escoger o apartar a los gobernantes que no cumplen con la voluntad popular o que pretendan de forma corrupta y criminal volver a secuestrarlos como pueblo.