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Drácula, la psicopatía, el positivismo, el control psiquiátrico y las neurociencias

Drácula, la psicopatía, el positivismo, el control psiquiátrico y las neurociencias

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“Verán, la verdad es que me metí en un par de líos en el centro de trabajo y el tribunal decidió que soy un psicópata. ¿y cómo voy a discutir con un tribunal? Desde luego, pueden apostar lo que quieran a que no lo haré. Con tal de que me saquen de los puñeteros campos de guisantes estoy dispuesto a ser cualquier cosa que se les meta en la cabecita, psicópata, perro furioso u hombre lobo, porque, francamente, no tengo ningún interés en volver a ver un azadón hasta que me muera. Ahora van y me dicen que un psicópata es un tipo que pelea demasiado y jode demasiado, pero no lo veo muy claro, ¿qué opinan ustedes? Quiero decir que ¿cuándo es “demasiado? (…)” ALGUIEN VOLÓ SOBRE EL NIDO DEL CUCO.[1] KEN KESEY.

“…se creía efectivamente que la prisión producía algo: hombres virtuosos. Pero hoy se sabe, y la administración es perfectamente consciente de ello, que la prisión no produce nada parecido (…) la sociedad elimina, al enviarlas a la cárcel, a personas a quienes ésta aplasta, suprime físicamente; una vez quebradas, la prisión las elimina al liberarlas, al devolverlas a la sociedad; en ella, en la vida en prisión, el trato que sufrieron en ésta, el estado en que salieron, todo se conjuga para hacer que la sociedad, infaliblemente, las vuelva a eliminar y las devuelva a la cárcel (…) recordará que, cuando visitamos Attica, nos hablaron de las cuatro alas del edificio y de los cuatro corredores (…) me enteré, siempre por el mismo ex interno, que había un quinto corredor del que no nos hablaron (…) es lisa y llanamente la máquina de la máquina o, mejor, la eliminación de la eliminación, la eliminación en segundo grado: el pabellón psiquiátrico”.  MICHEL FOUCAULT, [2]

Por David Teleki Ayala

“El aceptar que el cerebro tiene que ver con todas nuestras conductas despertó el interés no siempre bien motivado y éticamente justificado de los líderes de países desarrollados que lo han puesto en el centro de la escena con mega proyectos internacionales, comenzando por la década del cerebro en 1990 y los proyectos BRAIN 2014, HBP (HUMAN BRAIN PROJECT) 2013 y RRI (responsable research & innovation) que se extenderán hasta el 2025. Los fondos dedicados son enormes y el avance de los medios de comunicación los internacionaliza aumentando aún más su poder. En el fondo representan el valor acordado a su conocimiento en el ser humano. Es el órgano considerado sede de sus ventajas como especie. Si el hombre conoce a la naturaleza de su cerebro, conocerá luego a la naturaleza toda y el universo y así podrá controlar, modificar, crear ¿el homo deus de Yuval Harari? ¿mega torre de babel en marcha, tendrá igual fin que su antecesora” GUILLERMO JAVIER NOGUEIRA. Médico y psicólogo argentino.

¿La psiquiatría es una seudociencia de contenido y efectos políticos? ¿Las enfermedades mentales podrían ser un mito? ¿La psicopatía como categoría psiquiátrica y mediática padece de artificialidad, ambigüedad, no demostrabilidad experimental? ¿la psicopatía es un concepto político que pretende afectar los sistemas normativos y que se corresponde con una suerte de positivismo renovado (reloaded)? ¿Se ha renovado el positivismo desde las denominadas neurociencias? ¿El contenido, naturaleza, historia y fundamentos de las disciplinas psiquiátricas dan cuenta de una violación permanente -con una justificación falsa- de los derechos humanos? ¿la inimputabilidad no puede ser ampliada para incluir a nuevas enfermedades mentales porque con ello se pretende medicalizar el derecho y hacer más eficiente e intrusivo el control punitivo? ¿Las neurociencias deterministas son cantos de sirena[3] de un nuevo Estado Totalitario y cientificista?  ¿cómo entra en esta película la creación de monstruos sociales?

Monstruos y Certezas

Dos constantes de la historia del pensamiento son: la búsqueda incesante de certezas (la pretensión de eliminación del azar), y el miedo a la muerte o a lo desconocido. Por eso se forman paradigmas -en todas las disciplinas-, sobre los que gravitamos nuestras infinitas inseguridades y se construyen (clasificaciones, clases, categorías) monstruos, herejes, brujas y toda suerte de representaciones del mal absoluto (enemigos, otredades, anormalidades).  Nos importa por ahora, que asistimos a la inauguración de un nuevo mundo feliz que promete erradicar o solucionar el conflicto humano con el conocimiento científico del cerebro. En esta dinámica, surgen ejes del pensamiento universal regularizado, científico y “legítimo” que se autentican como verdades absolutas, y sofisticados (renovados) artefactos de control y disciplina que, más que nunca, ponen en peligro la libertad.

Cesare Lombroso

Las neurociencias son “cantos de sirena” (Hassemer) que están cautivando con su promesa de poner de triunfador al determinismo en la batalla por las respuestas definitivas sobre la conducta de los humanos.  La correlación entre libertad, culpabilidad y responsabilidad está sometida a embates ideológicos con las neurociencias, teniendo como caballo de batalla a algunos datos científicos, un lenguaje técnico, tecnologías aplicadas y fuentes cada vez mayores de recursos económicos globales que ven despreciativamente a las áreas que conocemos globalmente como la cultura.[4] 

Esta nueva ideología de la “solución total” al “problema” de la “causa” de la conducta humana, en casi todas sus versiones, desde las ultra extremistas (deterministas duros) hasta moderados compatibilistas[5] (que conciben que puede haber determinismo en el reino de la naturaleza compatible con la libertad en el reino de lo moral y lo político), componen todo un cuadro muy parecido a cualquier escenario electoral. Los hay para todos los gustos, pero casi todos se permiten olvidar, incluso, que hace bastante tiempo en el campo de las ciencias naturales, no hay una sola consecuencia necesaria y, por el contrario, campea la aleatoriedad, correlación, la probabilidad, la relatividad y la alternatividad, mejor dicho, olvidan que no existe correlación demostrada entre los factores psicológicos (lo mental) y la dinámica de las conexiones neuronales (lo corporal), lo cual significa, obviamente, no ha habido nadie -un problema irresoluble- que resuelva el dilema mente-cerebro.[6]  

“Los científicos por el contrario, seres humanos al fin, pueden tener ideologías, ambiciones e intereses con los que guían sus investigaciones. Las tecnologías adicionalmente entrañan el peligro de que los sujetos creadores/desarrolladores, cuando las materializan, lo hagan en función de algunas de esas ideologías y/o de los diversos intereses en juego. Dicho de otra manera, es más probable que se desarrolle aquello que produzca réditos según valores o reglas de mercado. El financiamiento a su vez, puede direccionar la investigación y el desarrollo según su origen (…)

“Es verdad que los descubrimientos y lo que surge de ellos puede ser valorado como neutro o indefinido en términos de buenos o malos, beneficiosos o perjudiciales, más no así su uso y aplicaciones. Aquí reside la paradoja de ensalzar la ciencia pura e independiente por un lado e ignorarla según los fines e intereses del usuario-consumidor del del productor vendedor”. [7]

Aunque sabemos por experiencia que los paradigmas se rompen y los monstruos no existen, es el poder quien nos suministra discursivamente a unos y a otros a lo largo del tiempo.  La ciencia, entonces, puede ser y de hecho es un componente de las relaciones de poder: en el caso de la Psicopatía (vista como instrumento de la ideología científica) sirve para crear etiquetas, concebir nuevos monstruos, modificar el sistema legal, influenciar la jurisprudencia, inocular miedo, alterar los contenidos de las penas, en fin, afectar derechos humanos. De paso servir a otros propósitos coetáneos pero eficaces: entretención y comercio.   Lo que creemos saber y a quienes creemos odiar nos lo dice el poder, lo instruye el poder, lo inocula el poder a través de la ideología, que también se nutre de postulados de ciencia, amarillismo periodístico, populismo punitivo, ignorancia, prejuicios e instituciones para decidir políticas punitivas: conformar grupos poblacionales de riesgo, reformas legales, eliminación de los derechos humanos, medicalización del derecho, etiquetamientos y estigmatizaciones. 

Para el caso del derecho penal y las neurociencias se reclama en este escrito que debe ponerse la mayor atención a esa simbiosis que se cierne entre derecho y medicina, por tener mucha similitud con aquella entre Iglesia y Estado (Szasz) que no conocía límites ni oposición. La preocupación es, sobre todo, porque en este renovado debate entran en juego los pilares de la libertad y su contrapartida la responsabilidad.  

Thomas Szasz

En nuestras latitudes la inimputabilidad ha sido tradicionalmente un elemento del delito bastante refundido en los anaqueles de las ciencias médicas, quedando como reducto de juridicidad solo la necesidad reiterada de su definición como una declaración exclusiva de los jueces, la exigencia de la conexión psicológica de la “enfermedad o trastorno” con los hechos punibles y la libertad probatoria. Sin embargo, en vista de lo que acá llamamos neopositivismo mediático cada vez más se amplían las potencialidades determinantes de los peritos dentro de las actuaciones penales, tal vez porque ni siquiera se discute en el plano del derecho penal si realmente existe algo que se llame enfermedades mentales.  Damos por sentado una serie de conocimientos y permitimos se permee nuestra ciencia jurídica, se amplíen la inimputabilidad o se reduzca la imputabilidad. Por ejemplo, ante la palabra esquizofrenia ya se quiere imponer el sello de la inimputabilidad a pesar de que las pruebas indiquen que el personaje recordaba, premeditó, planeo y gustó del placer de matar.  ¿Que no pudo controlar sus impulsos? ¿Que eran fuerzas irresistibles e insuperables que lo impulsaron a matar? ¿Que no tenía elección porque el acto era el estallido de sus pasadas condiciones que algún día tenían que explotar con víctimas y sangre? ¿Que no solo debe analizarse la razón del agente, sino también sus emociones, y que, por tanto, aunque pueda tener bien la inteligencia se le podría atribuir inimputabilidad porque sus emociones defectuosas lo determinaron a matar? ¿si alguien sabe que hizo el mal, pero como no se podía controlar por sus fallas emocionales, podrían los jueces de todas maneras declarado inimputable si se les admitiera -a los psicópatas- en el rango de las enfermedades o los trastornos mentales? 

Primer mapa de facultades mentales diseñado por Sivartha

Pensamos que en la inimputabilidad debe haber grandes restricciones y las posiciones conservadoras en la jurisprudencia son protectoras de la libertad como ideario social. No debe ampliarse la inimputabilidad; hay que tener cautela con la ampliación de listas de las enfermedades y trastornos mentales; no claudicar ante las aparentes certezas científicas y prevenir del abuso de tecnologías sobre la mente.

Desde hace unos treinta años esas nueva tecnologías o artefactos del poder, son las neurociencias, y su estandarte en materia criminal lo tienen en la psicopatía, todo en medio de una cadena de impulsos políticos en grandilocuentes declaraciones de los líderes mundiales, y descomunales inversiones de fondos públicos a costa de otros ámbitos del pensamiento. Para la realización de estos gigantescos programas multilaterales y de complejos intereses, se parte siempre de una estructura de poder ya montada de vieja data que es la psiquiátrica y sus instituciones. Y se suma a este popurrí, la influencia de los “datos”, las redes, la divulgación poderosa de los sistemas de información.  Son instrumentos sofisticados que penetran con más profundidad en las conciencias colectivas y privadas; por ende, pueden alterar el curso de acción del sistema judicial penal en todas sus estructuras y contenidos. 

