¿El ego o el amor al país?
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El mundo está cambiando. Estamos viviendo uno de esos momentos históricos en los que ya no estamos en la calma antes de la tormenta: estamos en el epicentro del huracán. Lo predecible ha dejado de ser predecible. Los protocolos ya no son los mismos. Las reglas del juego han sido redefinidas y muchos líderes mundiales no entienden qué está pasando.
En momentos como este, cada decisión cuenta. A veces es mejor esperar y “pasar de agache” que lanzarse al ruedo sin conocer las consecuencias.
Por eso resulta desconcertante que ayer el gobierno de Colombia haya tomado la pésima decisión de no permitir el aterrizaje de dos aviones con deportados. Primero, porque esas personas, al no regresar a Colombia, siguen encarceladas en Estados Unidos, y su situación probablemente sea peor que la de volver a su país. Segundo, porque Estados Unidos tiene el derecho soberano de deportar a ciudadanos en situación irregular, aunque muchos cuestionemos el aspecto humanitario y económico de ese proceso. Y tercero, y lo más importante, porque esta decisión puso a Colombia en la mira de un socio estratégico. Fue una decisión egocéntrica de Petro que podría costarle caro a un país económica y políticamente frágil.
La represalia de Estados Unidos no tardó en llegar. De manera implacable, dejó claro quién pone las reglas del juego económico, militar y mediático. En un solo día, Colombia enfrentó un aumento de aranceles del 25%, lo que reduce su capacidad de competir en el mercado global. El café colombiano, símbolo nacional, ahora es más caro que el de sus competidores, lo que limita sus ventas o reduce las ganancias de los productores. En un solo día, los sueños de estudiantes, empresarios, trabajadores y familias colombianas se vieron truncados con el cierre de visas. En un solo día, los ciudadanos colombianos se convirtieron en blanco de inspecciones más rigurosas, al igual que toda la carga proveniente del país.
Colombia tiene más de ocho millones de personas en el exterior. Aunque no existe un censo preciso, el éxodo masivo de colombianos causado por la violencia y la falta de oportunidades es innegable. Ahora, el aparato migratorio estadounidense ha recibido órdenes de identificar y deportar al mayor número posible de colombianos indocumentados, sin importar las consecuencias.
¿Está satisfecho el ego del gobierno? ¿Ganó algo con esta decisión? Porque lo que consiguió no es ni pan ni circo. Solo habrá más arrestos y deportaciones, menos ingresos al país, y menos libertad de movimiento para sus ciudadanos.
Al final del domingo fue bueno aceptar el error y con ello mostrar algo de humildad. Trump, con su estilo implacable, dejó claro que su autoridad no se cuestiona sin enfrentar graves represalias. Hay que entender esto y dejar de jugar con fuego. Porque lo que está en juego no es su ego, sino el futuro de Colombia.

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