Regalo de Navidad y Año Nuevo
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Por Catalina Alférez
Antes del covid-19 Colombia ya estaba incluida en varios informes internacionales como el país más desigual de América Latina y de los más corruptos del mundo. Durante décadas los gobiernos colombianos han mentido asegurando que los niveles de pobreza disminuyen y respaldados por medios de comunicación cómplices, insisten en ocultar a la opinión pública la aterradora realidad.
En Colombia la desnutrición crece de manera alarmante entre niños y niñas de diferentes zonas del país y cada vez mueren más infantes de física hambre; plaga más catastrófica que el mismo coronavirus. Ya no hay manera de negar ni ocultar que Colombia es uno de los países más arbitrarios e inequitativos del planeta y que si sigue como hasta ahora, destruirá vidas sin saber a cuántas generaciones más se les robará la oportunidad de construir un futuro decente y en paz.
Para acabar de completar en 2020 llegó la pandemia y el covid-19 descolgó económicamente a millones de personas en el mundo. El gobierno Uribe – Duque en otra clara demostración de desprecio por los ciudadanos, prefirió entregar los dineros recaudados en impuestos de los colombianos a la banca privada para que estos los dieran en préstamos, obviamente con intereses como es su negocio, en lugar de haberlos entregado directamente en subsidios a la población necesitada en razón a los confinamientos obligatorios motivados por el covid-19, que produjo como consecuencia: mayor pobreza, miseria, más endeudamiento y quiebra de pequeñas y medianas empresas. La mayoría de los países envío cheques a las familias y empresarios para evitar que murieran de hambre o fueron a quiebra.
En Colombia las cifras del DANE confirman que ahora hay que añadir otros 3.6 millones de colombianos pobres y 2.78 millones de miserables o en condición de pobreza extrema. Las frías estadísticas muestran que hay 22 millones de colombianos que sobreviven con 84 dólares mensuales en extrema pobreza y 7.5 millones subsisten en la absoluta miseria con 37 dólares mensuales. Estadísticas oficiales que se quedan cortas y quizá, no reflejan la cruda realidad de los millones de colombianos que no tienen comida, vivienda, trabajo y mucho menos educación. No tienen nada, arrastran su pobreza e indigencia de manera aterradora e inexplicable y lo peor es que no hay para ellos oportunidad de salir del hueco.
A niños, niñas, jóvenes, indígenas, afros, mujeres, hombres que literalmente no tienen oportunidades que les permita cubrir sus necesidades básicas, solo les interesa que también se les reconozcan sus derechos como miembros de esta sociedad llamada Colombia.
En 2022 se abre una posibilidad real para un cambio y de no conseguirlo los colombianos seguirán liderando listas que marcan la desigualdad y los peores niveles de calidad de vida.
La responsabilidad y decisión de hacer un cambio definitivo la tienen los adultos y jóvenes que pueden votar. ¿Qué más tienen que experimentar los colombianos para tomar acción y avanzar hacia la construcción de una Colombia con nuevas oportunidades? ¿Cuántos muertos más se necesitan para entender que Colombia es de todos y que sí se puede vivir en un país donde los sueños se conviertan en realidad?
Hoy por hoy el mejor regalo de Navidad y Año Nuevo que puede dar un padre de familia, un abuelo o abuela a sus hijos, nietos o nietas, es contribuir con su voto para modificar y erradicar las estructuras mafiosas y podridas de gobernantes deshonestos que mantienen a millones de colombianos sumidos en la miseria e ignorancia y al país en un atraso inmerecido que convierte la gran potencia creadora del colombiano en un inmenso capital perdido.
Mientras en Japón construyen tramos de metro subterráneo en dos semanas con 1200 hombres, en Bogotá, después de décadas de inversiones millonarias con una gerencia de Metro y burocracia inoperante, se siguen haciendo estudios para comenzar algún día el primer tramo de un metro elevado que es modelo en desuso en las grandes ciudades.
En Navidad no empaquen tantos regalos, no gasten lo que no ganan, más bien enfoquen sus energías en respaldar un cambio definitivo que los beneficie y principalmente favorezca a su descendencia para siempre. No sigan comiendo cuento de que Colombia es la democracia más estable y antigua del continente y que el comunismo va a acabar con el país.
Colombia está herida de muerte y la violación de derechos humanos es una constante. Un país que masacra y roba los impuestos que con tanto esfuerzo pagan sus ciudadanos es un monstruo que se debe desintegrar en las urnas. La democracia actual para la mayoría de los colombianos consiste en trabajar en lo que pueda, pague impuestos y no se queje si se los roban. El que se atreva a protestar es considerado vándalo y comunista y si intenta oponerse y mostrar su desacuerdo el Estado y sus instituciones con sus fuerzas de coerción “letal” como el Ejército, la policía o el ESMAD sale a implantar orden con la mayor brutalidad y salvajismo para aplacar cualquier rezongue popular.
Lo que necesita Colombia en estos momentos es que las grandes mayorías de sus ciudadanos indiferentes se comprometan a participar en la construcción de un nuevo país. Que se conviertan en agentes activos de cambio y participen votando. Ese puede ser el mejor regalo de Navidad y Año Nuevo que merecen sus hijos y sus nietos.