Los denominados “psicópatas”, que nadie sabe quiénes son (dicen el 1% de la población mundial y el 25% de la población carcelaria); que nadie sabe dónde se esconde su supuesta maldición (enfermedad, déficit, disfuncionalidad, alteración), ni cuándo harán su aparición en búsqueda de víctimas[8], son los nuevos “vampiros” que usa el nuevo positivismo recargado para hacer perdurar algunos saberes e “instituciones totales”, modificar las leyes e influenciar decisiones judiciales en el sistema penal. 

No es casual que se quiera usar a los vampiros como ejemplo de cómo la sociedad concibe estos seres (o entidades) en los que carga sus propias debilidades; ya el hilo conductor entre antropología del delito, psiquiatría criminal, neurociencias del crimen, biología del delito, psicología criminal y la imagen de un monstruo terrorífico (animalesco, anormal, no humano, involucionado e irredimible[9]) del siglo XIX lo había puesto el propio Stoker.  Nos servimos de los vampiros porque, nos dicen en todos los programas de televisión, que también se multiplican como los psicópatas: No es un monstruo individual, es uno que se propaga como las plagas. Por esto, tal vez, el porcentaje de psicopatía en pocos años no sea del 25% de la población carcelaria, como dicen los datos de los divulgadores, sino del 50%, ya que seguramente las actuales circunstancias terminarán de acabar con “la salud mental” de todo el planeta.  

«El psicópata americano» interpretado por Christian Bale

Para Netflix y Hollywood el psicópata y el vampiro están mimetizados (hablan los “neuropsiquiatras” de un psicópata integrado[10] entre los muchos que hay “clasificados” y “descubiertos”). Entonces, se trata de sujetos que se camuflan entre los normales y que deben ser identificados con algún método: si a los vampiros se les pretendía descubrir con el ajo, espejos y su fastidio por la cruz, a los psicópatas con imágenes cerebrales, diagnósticos y el test Robert Hare (Canadá 1934)[11]. Ninguno, vampiro o psicópata, tiene redención, cura o sanación (o tratamiento rehabilitador) en lo absoluto y son la encarnación del mal o el reflejo de una alteración de la evolución humana; nos dicen estos informadores que los psicópatas se camuflan muy bien, gozan de inteligencia y pueden mimetizarse con extrema facilidad, igual que el conde Drácula; en ambas historias luego de descubrir al monstruo, tarea que está acompañada de muchísima literatura, tratados, noticieros, seminarios, conferencias, premios mundiales de ciencia y jurisprudencias de intereses amorfos, viene la necesaria expiación del pecado o del mal para defender a la sociedad de un monstruo con apariencia humana:  Internamiento involuntario en instituciones, y en el futuro, aplicación de fármacos y tratamientos físicos con tecnologías o neurocirugías.  La producción mundial está en alza, pero en tiempos de paz, porque en tiempos de guerra la psicopatía se diluye con el patriotismo y el valor. ¿Quién va a calificar a un héroe de guerra de psicópata?

Test de Hare

Con ambas figuras nacen sus correspondientes expertos: el vampiro-logo y psico patólogo y con estos expertos una disciplina del saber para conformar y defender, la vampirología y la psicopatología.  Estas disciplinas creadas ambas para identificar y eliminar el enemigo tienen ínfulas de ciencia:  de los vampiros solo se podía conocer lo que hacían, esto es, la estadística, y a partir de allí hacer deducciones sobre su personalidad acopiando relatos de víctimas, aglomerando bastante teología, observando retratos o pinturas representativas de vampiros y mucha fe en “su ciencia”.

¿cómo sucede en la psiquiatría, aún apoyada por las imágenes cerebrales que son la última tecnología que permite fotografiar la actividad cerebral? Igual: de todos los “anormales” o psicópatas pues solo se puede conocer lo que se observa que es la conducta, sacar estadísticas, componer grupos y subgrupos, clasificar, mirar resonancias magnéticas, llenar el formulario Hare y decidir un tratamiento. No se ve ningún patógeno, aunque se use el sufijo Pathos que traduce enfermedad. No se observa ninguna anormalidad química ni física medible, no se ve virus, bacteria, tumor y sin embargo se denomina enfermedad. En las enfermedades mentales tampoco hay etiología (causas, origen de las cosas).  Pensamos, entonces, que la maldad extrema no es locura, y que tampoco la locura es realmente una enfermedad porque no hay nada que se pueda ver en un laboratorio y pueda ser objeto de curación. 

  

«Bedlam», hospital psiquiátrico de Londres.

Ahora bien, los nuevos expertos que se ubican desde la psiquiatría (o el control y el saber dirigidos a la psiquis), apoyados en las neurociencias (o lo que de ellas interpreten), gestionan relaciones de poder institucionalizadas, permanentes, violentas, paternalistas, jerarquizadas y violatorias de garantías. Basta con imaginar los efectos devastadores de un diagnóstico de psicopatía para una persona. Basta con suponer que no cederán ante la tentación de actuar a prevención desde el Estado medicalizado (sería imperdonable políticamente no salvar a prevención a alguien de las garras de un psicópata); basta con imaginar un sistema penal dominado por los médicos o psiquiatras, tratando a la sociedad como enfermos, sometiendo a masas con sus aires paternalistas, benefactores y altruistas; instrumentalizando, experimentando, haciendo adictos a los fármacos, controlando personalidades a través de tecnologías de intervención directa al cerebro y regentes de un nuevo orden de felicidad. 

Las similitudes entre la figura vampiresca de Bram Stoker y los psicópatas también puede ser vista en las personalidades (estereotipos) que los representan en cine y televisión (donde ha habido una evolución desde el expresionismo alemán de “Nosferatu” 1922[12], pasando por el clásico Lugosi, hasta el seductor hollywoodense Brad Pitt): como seres dotados de encantos e inteligencias poderosas; atractivos y radiantes (como Ted Bundy), sofisticados y misteriosos como Aníbal Lecter (que era psiquiatra). 

«Drácula» interpretado por el actor húngaro Bela Lugosi.

Los mensajes que nos llegan desde los mass media, en todo caso son extraños, ambivalentes e incitadores. ¿Será que, así como se dice que la psiquiatría construye al enfermo mental, se puede decir que la televisión gesta a los psicópatas?  ¿Será cierto que cada día hay, de verdad (con datos a la mano) más gente que se descubre responde a las características del psicópata? ¿por qué se quiere calificar, incluso, a toda la sociedad mundial como psicopática?  ¿habrá alguna causa para que se estén incrementando la presencia de rasgos psicopáticos en la gente?

«Nosferatu«, película dirigida por F.W. Murnau

Hay una línea muy delgada entre Drácula y el derecho penal medicalizado, biologicista, neurocientífico, determinista y positivista. El vampiro es el delincuente nato de Lombroso, puesto que, de allí, de la descripción de l’uomo delinquente 1876, tomó STOKER la figura de DRÁCULA (novela de 1897). La conexión es profunda entre estas figuras. De ambos cuentos surgieron narrativas sociales y políticas poderosas; el vampiro encarna todo el mal de la moral victoriana; el psicópata encarna todo el mal de la actualidad que se supone un mal objetivado o científico, esto es, causado en alguna zona del cerebro (lóbulos frontales), referido a alguna conexión deficiente, es decir, medible y controlable desde las ciencias del cerebro[13]

Esta nueva cruzada contra una nueva “patología mental” involucra al derecho penal de manera profunda, porque esta categoría o supuesta enfermedad mental -de las que se vienen construyendo cientos desde las convenciones científicas y de grandes multinacionales- está relacionada con el delito, la seguridad pública, el terror mediático, la medicalización penal, y una eventual alteración de la imputabilidad.  Los psicópatas son los nuevos “delincuentes natos” (Lombroso) de cualquier totalitarismo biologicista, positivista o cientificista.  Responden a la necesidad de deshumanizar a algunos, incrementar la seguridad policiaca, y achacar la maldad humana a algo. ¿no fue él, fue su cerebro? 

Tales serán las similitudes, de las cuales nos servimos didácticamente, que los psicópatas al igual que los vampiros tienen a sus cruzados mundialmente conocidos. Si Drácula tenía a Van Helsing[14], los psicópatas tienen a su Robert Hare.[15]

Un neopositivismo

No es nuevo, en todo caso, que por el camino de creer que el mal es una enfermedad, pues por lógica deductiva se concluya que todos somos enfermos porque somos depositarios del mal. Ya lo han dicho desde la psiquiatría y en el fondo dichas opiniones son las que sustentan todos los multimillonarios programas estatales de Salud Mental desde que se declaró la guerra contra la locura, así como se declaró la guerra contra las drogas, y la guerra contra el terrorismo islámico.  Tres guerras sin enemigo visible y conducidas de entrada hacia el fracaso, no sin antes desgastar toda una infraestructura burocrática que se come a manotadas gran parte de los presupuestos de las grandes potencias mundiales.  Szasz, líder de la antipsiquiatría lo expone al referirse a lo dicho por Leonard Ballak (profesor de psiquiatría en New York School of Psychiatry y portavoz de la psiquiatría comunitaria en años 60): que el mensaje que Kennedy pronunciara el 5 de febrero del 63, en el que declaraba la guerra  a la enfermedad mental como cruzada del siglo XX -todo con el fin de “investigar y conocer las causas de la enfermedad mental-”, era como la “carta magna de la psiquiatría comunitaria , puesto que había sido dirigida a salvaguardar y garantizar , en una medida hasta ahora inimaginable, un derecho  humano básico-el privilegio de la salud mental”.

Decía Dostoievski en los hermanos Karamazov:

“Esto también lo sabía el Gran Inquisidor y lo formulaba mejor: <hemos corregido tu obra y la hemos basado sobre el milagro, el misterio y la autoridad. Y los hombres se han alegrado de ser conducidos otra vez como rebaño y de que el terrible don (la libertad) que tantos sufrimientos les reporta, fuera por fin extraído de sus corazones>”. [16]

Como bien lo resalta Szasz, no hay nada nuevo en estos programas o proyectos de una vida feliz, de asegurada felicidad para los humanos, de erradicación del mal o de eliminación de los riesgos de la vida. Se trata del mismo discurso esperanzador que camufla la eliminación de la libertad humana del que alertaba el “Gran Inquisidor” en este fragmento de la novela “Los hermanos Karamazov” de Dostoievski.

Ballak veía en el asesinato de Kennedy una prueba más de que el mundo estaba en manos de locos malos que lo habían matado -igual que a su asesino también demente- y que ello justificaba paradójicamente su cruzada por la salud mental.  Y no era para menos, pues hay que recordar que fueron absueltos por insania, todos los que atentaron contra tres presidentes de los Estados Unidos (contra ANDREW JACKSON en 1835, Teddy ROOSEVELT en 1912 y REAGAN en 1982). Extraña coincidencia que en cada uno de estos eventos el resultado judicial haya sido insania mental de los magnicidas y se hayan originado nuevas reglas en materia de inimputabilidad en los Estados Unidos.

