Votar en blanco es irresponsable y mezquino
Cuota:
«Si eres neutral en situaciones de injusticia has elegido el lado del opresor». Desmond Tutu
Es indiscutible que votar en blanco también es un derecho, pero hacerlo en momentos cruciales cuando salvar a Colombia debería ser una prioridad que la convierta en una verdadera democracia, es un acto de cobardía y mezquino que ya se cometió en 2018 y hoy vemos los nefastos resultados.
Para elegir presidente en 2022 hay propuestas de candidatos que respaldan la implementación del acuerdo de paz y pretenden fortalecer la economía: «impulsando actividades productivas, atacando la evasión fiscal y disminuyendo el uso de energías fósiles para contrarrestar el cambio climático».
Con esa perspectiva no hay excusa para que un colombiano con dos dedos de frente entienda que votar en blanco no es oportuno, patriótico ni inteligente. ¿Cuántos desfalcos y saqueos más, cuánta más gente viviendo en la miseria, cuántas otras masacres, cuántos niños muertos de hambre y clanes mafiosos tienen que haber para que los colombianos reaccionen y voten por un cambio estructural?
Es momento de votar con pasión por Colombia, el país que decimos amar, hoy más que nunca nos necesita. Llegó la hora de tomar decisiones que beneficien a la sociedad en general y dejar de estar tan acomodados en la injusticia; eso no es sano desde ningún punto de vista.
La propuesta de pacificar el país y robustecer la economía deberían considerarse argumentos más que suficientes para escoger un gobernante que plantea comenzar la reivindicación democrática, clavando las primeras vigas donde se pueda soportar el nuevo país. Colombia es una democracia de papel, su legitimidad está sustentada en una Constitución que desde hace décadas se desconoce y se viene profanando período a período de manera descarada.
Colombia ha sido convertida en un entramado corrupto donde con excepción de unos cuántos jueces, ninguna de las instituciones ejerce con honradez ni a cabalidad las funciones asignadas constitucionalmente. La mayoría están entrelazadas para cumplir un objetivo macabro: sostener gobiernos inoperantes y burocráticos con fines de impunidad y avalar vínculos con mafias de todo tipo que funcionan a su aire sin que nada ni nadie los detenga.
Toneladas de coca salen de Colombia, se incauta la droga en avionetas privadas que de manera descarada han sido cargadas hasta por miembros de la policía e incluso se descubren siembras de coca en la finca de un embajador y las autoridades judiciales no producen resultados desconociéndose la ley y la Constitución. Se limitan a considerar esos crímenes como «tragedias familiares», mientras las autoridades suelen ser muy efectivas cuando se trata de otros ciudadanos y delitos comunes. Lo que se volvió costumbre: aceptar que la «ley es para los de ruana».
Los tentáculos de corrupción ya llegaron a límites inaceptables, pues los procesos que podrían generar resultados y consolidar justicia para todos en democracia, se archivan y sirven para nutrir la impunidad. De manera que para el proceso electoral de 2022, votar en blanco, si bien es un derecho, resultaría lesivo para los intereses de la Patria.
No somos ciudadanos franceses, suizos o alemanes viviendo en una democracia real y moderna, y donde votar en blanco sería para demostrar un descontento. En estos momentos un voto en blanco en Colombia no aporta, por el contrario resta y promueve la permanencia de los mismos que han desangrado al país robando tierras, matando, despilfarrando y apropiándose ilegalmente del erario.
Lamentablemente algunos tibios y cómplices políticos y periodistas, opinan que votar en blanco es una buena decisión porque así, demuestran su desaprobación con ciertos candidatos. Repito, en un entorno político normal y democrático esas decisiones serían viables, pero en un país bañado en sangre y carcomido por la impunidad, desigualdad, violación de Derechos Humanos, corrupción o dónde el desplazamiento campesino ya se cuenta por millones y los asesinatos selectivos de líderes sociales deberían ser inadmisibles; no se puede ser tan mezquino y falto de empatía. Ir a las urnas para dejar un voto en blanco es ponerse del lado de la inequidad, mediocridad, injusticia y contribuir conscientemente con el caos.
