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Cómo ganamos la Copa del Mundo

Cómo ganamos la Copa del Mundo

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Por César Luis Menotti

Madrugada del 26 de junio de 1978

Argentina acababa de salir campeona del mundo por primera vez en su historia y en el Hotel Plaza los jugadores celebraban la consagración. En medio de la fiesta, el director técnico, César Luis Menotti, recordó que tenía una promesa por cumplir. Y ahí estaba, como siempre, Vicente “El Negro” Nieva para acompañarlo.

Menotti había prometido que si la Selección ganaba la Copa daría una “vuelta olímpica” al Obelisco. Y lo hizo. Con la logística de Nieva, su amigo inseparable, un héroe anónimo —como lo definieron algunos periodistas— dentro del plantel campeón.

«El Negro Nieva era el planillero, la llenó con los datos de los cuatro que íbamos a dar la vuelta: Saporiti, Poncini, Pizzarotti y yo. Saporiti era el técnico y planificaba los movimientos. A mí me dio la orden de correr como un diez atrasado, pero en cualquier momento -cuando él me gritara- yo tenía que pasar al ataque o sea agarrar la punta del pelotón. Pizzarotti hacía la punta al principio, Poncini iba de último y Saporiti se quedaba por la mitad.

-A eso de las cuatro y media subimos a la camioneta y mientras íbamos para el centro nos empezamos a cambiar. Nos pusimos la camiseta de la Selección con el escudo de AFA, el pantaloncito negro, las medias negras y zapatillas en lugar de botines porque teníamos miedo de caernos. Cuando llegamos, Nieva estacionó la camioneta en un hueco que encontró y yo vi por la ventanilla que todavía había más de cien personas festejando. En ese momento me dio una vergüenza bárbara. Poncini fue el primero que se animó. Saltó a la calle y empezó a hacer precalentamiento por la Nueve de Julio. Había unas chicas que también estaban vestidas con una camiseta celeste y blanca y se puso a correr con ellas. Después se tiró Pizzarotti y también Saporiti. Ya no tenía excusas. De afuera me gritaban. . .

-Bajá, miedoso, no arrugués, cumplí tu promesa. . ..-Como la cosa se estaba demorando demasiado, el Negro Nieva me intimó como si fuera un árbitro.

-Bueno los equipos a la cancha. . .

-Y abrió las puertas de la camioneta. Ya estaba jugado, salté a la calle y empecé a correr. En seguida me di cuenta que nadie me reconocía. Era demasiado sorpresivo para la gente que estaba ahí festejando y no tuvieron tiempo de darse cuenta. Corrí, corrí y de pronto escuché que Saporiti me grita. . .

-¡El diez al ataque!

Entonces me apuré y los pasé a todos. Iba fenómeno, pero cuando terminé de dar toda la vuelta al obelisco viene un tipo de frente y me reconoce. . .

-¡Menotti!

-Pegó un alarido que se debe haber escuchado en todo Buenos Aires. Entonces sí, la gente se dio vuelta y se me tiró encima. Por suerte ya estaba cerca de la camioneta y alcancé a meterme antes de que me agarraran. El Negro puso primera y salimos a los piques. Algunos nos siguieron en auto, pero los perdimos. Todavía no me explico como lo hice. A veces voy con el auto y me tapo la cara pero igual me reconocen. En cambio esa noche pude dar la vuelta al obelisco; y si no es por ese hombre nadie se daba cuenta. En el viaje de vuelta para el lado de Libertador nos reíamos como pibes. La promesa que habíamos hecho hace unos cuantos meses estaba cumplida.

-Nos cambiamos, paramos en Tabac a tomar un par de cafés, y a las seis y media de la mañana llegué a casa. Me sentía muerto, totalmente agotado. . .

Ilustración: Héctor Martínez.

Revista El Gráfico. Edición N°3065. Día 5 de Julio de 1978.

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