En un supuesto mundo de enfermos mentales, la cruzada por su extirpación y sometimiento, por lógica, tiene en el mundo psiquiátrico a sus renovados inquisidores perseguidores del mal. Una misión de tal envergadura, naturalmente, hace que los agentes de esta cruzada sean inmunes al debate y la confrontación, pues su labor es sagrada, benefactora e irrebatible. Dudar hoy de la real entidad científica de la enfermedad mental, es igual que haber dudado de la herejía o la brujería en la época de las persecuciones (que algunos identifican erradamente con la edad media, cuando la verdad es que las grandes persecuciones se desataron en el renacimiento). Es más, negar la enfermedad mental es una prueba más de la enfermedad mental, igual que en épocas de inquisición negar la brujería era indicio de su práctica. Dudar de la benevolencia del psiquiatra es inmoral per se, igual que hubiera sido el controvertir al inquisidor. ¿Cómo confrontar a alguien que se supone viene a hacer el bien y lo representa? ¿Si todo es por el bien del “paciente”, qué de malo puede haber en dicha tarea?

“La resurrección y gloriosa ascensión de Lombroso la vemos también aparecer en las actuales investigaciones cerebrales. Tanto en los simposios internacionales como en ciertas publicaciones, vemos extender mapas de cortes cerebrales y un vocabulario que no se escuchaba desde la época del antiguo y reputado profesor italiano Benigno Di Tullio. Recordemos su intervención al celebrarse el segundo Congreso Internacional de Criminología en Paris, en octubre de 1950, en la que parecía reducir la conducta criminal a un fenómeno cerebral. Una de las principales causas de la criminalidad residía, para este autor, en una anomalía cerebral, es decir, había que analizar el vínculo del desarrollo ontogenético del cerebro y las funciones internas de los lóbulos frontales”[17]

Drácula era extranjero, de Europa oriental (Transilvania, hoy frontera Rumania y Hungría), de costumbres extrañas, católico (la novela de Stoker es de moral victoriana anglicana), dotado de magnetismo y, además sexi[18]. Un ser atávico[19], cuyo cerebro estaba en estado no evolucionado, tal y como se describe por los manuales “expertos” al “cerebro psicópata” y se describía al delincuente nato del positivismo biologicista. 

Vemos el gran impacto de estas investigaciones, charlas, estadísticas, mercado, titulares de prensa, etiquetamientos y entrevistas neurocientíficas (ampliamente divulgadas) sobre “psicópatas” en medio del clima que vivimos, y sus graves implicaciones para los derechos humanos, que siempre resultan los más afectados cuando de “higienizar” el mundo se trata.

El mundo sigue segregando: existe racismo exasperado; la migración es vista como una plaga[20] y no un intercambio de culturas; existe un miedo insuperable a lo extraño, “anormal”, ajeno, “al otro”; se propaga un desprestigio de las ciencias jurídicas y del sistema carcelario; una publicitación de la ciencia como panacea incontrovertible[21]; hay incremento de la discriminación por pobreza y marginalidad; casi que unánime es la aceptación de la mejora como propósito científico sin barreras éticas; la presión que ejerce la super población mundial; los nacionalismos en boga ganando terreno en la política; catástrofes naturales; incremento de la delincuencia organizada en las grandes ciudades; la pérdida de influencia de las ciencias sociales[22] en los presupuestos estatales; la influencia de la internet y sus fake news científicas o seudocientíficas; la cada vez mayor problematización de la incertidumbre; reclamos populares con impacto político de seguridad y eficacia en el orden penal; la necesidad de acotar el discurso a la practicidad; la generalización y objetivación a ultranza y eliminación de la individualidad y la diversidad; la homogeneización de los seres humanos en categorías ambiguas y variables a pedido de la ciencia o la política; la expansión de la farmacología como una nueva utopía de desarrollo humano; el miedo a morir, a matar, a envejecer, a la inseguridad de la vida[23].  

Cuando se definen en política criminal a los grupos poblacionales que generan riesgos sociales, siempre terminan agrupando a los mismos sospechosos de siempre: pobres, marginados, desadaptados, inmigrantes, colonizados etc.  El reto de toda la vida, cuando aparece rampante la ciencia con su ideología prometedora de la felicidad y la paz, ha sido contener el fantasma siempre presente de la eugenesia[24].  En el mundo de hoy y de ayer, muchos conocimientos científicos o meramente especulativos como la “ciencias positivistas” y las neopositivistas como las neurociencias, lo único que generan es separación, exterminio, discriminación e indignidad para los grupos de personas, que siempre débiles, están a merced de cualquier experimento.  Mezclar biología y derecho nunca ha tenido buenos resultados.

“el miedo a los débiles de la mente y un ataque concertado a los inadecuados mentales alimentó el nacimiento de la eugenesia, la ciencia de la buena reproducción. Los expertos animaban a los <bien nacidos> a reproducirse, y tratar de crear obstáculos para evitar la reproducción de los inadecuados. Cuando sus consejos no bastaban, se contemplaba el aislamiento en manicomios, o incluso, la esterilización forzosa”[25].

A finales del siglo XIX y principios del XX se consolidó con fuerza que los locos (enfermos mentales) eran así debido exclusivamente a sus cerebros deformes y defectos de genética. La nomenclatura adoptada desde que se concibieron las ciencias psiquiátricas ha sido variable, pasando a llamar esquizofrenia[26] a la demencia juvenil o precoz, enfermo mental al lunático o maniático[27] pero manteniendo el etiquetamiento y la posibilidad latente de la eugenesia. Más aún, con avances científicos publicitados del presente.

“en la primera mitad del siglo XX, este consenso llevó a que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, citando estos resultados de la ciencia médica, aprobara la esterilización involuntaria de los enfermos y los deficientes mentales. Según memorable frase del juez OLIVER WENDELL HOLMES, al enfrentarse a un caso de supuesta falta de desarrollo mental, “tres generaciones de idiotas son suficientes”. No pasó más de una década tras esa decisión judicial para que la Alemania de Hitler llevara estas ideas a su conclusión lógica: con la participación activa y entusiasta de muchos psiquiatras alemanes, enviaron a miles de pacientes mentales a las cámaras de gas (más de 70000 fueron gaseados en solo 20 meses, comenzando en enero de 1940)”. [28]

“El riesgo, como nueva etiqueta de peligro, ha arropado también espacios criminológicos. Se habla hoy de una criminología actuarial, basada en cálculos de probabilidad a la manera como lo hacen las empresas de seguros”[29]

Vimos que de Drácula se decía que su cerebro no era evolucionado, porque se suponía que se había quedado en un estadio anterior, igual que se lee por algunos neurocientíficos sobre los psicópatas cuando se pregunta por los posibles orígenes de la conducta criminal del psicópata, pues se ha entendido que el altruismo y la empatía son mecanismos evolutivos de supervivencia; por ende, la humanidad evolucionó y superó (como un rezago) al psicópata que debió quedar atrás en la era de los cazadores. Los cambios experimentados por la humanidad, pasando de cazadores a agricultores, vendrían aparejados de cambios de las emociones sociales. De necesitar la especie un asesino sin piedad para cazar debía evolucionar a un ser humano más racional y sosegado: el agricultor. Por ende, dicen estos neurocientíficos, los psicópatas son seres involucionados. 

Todos estos conceptos producirán cambios legales (fines y contenidos de las penas o medidas de seguridad; derecho penal a “prevención científica”, peligrosismo totalitarista)[30] sin esperar al momento en que supuestamente se verifique la “causalidad” de la conducta humana, porque no se trata de elementos de ciencia, sino elementos políticos. Recordemos que, a la fecha, sin embargo, lo que tenemos en el campo de la psiquis siempre es un agente observador de conductas (psiquiatra), que identifica patrones observando números, que las encuadra en categorías clasificatorias, saca estadísticas, pero que carece de la posibilidad de experimentar con su objeto de ciencia, del cual sólo tiene fotografías un poco más tecnificadas; además, reduce su margen “científico” de acción a una parte del cuerpo -el cerebro- y pierde el sentido de la complejidad por su afán mecanicista (imágenes de resonancias funcionales):

“Si asumimos que la psiquiatría -o los elementos que la componen-es una entidad que ha sido seleccionada por la evolución y que, por lo tanto, representa una variedad de comportamiento humano presente en todas las sociedades humanas, cuya carga genética predispone a sus portadores a un desarrollo vital criminal, y si esto se puede demostrar bien a través de estudios genéticos (predisposición, más que determinismo) o de neuroimagen (funcionamiento cerebral alterado), cómo podría o debería impactar esta visión de la psicopatología en los ordenamientos jurídicos existentes en la actualidad? Que los psicópatas sean conscientes de sus actos, ¿significa realmente que tienen posibilidad de elegir? (…) dado que nadie es culpable ni de la herencia genética que recibe ni de gran parte de las experiencias que modulan el desarrollo de nuestro cerebro durante la infancia y la adolescencia, ¿cómo podemos conjugar garantismo y protección de la sociedad, en general, y de las víctimas, en particular? Todo ello, teniendo en cuenta que no sólo la psicopatía constituye probablemente el factor de peor pronóstico para la reincidencia criminal (Harris, Rice y Cormier, 1991), sino que además los tratamientos habituales, o son ineficaces o incluso contraproducentes (Anderson y Kiehl, 2012; G. T Harris et al, 2007)”[31]

A pesar de estas “predicciones”, lo que podemos advertir es que las experiencias biologicistas (o del determinismo en la conducta humana) han sido devastadoras para el ser humano en cualquiera de los edificios teóricos que se elevaron en el siglo XIX y que terminaron catastróficamente en los años cuarenta del siglo XX con Auschwitz.  Ahora al modelo cientificista se le suma la imposición mediática constante, todo para resucitar viejos anhelos positivistas, racistas, neoliberales, colonialistas y reduccionistas (el todo reducido a una parte: el cerebro como totalidad[32]). 

Ningún modelo concebido en la biología se aparta de ser ideología peligrosa (algunos neurocientíficos vr. Gr. dicen de una conexión entre evolución y psicopatía)[33]: catastrófico fue el modelo Lombrosiano para las gentes del sur de Italia en un conflictivo proceso de reunificación[34]; también para negros, emigrantes, vagabundos, salvajes, mujeres casadas desobedientes y desadaptados que fueron vistos y tratados como “errores de la evolución”.  En muchas de estos encierros involuntarios en manicomios había de por medio corrupción para obtener órdenes con certificados falsos contra mujeres casadas desobedientes (ver el caso de ROSINA BULWER LYTTON encerrada por su marido BULWER LYTTON 1859), o hijos rebeldes y adictos[35], como los retratados en la serie de WILLIAM HOGART.