Hace unos días murió a los 90 años Desmond Tutu, el sudafricano Nobel de Paz y héroe de la lucha antiapartheid que se fue de este mundo dejando grandes enseñanzas entre ellas su inolvidable frase: «Si eres neutral en situaciones de injusticia has elegido el lado del opresor».
Seguramente si Tutu hubiese sido colombiano y tuviera que votar en 2022, sería consecuente con su pensamiento y conducta y jamás se le hubiera pasado por la mente votar en blanco.
Recientemente el mundo pudo ver a través de las redes sociales a miles de colombianos, especialmente jóvenes, marchando en exigencia de sus derechos consagrados en la Constitución que han sido violados desde el grito de independencia.
La desigualdad en Colombia viene siendo alimentada por sus dirigentes a través de los siglos posteriores al rompimiento con la Corona, lo que se implantó fue el rezago del autoritarismo español practicado por sus descendientes gobernantes (criollos) encubiertos en un simulado distanciamiento del sistema explotador y saqueador español, pero que en el fondo mantuvo las mismas relaciones de dominación señorial sobre el campesinado vasallo relegado a obedecer ordenamientos que la mayoría no entendían, pero que eran de forzoso cumplimiento.
Esta situación ha llegado hasta la actualidad con algunas graves modificaciones, atravesando el siglo XX siempre acompañado de violencia sobre quien se atreviera a expresar su desacuerdo y condenando a Colombia a un estado de aletargamiento sumiso entumeciendo la dura realidad a través del tiempo. Así se les niega a las mayorías a participar de las decisiones sobre su país y sus propias vidas, imponiendo el discurso de que quiénes mejor conocen los destinos de la Patria han sido y son estos ineptos y malintencionados gobernantes, parte de una casta que se perpetró en el poder y por eso hemos visto cómo gobierno tras gobierno, ministro tras ministro repiten en las diferentes administraciones sumergiendo al país en el caos y miseria.
Desde mitad del siglo pasado hasta nuestros días la descomposición moral de quienes han ingresado a la política ha venido incrementándose de manera desmedida aumentando la combinación entre saqueo y asesinato porque si bien el objetivo siempre fue aprovechar y robar los bienes del país, le introdujeron luego el ingrediente macabro de asesinar masivamente a la oposición, haciéndolo extensivo a la población campesina acusándolos cínicamente de subversivos. ¿Quiénes más indefensos que ellos cuando a sus tierras llegaban los diferentes grupos armados?: paramilitares, guerrilleros, ejército a los que tenían que aceptar en sus hogares humildes y servir como ellos ordenarán con la violencia que imponían y la intimidación que ejercían con sus armas. Luego, cínicamente los gobiernos de turno los señalaban de colaboradores de cualquiera de esos grupos como si hubiera sido posible oponerse a asesinos armados que les imponían su voluntad obligándolos a abandonar sus tierras, muchas veces después de violar y asesinar miembros de su familia, generando una romería o desplazamiento forzado hacia los cinturones de miseria de las grandes ciudades, porque un campesino sin tierra es un limosnero más.
Respaldados por las Convivir el paramilitarismo y los terratenientes se apoderaron de grandes extensiones de tierra, llegando incluso a imponer presidentes y hoy quieren seguirlo haciendo a sangre y fuego con masacres en las ciudades tal como lo hicieron en el campo.
La miserable respuesta de Iván Duque ante las exigencias de miles de colombianos en las calles, fue sacar la policía y el ejército para masacrar a la juventud y los manifestantes en un acto extremo de desprecio por las vidas de quienes se atreven a exigir el cumplimiento de sus derechos constitucionales. Lo vimos, el mundo también observó que después de las masacres y el abuso ejercido a los marchantes, Duque en un acto de extrema criminalidad y alevosía se presentó en cuarteles y CAI a respaldar a las fuerzas militares y de policía, incluso vistiendo sus uniformes y prácticamente de manera ilegítima estableció de hecho la pena de muerte en Colombia. Por todas éstas y muchas razones más es que no se debe votar en blanco.
El momento histórico de conseguir el cambio y enfocar las fuerzas productivas del país hacia una verdadera democracia, ha llegado. No nos engañemos en Colombia no se vive en democracia.