Para Lombroso en la segunda mitad del siglo XIX (1860), el contexto social y económico de sus teorías, es decir sus insumos y finalidades, está dado por un proceso de reunificación italiano belicoso que auspició (dogmatizo, objetivó, normativizó) los etiquetamientos que los italianos del norte industrializado y modernizado ya habían hecho de los italianos del sur, a quienes había que normalizar en esa unificación nacional (por rurales, bandoleros y obviamente su piel oscura). [36]

“los miedos, reiteramos, son construidos, aunque no falten razones para crear ansiedades. El crimen se ha vuelto un valiosísimo recurso de entretenimiento televisivo y cinematográfico, en su mayoría generado en los países centrales, aunque muchos países del margen los clonan o modifican según sus circunstancias culturales, recurso sin el cual ya las industrias del entretenimiento y las comunicaciones no sobrevivirían. Ahora como nunca se intensifica la famosa regla de oro para el mercado de las escenas y noticias: sexo, deporte y crimen. Ya nadie hace esas viejas investigaciones de cuántos delitos aparecen en una semana de televisión o de cine. Las cifras son innecesarias. Lo que habría que computar es cuáles son, por el contrario, los programas, filmes, juegos electrónicos, noticias nacionales e internacionales, que no son violentos o destructivos. Aun en la cotidianidad de la vida privada, la desconfianza recíproca se instala”[37]

Hace tiempo nos preguntamos lo siguiente sobre la psicopatía: ¿La psicopatía es una categoría ideológica que se constituye ahora en bandera de la medicalización del derecho?  ¿El propio sistema institucional psiquiátrico es inquisición? ¿Las enfermedades mentales no son tales? ¿La inimputabilidad es la categoría híbrida y contradictoria que desde dentro del sistema pudre sus bases liberales más elementales? ¿La inimputabilidad extendida (ampliada) o desajustada puede ser el instrumento para la medicalización del derecho?

Dice Foucault: “sostengo la hipótesis de que con el capitalismo no se pasó de una medicina colectiva a una medicina privada, sino precisamente lo contrario; el capitalismo, que se desenvuelve a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, socializó un primer objeto, que fue el cuerpo, en función de la fuerza productiva, de la fuerza laboral. El control de la sociedad sobre los individuos no se opera simplemente por la conciencia o por la ideología, sino que se ejerce en el cuerpo, con el cuerpo. Para la sociedad capitalista lo importante era lo biológico, lo somático, lo corporal antes que nada. El cuerpo es una realidad biopolítica; la medicina es una estrategia biopolítica”. [38]

En todas las áreas del conocimiento, pero con más intensidad en el de la mente (lo psicológico, lo subjetivo, lo psíquico, o el cerebro), la tendencia es al reduccionismo y la constante es el miedo, porque los andamiajes por los que transitan sus razones, relaciones o comprobaciones son para simplificar, aterrorizar o controlar. Tanto el descubrimiento como la enseñanza de este conocimiento requieren que todo se catalogue, se clasifique, se rotule, se categorice, defina y se reduzca. Y detrás de cada tendencia existe una intención superior enmarcada en lo que conocemos como ideología cuyo insistencia histórica es Identificar el mal, señalar al malvado, carnetizarlo, estudiarlo, y finalmente eliminarlo, sobre todo cuando son inseparables el mal del hacedor, como en el caso del psicópata, porque él es el mal, pues su cerebro, que es su propio yo, es malo; si somos nuestro cerebro y el cerebro de los psicópatas es malo, pues es fácil deducir: son malos por naturaleza y la naturaleza está para ser controlada como aspiración de la ciencia. Es sencillo el silogismo que se presenta en el tema la psicopatía.

A lo anterior, debemos sumar que en este campo de lo subjetivo (biológico, psíquico, psicológico) existen varios “insuperables” que nos permiten al menos dudar de tanta promesa en el panorama neuro, veamos:

  1. el objeto de conocimiento es idéntico al sujeto del conocimiento. “los fascinante es el cerebro estudiando al cerebro” dijo alguna vez John ECCLES;
  2. Las aproximaciones a las relaciones entre el cerebro y algunas deficiencias o anomalías físicas se han dado por el lado de los daños, esto es, se conocen conexiones de las disfuncionalidades del lenguaje, por ejemplo, pero no sabemos aún cómo se produce el lenguaje. Sabemos que si se afecta una determinada zona puede generarse una falla en el habla, la vista, la coordinación motora vr. Gr, pero no sabemos cómo se causa la función o facultad;
  3. no es posible analizar al objeto material en el caso del cerebro estando vivo el organismo que lo alberga, salvo con experimentos inhumanos o constitutivos de maltrato animal. Se analizan muestras orgánicas desprendidas de cerebros vivos, pero el objeto sigue vedado al pleno conocimiento en su estado activo.
  4. Cada cerebro es diferente y plástico (plasticidad); cada conducta y acontecimiento tiene la posibilidad de moldear o modificar el cerebro; el cerebro se altera, al igual que los pensamientos a cada instante, lo que hace que captar o aprehender el objeto de conocimiento sea una tarea infructuosa (infinita) por la propia maleabilidad del órgano. El objeto de conocimiento de hoy no es el mismo de mañana si atendemos a su constante actividad.
  5. No es posible confundir al todo con sus partes, ni atribuir las conductas solo al cerebro para reducir el campo de acción de cara a las facilidades o escala del científico. En las ciencias se trabaja entonces mediante modelos que se sustituyen hasta que pierden valor o prestigio en una secuencia permanente que puede traer del pasado al positivismo, al calor de la divulgación de supuestos avances sobre el cerebro. Somos, además, seres relacionables, conectados, comunicados, cerebros en interacción que poseemos un cuerpo entero que aprehende el entorno; no somos cerebros aislados. Investigar por ende un solo cerebro, ya de por sí es un contrasentido científico si se quieren construir estamentos serios sobre conducta moral.  
  6. Digamos como corolario que no toda afectación física del cerebro produce los mismos efectos y que existen serias fallas de información sobre casos individuales, porque el análisis conductual es pobre en posibilidades de conocimiento cabal. Ahora bien, ni siquiera tratándose de una afectación visible (tumor), pues a no todas las personas un tumor en el lóbulo prefrontal los determina (causa) a asesinar a todos sus vecinos. Y no todos los afectados por una subida en niveles hormonales resultan acuchillando niños por la calle. No hay una correlación, porque todo los datos científicos que se conocen siguen siendo aproximaciones indiciarias que responden a estadísticas y casos determinados que no pueden ser generalizados ni a síndrome ni trastorno ni a enfermedad mental, ni tampoco siendo enfermedad física per se constituir causa eficiente de inimputabilidad porque, como hemos dicho, puede que el mismo tipo de tumor en la misma zona del cerebro, a la misma edad, no lleve a todos los individuos, que lo tienen, a matar sin sentir remordimiento (como psicópatas).  Ni todos los pobres se lanzan a robar, ni todos los “enfermos mentales” o físicos se lanzan a asesinar con gusto.

“El regreso de Lombroso viene con tambores. Lo triste es que los soldados del mundo de las ciencias humanas están recogiendo apresuradamente sus banderas. Tiene que ver con la permanente necesidad de legitimarse mediante el prestigio de la palabra ciencia. En laboratorios, todavía, doctores de bata blanca se ejercitan en los ritos de la verdad supuestamente incontestable, cargada de la respetabilidad que produce toda aproximación al conocimiento de traiga fórmulas numéricas o imágenes extraídas del cuerpo humano. La única certeza o, al menos, aproximación a la verdad, provendría, según el mito, de las ciencias naturales”. [39]

Lo máximo que se ha alcanzado en tecnología de observación y exploración cerebral son las imágenes[40]. De las galaxias también tenemos fotos, pero nadie se atreve a decir que se haya alcanzado certeza sobre el origen del universo. En materia cerebral estamos igual.  En esto de las divulgaciones científicas que imponen una «era” de la neuro totalidad (neuro todo, neuro ética, neuro derecho, neuroeconomía) o neuro totalitarismo, lo que encontramos es pura ideología[41] dirigida a servir al poder totalizante, igualador, normalizador y absoluto. Es decir, a la pérdida de la libertad. 

«El progreso del libertino» de William Hogarth.

“…la divulgación, si es tomada por intereses espurios[42], tergiversada, falseada, sobresaturada, retaceada o brindada sin atender a las posibilidades y/o capacidades del receptor, termina siendo lo contrario de lo buscado como propuesta éticamente responsable. Se convierte en una incorporación como reflejo condicionado. El meme o el trieme, son modelos de transmisión cultural que lo posibilitan, como señala Susan Blackmore”. [43]

“Todo este recorrido tiene un fondo mecanicista y determinista que supone resultados fijos y predecibles, pero queda una larga lista de interrogantes a tener en cuenta: ¿cómo explicar la variedad de conductas, la individualidad y aquellas conductas inesperadas en un determinado contexto? ¿cómo explicar la cultura, tan diversa y determinante? ¿cómo explicar el absurdo, el sin sentido o la carencia de finalidad? ¿Cómo explicar el arte y la creatividad? ¿cómo explicar que tengamos un mundo interior y otro exterior, y que podamos diferenciarlos e inclusive aventurarnos como Freud en sus influencias recíprocas? ¿cómo es que somos conscientes e inconscientes al mismo tiempo, que lo sabemos? ¿cómo es que nos interrogamos por la existencia del mundo, las cosas y nosotros mismos”. [44]

El peligro latente en este trinomio monstruo (el psicópata), ciencia (las neuro) y sistema penal, es latente en virtud de la proliferación de la utilización de instrumentos preventivos “civiles” en Estados Unidos (Kansas vs Hendricks 2000 sobre hospitalización involuntaria de sujetos que constituyan peligro), Suiza, Alemania, Australia e Inglaterra para personas de alta peligrosidad o gran alarma social (depredadores sexuales) y con el fin abstracto de proteger a la sociedad (very dangeruos and severe personality disorder).  Es tenebroso también si miramos los impactos para los proyectos de vida que pueden tener unos diagnósticos de psicopatía. Las legitimaciones que pueden dar a violaciones de los derechos humanos bajo la égida de proteger al individuo y a la sociedad; El abuso de la estigmatización y el etiquetamiento; La generalización de prácticas y métodos psiquiátricos abusivos y degradantes, además de involuntarios. En fin, la medicalización absoluta del derecho.

La historia de la psiquiatría está marcada por crisis de legitimación y autoridad que han tratado de solventar con el auxilio de la medicina u otras ciencias cuyos métodos epistemológicos y expresiones técnicas acopió sin mayores distingos. Una vez el encerramiento de plagó de críticas poderosas, que llegaron como una andanada desde el arte y la literatura que denunció a los manicomios como el último reducto del infierno en la tierra, la psiquiatría tuvo que mirar hacia donde migraban sus teorías y justificaciones[45]. El encierro y el imperio de los asilos había dejado una estela de protestas y sentimientos de rechazo a la psiquiatría y sus métodos.  Confinar a los locos, desadaptados, pobres, prostitutas, abandonados a su suerte en medio de ratas, peste, porquerías y tratados con brutalidad extrema. En el siglo XVIII al lado de estas instituciones financiadas y administradas por los Estados (casi toda Europa y Estados Unidos, antiguos asilos, hospitales[46], leprosarios), nacieron los alienistas, loqueros o también llamados psicólogos médicos.  Luego, a principios del siglo XX cambiaron sus denominaciones por la de psiquiatras y a sus pacientes se les llamó psicóticos. 

Poster de «Bedlam» de Mark Robson

En la era de la ilustración, esto es, siglo XVIII, la sociedad viró hacia la razón, alejándose de la superchería y la religión para explicar todos los fenómenos de la vida. La aparente satisfacción de explicarlo todo y disculparse de todo, dicho sea de paso, reduciendo todo a lo corporal y causal en el plano físico, también alcanzó a la locura, sin despojarla de su repudio, pues resulta muy fácil verlos a los locos como seres monstruosos, bestiales, anómalos desposeídos de humanidad.

¿por qué desposeídos de humanidad? Sencillo, porque si la razón (o las emociones) es lo que nos distingue de los animales, al carecer de ella incomodamos en nuestra especie. Al menos ese era el pensamiento en aquellas épocas. En Hamlet, Shakespeare se refiere a los locos como bestias o simples imágenes de humanos.   El apego de aquellas sociedades al naturalismo, biologicismo, causalismo como se llame a todo el abanico del determinismo provocó la marea de disciplinas que echaron raíces y conformaron instituciones globales, así como se convirtieron en ejes del poder disciplinario.   No se ha abandonado la idea de hacer simbiosis entre las ciencias médicas o psiquiátricas y el derecho penal, y persiste como un patrón sociológico la construcción de etiquetamientos, la monstrificación de personas y la estigmatización.  La psiquiatría, como técnica del poder, siempre ha pretendido somatizarse, encontrarse -como ciencia- en el cuerpo, verse en un microscopio, patologizarse y por eso acude a cada avance, aparente o cierto de las ciencias médicas (hoy neurociencias), para cimentar sus actividades punitivas, tales como encerrar, suministrar fármacos o psicotrópicos, hacer estadísticas, aplicar aislamientos de la comunidad hospitalaria, aplicar métodos de control físico como correas, y otro gran etc.

Entonces, en el siglo XVIII fracasó el encierro indiscriminado y vejatorio. Pero en el siglo XIX surge el hospital psiquiátrico y los psiquiatras, en un institucionalizado confinamiento que se mantuvo -al menos eso afirman- hasta finales del siglo XX. Primero un confinamiento brutal, luego uno metodológico, pero igualmente brutal, solo que con sofisticación, discurso, ciencias, tecnologías y fármacos.  Ahora se habla en su defensa de terapias alternativas, acompañamiento familiar y otras actividades que desarrollan los psiquiatras a la espera de una nueva somatización que creen les llegó con las neurociencias.  Lo cierto es que la desmanicomialización aún no termina del todo y las regulaciones legales triunfantes en Italia o Argentina con la ley 26657 en el 2010 (ley Basaglia de 1978 y la reforma de Trieste) no dejan de estar obstaculizadas. [47]

Drácula[48], psicopatía[49] y Lombroso[50]

Como me enseñaron las investigaciones de mi amigo ARMINIUS de Budapest, en vida fue un hombre extraordinario. Guerrero, estadista, alquimista, esta última actividad se convirtió en el más alto grado de conocimiento científico de su época. Tenía una mente poderosa, una cultura sin comparación y un corazón que desconocía el miedo y el arrepentimiento (…)” DRÁCULA, STOKER, 2004, pág. 355 y ss.

La psiquiatría institucional, así como la inquisición -por ello se la asimila en sus prácticas y contenidos[51]– se especializa, junto con los divulgadores y publicistas, en fabricar monstruos (herejes, brujas, anormales, enfermos mentales) al tiempo que los persigue; están ungidos sus agentes o representantes, psiquiatras e inquisidores, de poderes omnímodos como una especie de “cruzados[52]” que son.

  Los “monstruos”, seres “no humanos” que encarnan los males de la humanidad, son nada más ni nada menos que la objetivación de toda nuestra condición humana insoslayable, que no nos atrevemos a aceptar y encarar de frente.  La rotulamos, la ubicamos, la extrapolamos, la encarnamos, la señalamos, la expiamos en un chivo, pero nunca la aceptamos como nuestra. Apartamos de nuestras consciencias y con repudio, todo lo humano. Repugnamos de la condición humana y atribuimos todo lo que hacemos a otros. Nada es culpa de los hombres.

“Por más que la inquisición y la psiquiatría Institucional se hayan desarrollado a partir de distintas circunstancias económicas, morales y sociales, sus operaciones respectivas son similares. Cada organización articula sus métodos opresivos en términos terapéuticos. El inquisidor salva el alma del hereje y la integridad de la iglesia; el psiquiatra devuelve la salud mental a su paciente y protege a la sociedad de un demente peligroso. Al igual que el psiquiatra, el inquisidor es un epidemiólogo: se interesa por la incidencia de la brujería. Es un diagnosticador: determina quién es la bruja y quien. Pero también es un terapeuta: exorciza al demonio y de esta manera asegura la salvación del alma de la persona poseída. Por otro lado, la bruja, igual que el paciente mental involuntario, se le ha asignado un papel depravado y desviacionista contra su propia voluntad; se halla sometida a determinados procedimientos con los que quiere establecer si de verdad es bruja o no lo es; y finalmente, se le priva de libertad y a menudo incluso de la vida, aparentemente en su propio beneficio”

 Seres anormalizados  o monstrificados[53] (clasificados, bestializados y categorizados), como los vampiros, son los que recorren los tratados, los programas televisivos y los simposios científicos sobre psicopatía.  Campea en ellos la ambigüedad, la generalización, la acotación de datos descontextualizados y el terror televisivo.   Paradójicamente la monstrificación elude los asuntos importantes de justicia y justifica a los criminales -cuando no los convierte en estrellas del espectáculo-, pues sus actos criminales serían animalescos y bestiales, pues sólo los actos virtuosos constituirían su entidad humana. El otro lado de la luna -digamos el mal- pertenece al demonio, al mal absoluto, al sexo, o al cerebro. Nunca pertenecen esos asquerosos actos al “humano”, como si se tratara de una necesidad constante la redención de los pecados.  La “mostrificación” vende y cosifica; también sirve de instrumento a todos los totalitarismos. 

De cada asesino o criminal psicópata se reclama su apartamiento (o eliminación) y expresamos la necesidad de respuestas a sus actos en certezas de ciencia (enfermedad, falla orgánica, disfuncionalidad) que nos despojen de toda responsabilidad. Develado el “misterio” no tendríamos a qué temer, la humanidad quedaría liberada de sus temores y angustias para esta nueva utopía ultramoderna, pero todo sería a costa de la libertad.  Si bien, ya sabemos que estos seres son humanos iguales a nosotros -no son monstruos de fantasía- no aceptamos que sean demasiado humanos. Pensamos que deben estar enfermos; pensamos que deben ser anormales, que su naturaleza es bestial, animalesca y salvaje. 

Lo mismo se pensaba de Eichmann en su juicio en Jerusalén: que solo un monstruo podría haber sido capaz de haber matado a miles de judíos, y que algo especial debía haber en dicho ser.  Su cerebro debía, entonces, se analizado, dirán algunos fanáticos de “lo neuro”, porque muy seguramente nos reclamarían que EICHMANN es un defecto de la naturaleza, un daño neuronal, una disfuncionalidad. Pero resulta que EICHMANN no era ningún “monstruo”, sino que resultó ser un simple oficinista burócrata sin mayores talentos diferentes a cumplir órdenes, echar firmas y mantener el escritorio limpio.  El mal, apareció sin cachos ni cola; sin ojos brillantes, capa y colmillos: el mal resultó banal, tan humano como el bien.

 ¿Acaso alguien piensa en hacer tratados para indagar sobre el cerebro de los santos y sus obras? No, porque nuestra constante es aprehender el bien como algo propio y alejar y desconocer (cuando no negar) el mal como algo ajeno, del otro, del monstruo, del cerebro, del diablo, o de las neuronas. El cerebro de los malos está dañado nos dicen los neuro entusiastas, pero el de la gente buena no. Esto es algo que resulta ilógico y contraevidente, como si dos equipos de futbol jugaran en la misma cancha y uno de ellos echara la culpa de su derrota al terreno de juego.  Acaso, El hacer el bien no respondería, en esta lógica cientificista y determinista, a unas operaciones y funciones cerebrales iguales que para hacer al mal. Eso sería absurdo. Nos dirían los neuro entusiastas que ¿No tiene nada “anormal” en su cerebro una persona que vende todos sus bienes para regalarle el dinero a los pobres e irse a propagar la palabra del señor?  ¿Ese cerebro “altruista” sí funcionaría entonces a la perfección, pero el de un asesino serial que quiere matar a cien personas no? 

Además, parece ser que no queremos nunca hacernos cargo de nada. Creemos que la responsabilidad es un constructo que se puede evadir por obra y gracia de algún mesías[54] (liberador del pecado); que es necesario construir entes para achacarle todos nuestros males, porque nunca ha sido nuestra obra. O ha sido el diablo, los monstruos, el cerebro, el ambiente, la masturbación, los genes, la enfermedad mental lo que nos produce el conflicto social, lo que gestiona la maldad, pero jamás nosotros. Ahora dicen cosa igual: no somos nosotros, es nuestro cerebro determinado y determinista.

“Es como si la humanidad fuera incapaz de aceptar la realidad del conflicto humano. Nunca se habla del hombre como autor directo del delito contra su semejante. Siempre interviene alguien o algo -el diablo, la masturbación, la enfermedad mental-para oscurecer, excusar y tratar de no dar importancia a la inhumanidad del hombre para con el hombre”[55]

Así sucedió con Dick y Perry en A sangre Fría (de la que nos volveremos a ocupar), -a quienes se creía monstruos- puesto que la primera impresión en la gente una vez los llevaron a Garden City desde Las Vegas, fue expresada por un silencio atronador. Esperaban ver unos monstruos, esperaban ver a seres no humanos, y cuando los bajaron de las patrullas oficiales en el edificio de la Corte, lo que vieron fue un par de tipos sin nada especial: unos humanos iguales a cualquiera, unos “don nadie”. 

“Aunque ninguno de los periodistas había augurado actos violentos, varios habían predicho gritos injuriosos e iracundos. Pero cuando la muchedumbre vio a los asesinos, escoltados por los patrulleros de uniforme azul, se quedó callada, como asombrada de descubrir que tenían forma humana”.  A SANGRE FRÍA, pág. 316.

El positivismo en las ciencias penales está latente. Su campo de acción privilegiado es la imputabilidad en el entorno de la dogmática; el peligrosismo reina en la penalidad y en cada actuación de la policía; el positivismo hace parte esencial de la ideología de todo Estado Policial y soporta la criminalización conforme a estereotipos que coinciden con los miserables y desadaptados. Con las neurociencias, como una bocanada de certeza, prestigio de ciencia, tecnología y eficacia económica, las consecuencias serían peores a las experiencias que hemos vivido cada vez que se ha querido disolver el derecho en la biología, buscar causas físicas, genéticas o neuronales de la psiquis y la conducta.

No se han eliminado las abismales diferencias en las condiciones de vida, proliferan cada día los feos y anormales estereotipados y segregados  y sin embargo, regresa con bríos la tendencia -en todos los campos humanos, especialmente en el derecho penal- a adoptar como dogmas algunas categorías y conceptos pseudocientíficos y a revivir edificios intelectuales totalizantes, inhumanos y degradantes, todo con una renovada aura de certeza y seguridad que permea las instituciones jurídicas (imputabilidad-culpabilidad) hasta reducirlas o someterlas. 

Las ideas de LOMBROSO[56] y sus “amigos positivistas”, vale la pena decirlo, no deben ser reducidas a sus “descubrimientos de relación entre las formas de los cuerpos (cráneos, caras, manos) y el factor criminal”, y tampoco deben ser vistas como meros sucesos exóticos del pasado fascista de Europa del siglo XX, sino que por el contrario, son el cemento teórico elemental con el que se construiría un nuevo régimen penal científico del futuro que haría ver a los campos de concentración nazis como meros tanteos de un futuro medicalizado, controlado y distópico.[57]  Las raíces del positivismo  no están  sólo en sus abigarrados tratados de comparaciones entre salvajes y europeos y sus estigmatizaciones elaboradas través de la clasificación de caras (feas todas) y cráneos -además de publicitadas con la creación de “monstruos” de alarma social- sino que sus raíces más profundas son racismo, segregación, aniquilación de la diferencia, imposición de estéticas de control y dominación, etiquetamiento[58], estigmatización, institucionalización, mutilación de personalidades, colonialismo en todas sus formas y la eliminación de la libertad. 

“El delincuente era para FERRI (el jurista del grupo positivista para que el que todo estaba determinado y no había libertad alguna) un agente infeccioso del cuerpo social al que era menester separar, con lo que convertía a los jueces en leucocitos sociales. El filósofo MARTÍN BUBER ridiculiza esto imaginando un diálogo en el que el procesado alega ante el juez que no tiene la culpa porque está determinado al delito, a lo que el juez le responde que él está determinado a condenarlo”.[59]

Enrico Ferri

Digamos así: dentro del sistema penal liberal y desde sus albores, se ha inoculado un rezago indeterminado e informe denominado inimputabilidad, espacio que per se (por sus paradojas sobre castigo, libertad, curación, voluntad)[60] afecta toda garantía fundamental y que se legitima en una mezcla extraña entre psiquiatría y derecho con ahogo de esta última disciplina. Ahora bien, pues ampliar los márgenes del instituto, sobra decirlo, resulta más que controversial y desalentador. 

De por sí esta categoría -la inimputabilidad- revela un trasfondo difuso en derechos humanos, y por supuesto creemos que su ampliación, flexibilización, adecuación o relativización, por cuenta de supuestos adelantos de la ciencia del cerebro, es un despropósito de implicaciones inconmensurables para la libertad.   ¿Si la propia categoría es violatoria de garantías, qué podemos decir de su ampliación (de márgenes) por cuenta de la extensión del concepto de enfermedad mental (categoría indefinida), o la generalización de las medidas de seguridad (a todos los fenómenos criminales) como remedio al dilema enfermedad -curación, crimen -castigo? Nos parece, la imputabilidad en general -aún más en cuestión de enfermedades mentales, patologías psiquiátricas, enajenaciones, trastornos de la personalidad, o condiciones psicológicas-, es un injerto paradójico en el sistema penal. Un contrasentido tal vez útil, según criterios de utilitarismo puro, pero nada compatible con los elementales principios estructurales del derecho penal liberal moderno.  Las categorías señaladas en estricto sentido corresponden solo a clasificaciones estadísticas para agrupar personalidades.  

“Nada podría ser más característico del fanático de la medicina: ¡la corte es una morgue, el juez el patólogo, el acusado un cadáver. Sin embargo no se supone que la autopsia devuelva el hombre a la vida, ni que el juicio deshaga un acto criminal (…) sin embargo este paralelismo es desorientador, porque esconde la diferencia crucial que existe entre los dos respectivos objetos que se examinan; en la autopsia, un cadáver; en el juicio, un ser humano vivo”[61]

Luego de escudriñar en el cadáver de un conocido delincuente, LOMBROSO afirmó: “no fue simplemente una idea sino un rayo de inspiración. Al ver ese cráneo, una vasta llanura bajo un cielo llameante, el problema de la naturaleza del criminal, un ser atávico que reproduce en su persona los instintos feroces de la humanidad primitiva y los animales inferiores. Las manifestaciones anatómicas eran las mandíbulas enormes, los pómulos altos, los arcos superciliares prominentes, las líneas aisladas de la palma de la mano, el tamaño excesivo de las órbitas, las orejas con forma de asa que se encuentran en criminales, salvajes y monos, la insensibilidad al dolor, la visión extremadamente aguda, tatuajes, indolencia excesiva, afición a las orgías, y la búsqueda irresistible del mal por el mal mismo, el deseo no sólo de quitar la vida a la víctima, sino también de mutilar el cadáver, rasgar la carne y beber la sangre” [62]

«El hombre delincuentre» de Cesare Lombroso

La ciencia fundada por Lombroso, la antropología criminal, hoy ya abandonada por completo, estaba concebida a partir de la creación de monstruos, es decir, categorías de individuos que por sus condiciones atávicas de pasadas generaciones conciben una personalidad criminal y serían objetivamente inviables para la convivencia social, todo lo cual supone necesariamente actuación preventiva del Estado sin esperar acción delictiva. En todo caso, la psicopatía, como una palabra de moda que sugiere una intención política, nos parece puede ser el nuevo Drácula (con su mente deforme como decía Mina Harker de él) o los vampiros[63] con los que se alientan reacciones sociales, gubernamentales, legislativas (ampliación de criterios de la inimputabilidad) y jurisprudenciales (inimputabilidad disminuida, entre otras) para permitirse el paso triunfante del control psiquiátrico, médico y farmacológico en materia penal.    Y es que la misma categoría de la inimputabilidad en los juicios criminales en Inglaterra y Estados Unidos surgió con tintes políticos (están los precedentes más relevantes en USA Durhan y M’Naghten)[64]

M´Naghten

“No sucede así, en cambio, con respecto al acusado a quien se juzga en la corte: para él supone una gran diferencia, a veces de vida o muerte, el hecho de cómo se comporten el abogado defensor, el fiscal, el juez, el jurado y los testigos. En efecto, el resultado de un juicio criminal depende, a menudo más de estos dramatis personae que del acusado mismo. M’Naghten y Durhan fueron hallados mentalmente enfermos, no porque estuvieran enfermos, sino porque quienes los juzgaron querían declararlos locos. Es así de sencillo”[65]

Cuando leemos a Lombroso parece que estuviéramos escuchando a alguno de los tantos divulgadores de la “psicopatía” televisiva, que junto a neurocientíficos de hoy construyen un nuevo estado peligroso sin necesidad del delito.[66] Por supuesto que en están en juego muchas más cosas que la eliminación de propia judicialización de las problemáticas sociales, sino también otras como la libertad y la individualidad.  ¿Mediante el miedo televisivo de series diarias y en todos los horarios sobre psicópatas que asechan su casa para descuartizarlo junto a su familia, se moldea a la sociedad para recibir sin objeciones una nueva categoría psiquiátrica directamente dirigida al corazón del sistema penal para medicalizarlo o neuro-psiquiatrizarlo? ¿con esta inundación de “psicópatas” se pretendería erradicar toda oposición a modificaciones sustanciales del sistema de responsabilidad penal, tales como la generalización de las medidas de seguridad (nada de penas, solo medidas de seguridad), la aceptación de la inimputabilidad disminuida, la expansión del concepto de enfermedad mental, la “sintomatología” de la personalidad antisocial y la plena realización de la fármaco -penalidad (el psico derecho, las neuro sentencias, el neuro penal, lo psico justicia)? ¿tras bambalinas se encontrarán los críticos desaforados del sistema penal, quienes por causa de la incertidumbre e inseguridad generadoras de impunidad, ven en los jueces a los causantes de los problemas sociales? ¿Bien podría tenerse la solución -a la mano-, al reclamo y la indignación sociales, con una simple pastilla o modificación cerebral en un quirófano?  ¿para qué, entonces, los jueces y las normas del derecho, si es que el problema del “mal de la humanidad” se puede solucionar previéndolo con fármacos? ¿No es acaso más económico eso que una cárcel? ¿y si le asusta la cantidad de psicópatas que las noticias replican, no estaría usted de acuerdo con clasificarlos (a los psicópatas)[67], datarlos a todos, y aplicarles drogas para que dejen sus impulsos asesinos o sus tendencias criminales?  ¿Al final deberemos decir: ¿efectivamente, el delito es una enfermedad y para eso la cura es un fármaco? ¿Así de fácil y punto final?

No lo creemos; por el contrario, pensamos que no debería ser así porque Medicalizar el derecho es una distopía apocalíptica.

Si entonces, al mirar a los ojos a las ciencias (las de verdad) nos permitimos cuestionar sus pretensiones de certeza, así como la creación histórica de “paradigmas” que mientras tienen vigencia (es decir, ratificación y respaldo del poder) sirven a toda suerte de intereses políticos o económicos. Ahora qué decir de pseudociencias como la Psiquiatría, la criminología y afines, con objetivos epistemológicos tan ambiguos e intangibles como la mente humana, la conducta criminal, el mal, la violencia, en fin.  Se suma a ello una búsqueda insensata de causas donde lo que reinan son condiciones o múltiples factores. Nada está encausado o determinado, ni en el mundo natural ni en el mundo cultural, solo se encuentra condicionado.

Por esto decía HANNA ARENDT, que pretender conocer (controlar) al humano (que es lo mismo que reducirlo, categorizarlo, encasillarlo para enseñarlo y disciplinarlo) es algo así como tratar de “saltar sobre la sombra”[68].  Y la alerta máxima es que el positivismo de LOMBROSO -ahora remozado y fuerte con los neurocientíficos a la cabeza- asoma con poderosos bríos, sin que haya contención posible a los “avances” publicitados sobre el cerebro y una sociedad miedosa reclamando enardecida, ya no la cárcel, por su evidente fracaso (fracaso alentado y auspiciado en los mass media), sino la medicina, la droga o la solución científica radical y económica.  Ahora bien, para el manicomio, la única justificación viene siendo la peligrosidad y la alarma social. ¿La pregunta que ronda siempre es: y qué se puede hacer con los locos?  ¿acaso soltarlos para que vaguen libremente por las calles?

Siri Hustvedt

Eso se llama medicalización del derecho o peor, la psiquiatrización del derecho. O lo que es lo mismo, la reducción de lo jurídico a una cuestión de enfermedad y droga, tal y como quisieron en el siglo XX los nazis, pero con más legitimación soportada en el “prestigio” de las ciencias del cerebro pero forzando conclusiones, tergiversando avances, alterando los datos.

Tras el punitivismo o el populismo punitivo, que dizque rechaza con rabia y entusiasmo radial y televisivo las” falencias y errores” de los jueces y del sistema en general (jueces que dejan libres a psicópatas, sistemas carcelarios que son universidades del crimen, corrupción Estatal, legisladores ignorantes) y de las normas (inseguridad), se encuentra sin dudarlo la medicalización del derecho penal y allí mismo las farmacéuticas a la espera de su gran agosto. Nadie sabe para quien trabaja, y de algo estamos seguros: mañana extrañaremos las equivocaciones de los jueces. Nada peor que un mundo cierto y “seguro” pero eso es lo que nos quieren vender con pastillas e intervenciones de todo tipo (entre otras, operaciones quirúrgicas cerebrales para “ajustar, reparar o arreglar” la conducta del paciente).

“De hecho el regreso triunfal del peligrosismo positivista ya ha producido en Inglaterra una nueva legislación (2003) que prevé una sentencia adicional (indefinite public protection) para quienes han sido considerados con alta probabilidad de reincidencia. En 2005, apenas dos años después, se reportó que mil personas recibieron una sentencia indefinida.

“siguiendo este camino, en el futuro, especialistas para jurídicos deberán elaborar un diagnóstico, a la manera más tradicional de la criminología clínica, de lo que en inglés se llama DSPD (desordenes de personalidad severos y peligrosos). Generará sin duda también efectos sobre las medidas de libertad condicional y permisos de salida”

“como se dijo, Sarkozy, antes de ser presidente de Francia, ya había sostenido que era necesaria una ley para registrar menores con problemas de conducta, de manera de hacerles un seguimiento, nada más y nada menos, que desde la edad de la educación preescolar (tres años)”.

“No es de extrañar, entonces, que la repercusión de estas investigaciones tenga su versión latinoamericana. Ello se manifiesta en el Programa de Neurociencia y Criminología que fue presentado en la Asociación Psiquiátrica de América Latina, en 2001, con algunos de estos objetivos: investigar los aspectos morfológicos del encéfalo de delincuentes y criminales en particular, estudiar la capacidad de delinquir y determinar el grado de peligrosidad; determinar los aspectos neuro psicológicos de los individuos con peligrosidad predelictuosa o “social” y delictuosa o “criminal”. [69]

Erradicar el mal del planeta (un mundo feliz), parecería ser la pretensión última de quienes construyen la categoría “psicópata” o el ente psicopatía, es decir, los comités mundiales que adoptan decisiones por cuerpos colegiados y decisiones políticas sobre la conformación de las enfermedades mentales, la psiquiatría institucional, universidades[70], potencias mundiales con intereses en la denominada “Salud mental” poblacional, farmacéuticas, empresas de datos y conglomerados financieros.

Se trata de un fenómeno invasivo de ideas falsas, publicitación y propaganda de avances neurocientíficos que endilgan toda conducta (criminal) toda preferencia, gusto, malquerencia, maneras de pensar y razonar a las conexiones del cerebro. Estos formadores de opinión en resumen lo que nos dicen es que para todo lo humano existe una sola respuesta: el cerebro.

Fascina que la ciencia se inquiete por llevarnos a descubrir cuestiones que podrían mejorar nuestra existencia en la tierra con todos los que la habitamos. Sin embargo, lo que apuntamos en este artículo es a la ideología conformada por esta cantidad de propaganda que trasluce intereses oscuros de control y apoderamiento de las ciencias jurídicas por el mecanicismo, biologicismo o como se quiera llamar a ese matrimonio entre ciencia y derecho que algunos sueñan como instrumento de un mundo feliz.

Antes de que se localizara la relación entre el cerebro y el lenguaje (área de Broca y Wernicke), el alemán FRANZ JOSEPH GALL (1758-1828) se había puesto a medir cráneos de delincuentes muertos y hacer comparaciones con otros individuos para inventarse la frenología y los frenólogos que, en palabras de NOGUEIRA, pueden “los precursores del neurotodo”.  Se vende ahora la idea de erradicar el crimen, librarnos de las mentes perturbadas desde antes que se realice cualquier hecho, libranos que hijos calaveras desde antes de nacer, controlar a poblaciones siempre molestas, identificar y aislar (apartar, inutilizar o aniquilar) potenciales criminales, detener personas por su riesgo social.  En fin, reconducir todo al cerebro y asegurar un mundo sin psicópatas o de psicópatas identificados y controlados, extraídos todos de las márgenes de la anormalidad y la otredad. Tengan la seguridad que en ese futuro programa de política criminal, no van a ser etiquetados, degradados y recortados sus derechos a las clases privilegiadas, ni a las élites del poder. En estas ideologías siempre calan los desadaptados y descartables de la sociedad. 

Franz Joseph Gall

Alguna vez, desde su perspectiva, MARX pensó en un mundo sin delito en su “elogio del crimen” (MARX es exponente de uno de los grandes determinismos, como lo fue el materialismo histórico, el psicoanálisis, el darwinismo social, la frenología -medida del cráneo, la genética y ahora las neurociencias); no fue alentador el pronóstico:

“El filósofo produce ideas, el poeta poemas, el cura sermones, el profesor compendios, etc. El delincuente produce delitos (…) el delincuente no produce solamente delitos: produce, además, el derecho penal y, con ello, al, mismo tiempo, al profesor encargado de sustentar cursos sobre esta materia y, además, el inevitable compendio en que este mismo profesor lanza al mercado sus lecciones como una mercancía. Lo cual contribuye a incrementar la riqueza nacional (…) el delincuente produce así mismo, toda la policía y la administración de justicia penal: esbirros, jueces, verdugos, jurados, etc y, a su vez, todas estas diferentes ramas de la industria que representan otras tantas categorías de la división social del trabajo, crean nuevas necesidades y nuevos modos de satisfacerlas. Solamente la tortura ha dado pie a los más ingeniosos inventos mecánicos y ocupa, en la producción de sus instrumentos, a gran número de honrados artesanos”.

“podríamos poner de relieve hasta en sus últimos detalles el modo como el delincuente influye en el desarrollo de la productividad. Los cerrajeros jamás habrían podido alcanzar su actual perfección, si no hubiese ladrones. Y la fabricación de billetes de banco no habría encontrado acceso a su actual refinamiento a no ser por los falsificadores de moneda. El microscopio no habría encontrado acceso a los negocios comerciales corrientes (…) si no le hubiera abierto el camino el fraude comercial. Y la química práctica, debiera estarle tan agradecida a las adulteraciones de mercancías y al intento de descubrirlas como al honrado celo por aumentar la productividad”

Karl Marx

Ya MANDEVILLE, en su “Fable of the bees” (1705) había demostrado la productividad de todos los posibles oficios (…) “Lo que en este mundo llamamos el mal, el moral como el natural, es el gran principio que nos convierte en criaturas sociales y ocupaciones, sin excepciones; aquí reside el verdadero origen de todas las artes y ciencias y, a partir del momento en que el mal cesara, la sociedad decaería necesariamente, si es que no perece completamente”[71]

Se dice, que la primera señal que se tiene en cuenta judicialmente para probar la peligrosidad (incluso, requerida como inferencia para sustentar medida de seguridad de internación) son los hechos[72].  Entre más espeluznante el hecho, más “Tarantino” haya en la escena, más indicios de psicopatía como eximente, y de allí también parte la graduación de los efectos penales (medida de seguridad).  Los tribunales se han dejado llevar por el impacto de los hechos a la hora de evaluar si alguien realmente está supuestamente enfermo de psicopatía en grado de posible inimputabilidad. Es allí donde primero se piensa a la hora de imaginarse la mente de los criminales. Se afirma que el psicópata revela su enfermedad a través de sus atrocidades, y así lo ha entendido erróneamente alguna que otra decisión judicial. El hecho macabro es indicio de la mente pervertida del psicópata y paleta y lienzo del divulgador de la psicopatía como la nueva plaga del siglo XXI. 

Es que en tiempos de paz (en tiempos de guerra, los psicópatas si están del lado nuestro son necesarios), vienen estas oleadas de búsqueda de delincuentes natos o malos por naturaleza, y qué mejor si cuentan con certificado médico: psicópata o de rasgos psicopáticos. 

“Una vez más el punto de partida de Sartre es la premisa de que el hombre medio desea sentirse bueno y virtuoso. “el malhecho es el otro. Por esto, el tiempo de guerras es la época de que el hombre bueno tiene la conciencia más clara…desgraciadamente, uno no puede estar siempre batallando. De vez en cuando debe haber paz. Para el tiempo de paz, la sociedad – en su sabiduría- ha creado lo que podríamos llamar malhechores profesionales. Estos hombres malos son tan necesarios para los hombres buenos, como las rameras para las mujeres decentes. Por tanto son reclutados con gran esmero. Deben ser malos por nacimiento y sin esperanza de cambio”[73]

Lo que está en juego es muy importante:

“Podemos decir, entonces, que los biólogos y neuro científicos han entrado al mundo de la criminología como un elefante entra en una tienda de cristal. Traen sus banderas cargadas de radiografías, sus exámenes moleculares, sus muestras de ADN, sus neuroimágenes y sus fórmulas de dudosa aplicación científica al complejo escenario social y político. Y las roturas que ocasionan están generando consecuencias incalculables en la generación de medidas autoritarias”. LOLA ANIYAR DE CASTRO- RODRIGO CODINO. [74]

Sabemos que la psicopatía como concepto (características, variabilidad, expresión) está hasta ahora en ciernes y depende, como lo hemos advertido, del PCL-R de Hare (análisis de preguntas sobre conducta) y la resonancia magnética funcional que permite abrir una ventana hacia la hemodinámica cerebral.  Como las enfermedades mentales son productos culturales o sociales más que enfermedades de demostración física, pues la psicopatía viene a hacer parte de los listados de “enfermedades mentales o trastornos” según los alcances, cada vez mayores, de las asociaciones de psiquiatría a nivel mundial (DSM-IV o V)[75] y solo por decisiones colectivas en grandes multinacionales y centros de poder mundial. Si las enfermedades mentales, como lo veremos, son constructos sin base científica empírica, la psicopatía es pura ciencia ficción. 

En todo esto hasta la propia locura termina ofendida y reducida. De su naturaleza mística, antes de su encarcelamiento, prognosis y conceptualización en el siglo XIX[76], ya nada queda.

Se habla con insistencia de un supuesto dilema en estos casos escabrosos o sangrientos de asesinatos impactantes: ¿mad or bad? ¿Loco o malo? ¿enfermo o malo?  Entonces, según esto, basta que alguien cometa un acto macabro para que lo califiquen de loco o enfermo, lo que en nuestro entender significaría al propio tiempo la pauperización de la locura misma. A cualquiera le dicen loco: Y por ese camino, a cualquiera le dirán enfermo mental.

“Como antes se ha dicho, ya hay voces, aún muy minoritarias, pero autorizadas, que estiman que a esta pregunta, a la que viene contestándose BAD, ahora puede y debe responderse con MAD. Así como antes anticipó, Litton ha sostenido recientemente (…) en debate con la bibliografía filosófica y psicológica en inglés-que las características de la psicopatía deben conducir a la conclusión de que se trata de agentes irracionales, debido a su incapacidad para interiorizar valores y, que por ello, no existe la posibilidad de formularles un juicio de reproche moral”. [77]

También resultaría oportuno afirmar que nos encontramos ante un debate -éste de la ampliación de los márgenes de la inimputabilidad (o de la enfermedad o trastorno mental habilitante de la exclusión de responsabilidad) con la Psicopatía[78]– que ha permeado la jurisprudencia con simples sospechas (anuncios publicitarios de avances científicos especulativos) sin soporte de ninguna especie en un marco epistemológico al menos confiable.  Ya veremos cómo incluso el propio concepto de “enfermedad” en lo mental se encuentra bajo la lupa, esto precisamente por sus insuficientes contenidos experimentales; su falta de validez en todo tiempo y lugar; la ausencia de un objeto material de observación física u orgánica como objeto cierto del conocimiento, cuestiones todas que vislumbran con descaro un empeño por  “la medicalización del derecho” y el deseo de desarrollar sistemas sofisticados de control social a través de un sistema punitivo psiquiátrico, que se manifiesta las más de las veces en instituciones totales y estigmas[79] que reviven y ponen al día las más medrosas teorías o dogmas positivistas e inquisitoriales.[80] 

“luego se pusieron de moda las neurociencias. La frenología o craneología, fundada por Franz Gall fue un antecedente importante de las actuales neurociencias, según ANTONIO DAMASIO, profesor de neurociencias de la Universidad de Southern California. Retomar como antecedente el antiguo positivismo biológico es interesante, porque permite a Damasio rechazar la noción de fatalidad en la conducta humana y elude el problema del determinismo diciendo que no siempre el individuo con una inclinación delictiva pasaba al acto: el hombre es libre”[81]

Libre albedrío y determinismo.  Eterna discusión que las neurociencias actualizan

¿somos libres todos, como se supone y viene presumido desde las normas y la moral? ¿si somos libres, lo somos es la misma proporción? O, ¿estamos determinados por la biología, la cultura y la naturaleza en general? ¿Puede todo reducirse a nuestras funciones cerebrales? ¿Es válido otra vez debatir sobre el libre albedrío o el determinismo? ¿Existe un retorno del positivismo, pero aún más peligroso para las instituciones democráticas y los derechos humanos con las neurociencias y la categoría de la psicopatía? ¿vale la pena hacerse la pregunta? ¿es necesaria la libertad para la supervivencia del sistema de responsabilidad penal? ¿Se puede edificar un sistema penal sin el presupuesto de la libertad humana? ¿es necesario definir la libertad? ¿resulta útil definir, por ejemplo, la dignidad?  ¿es igual la libertad del pobre y miserable a la del rico y poderoso?

Creemos que no resulta provechoso para el derecho penal discutir sobre la existencia o comprobación del libre albedrío como elemento de la realidad; de igual manera sobre si estamos o no determinados inexorablemente por nuestra biología. Ambas búsquedas son infructuosas y estériles.  El debate hoy se da, es porque desde las neurociencias se viene advirtiendo que puede llegarse a conocer desde qué comando, sector, área, sistema cerebral se produce la actuación perversa, el mal, el crimen, la obra del psicópata. Creemos que no es posible lo que se afirma, pero lo que sí puede ser posible es que el sistema jurídico decaiga ante pseudociencias o avances erróneos o equivocados, o carentes de tal entidad y fuerza científica, pero dotados de gran contenido político. 

Discutir la existencia de la libertad o de su ausencia es caer en la trampa de este neopositivismo. Digamos, entonces, que la libertad es un producto cultural de la convivencia social y es un atributo que el Estado reconoce para cultivar la responsabilidad y mantener el orden social.  El estado debe tratar a todos sus ciudadanos como hombres y mujeres libres, no como enfermos sometidos a tutela y sin responsabilidades.   La libertad Se la entiende, se la comprende, se la intuye, pero no se la puede definir y encapsular en formula alguna.  En todo caso, es presupuesto innegable del sistema de responsabilidad. 

“en definitiva, nada de ello afecta al derecho penal, pues éste no depende en absoluto del interrogante acerca de si las decisiones de los hombres resultan determinadas en todo o en parte por impulsos o condicionantes externos, sino tan solo de la exigencia político-jurídica ajena al problema ontológico de si el Estado ha de tratar o no a sus conciudadanos como hombres libres, autónomos o responsables. No se debe renunciar a este postulado del derecho penal, y del ordenamiento jurídico, pues se encuentra su fundamento en el principio y la garantía constitucional de la dignidad humana y el libre desarrollo de la personalidad”[82]

“por otra parte GIMBERNAT ORDEIG critica dicha fórmula (la del libre albedrío), al decir que, aunque en abstracto existiera el libre albedrío, es imposible de demostrar si una persona concreta, en una situación semejante ha cometido libremente o no un delito determinado. Pretender fundar el derecho penal en el (por lo menos respecto de cada delincuente concreto) indemostrable libre albedrío es, pues, una batalla perdida de antemano; librarla, a pesar de todo, sólo puede tener como resultado aumentar la irritación de los científicos empíricos; pues es simplemente una provocación que los juristas, en materias en las que no son especialistas, pretenden darles lecciones a los que sí lo son, o rechazar cualquier clase de diálogo con ellos diciéndose irracionalmente (esto es una esfera no accesible a la argumentación) a favor del libre albedrío”[83]

“si sus condiciones personales o situaciones son normales, el autor del injusto penal podrá comportarse conforme a derecho, e infringirá la norma primaria para el caso que haga lo contrario. Ello no sucede cuando el sujeto no advierte personalmente la peligrosidad objetiva del hecho y, es incapaz de evitarlo y desconoce su antijuridicidad”[84]

La denominada psicopatía está en el centro del debate: ¿se trata de una enfermedad? ¿Si se trata de una enfermedad, tiene curación? ¿Se trata de una anomalía, trastorno, déficit, morbosidad mental? O ¿Es apenas una expresión de la personalidad malvada que posee la humanidad? ¿Es un trastorno de la personalidad más que un trastorno mental? ¿Tiene alguna base biológica su conducta antisocial? ¿tiene síntomas? ¿Corresponde a una categoría bien definida? ¿El psicópata comprende la ilicitud de sus actos? ¿El psicópata puede dirigir su conducta hacia el cumplimiento de la ley? ¿El psicópata está determinado a obrar ilícitamente? ¿El psicópata no puede controlar sus impulsos y por ende autodeterminarse? ¿El psicópata razona lógicamente, pero tiene afectadas sus emociones? ¿Entiende lo que hace, pero no se emociona o no siente empatía por quien daña? ¿Debe la sociedad protegerse del psicópata? ¿Si comprende y se puede determinar por esa comprensión es imputable?  ¿El sistema penal debe sólo evaluar la parte cognoscitiva (la razón) o también debería atender la parte emocional a la hora de definir y darle afectos a la comprensión de la ilicitud o la determinación conforme a ese conocimiento? ¿Cabe en alguna de esas dos posibilidades el sistema de las emociones humanas o solo se refiere el código penal a la parte cognoscitiva? 

Tratar de hallar la libertad en el cerebro es como tratar de ubicar cualquier concepto cultural que no tiene por qué tener un correlato biológico[85].  Además, el determinismo duro confía en una ciencia que no tiene respuestas a todo. Es bueno anticipar el futuro, pero la exploración y conocimiento del cerebro pueden llevar tanto tiempo como la propia exploración del universo.  Se ha pretendido ver en el cerebro al depositario de todos los efectos y afectos del ser humano. Así las cosas, se han trasladado las cualidades y defectos del sujeto en su integridad a una de sus partes como es el cerebro, lo cual es un error conocido como falacia mereológica: Es que definitivamente no somos cerebros con patas, ni muchos menos.

La dimensión de lo humano[86] va más allá de circuitos neuronales y se desconoce su posición como epicentro de los procesos culturales que lo modifican y moldean.  Es la interacción con los otros, la intersubjetividad lo que nos hace seres humanos y no una evolución de conexiones neuronales.

El ser humano se explica así en una dimensión que no se puede traducir llanamente con números, cifras y algoritmos, y por ende supera en todo a la simple constatación de las causas y los efectos; a pesar de estar sumergidos en el universo de las leyes de la naturaleza, el ser humano alcanza dimensiones que no están enmarcadas por las matemáticas o las reglas de la física. No somos simples hojas de un árbol cayendo, ni somos simples constataciones materiales y físicas, poseemos otras dimensiones casi todas recogidas en el término cultura.  Para definir y establecer la responsabilidad y la libertad de los hombres, basta algo más que la condición necesaria de la causalidad.

Se debe abordar su condición cultural, ambiental, motivación, emoción, etc.  El entorno social va configurando nuestra humanidad, y por ende, el entendimiento de las relaciones sociales y las reglas culturales y en general el mundo de los deberes nos permiten ser responsables. No estamos determinados indefectiblemente, aunque la condición ineludible sea hallarnos en medio de la causalidad, sin con ella confundirnos.

Son diferentes miradas con caracteres epistemológicos propios y sin bien no dependientes, si interrelacionados. Que los físicos se encargan de saber la causa física del factum, los juristas de saber cuáles normas se cumplieron o se vieron realizadas.  

“cuando una persona cumple una regla, sea del tipo que fuere, por ejemplo, cuando juega al Mus siguiendo las reglas de este juego, su actuación no puede ser explicada en términos exclusivamente causales, aunque las reglas del Mus sean condición causal de su actuación. Actuar conforme a las reglas es actuar movido por razones. Las reglas, las normas constituyen razones para actuar en el marco social y no meras causas de la actuación”.[87]

El determinismo al conllevar la extinción de la libertad es al menos peligroso para el orden democrático y la dignidad humana. Destruye los pilares del castigo y la responsabilidad y nos conduciría a resucitar a todos los “Lombrosianos” y a la medicalización del sistema penal. Sería igualmente la panacea de las farmacéuticas. Se dice que se afectaría el concepto de dolo al romperse la barrera consciencia e inconsciencia. Las acciones todas vendrían a ser inconscientes por operar mecanismos causales inconscientes (experimentos de LIBET sobre el potencial de acción) para el sujeto que serviría sólo de instrumento a su cerebro[88]

En el determinismo duro nadie vendría a hacerse dueño de sus actos. Todos quedarían sin culpa alguna. Una especie de redención medicalizada de la humanidad. Los casos penales se resolverían con drogas o en el quirófano, incluso antes de ser realmente un caso relevante al derecho penal: nada impediría actuar de modo preventivo a los Estados: ¿si ya se sabe cuál es la causa de una conducta porque no intervenir al sujeto antes de que se traduzca en un crimen? ¿Podría aplicarse un medicamento para inhibir los impulsos agresivos de por vida y evitarse un daño en la convivencia?

Se habla hoy de un “compatibilismo” que concite a las ciencias naturales y al derecho, todo sobre la base del respeto del fin (valor) del derecho penal como protector último de bienes jurídicos y la dignidad humana como presupuesto de cualquier decisión sobre responsabilidad penal.  No se trataría de conceptos excluyentes la libre determinación de la voluntad y la causalidad (base del determinismo).[89] 

Las personas van por el mundo con un entendimiento nato y se ven motivadas por las reglas sociales a ajustar su proceder a ellas, so pena de ser castigadas. Se trataría en efecto de un sentimiento sin el cual la convivencia sería imposible. Con ello tampoco se niega la individualidad de cada sujeto, ni se niega de plano que al presuponerse en todos nosotros ese sentimiento de sujeción a la ley, no se encuentre, para algunos, ese sentimiento alterado o vacío de contenido como en los que se han ubicado por ello en la categoría de psicópatas, pero que para nosotros son los agentes del mal de toda la vida. La psicopatía es el resultado de buscar razones y causas para el mal; es la constante de hallar monstruos que no se parezcan a nosotros, ahora desde el interior del cerebro. La psicopatía es una readaptación de las leyendas de vampiros, brujas y herejes, con otros “discursos modernizados” y con la idea final de encontrar la raíz de lo demoniaco:  ayer ubicada en el alma que había que salvar, hoy en las neuronas o la psiquis. 

David EAGLEMAN, profesor de Stanford (1971) trata el tema del libre albedrío desde la óptica de las posibilidades actuales de la ciencia. Explica que no tiene sentido el que la culpa asignada a un sujeto por un hecho punible sea diferente de década a década. Tal vez culpable en la primera, de pronto absuelto en la segunda, ya que las sentencias caminan más lento que los avances de la ciencia del cerebro. Cada día se descubren nuevas causas de la conducta humana en la biología del cerebro. 

David Eagleman

“…es un atentado contra la seriedad de las ciencias empíricas dar por probado lo que no lo está, con la añagaza de que ya se conseguirá en el futuro. Una ciencia empírica no puede afirmar más de lo que ha demostrado empíricamente. Las afirmaciones de totalidad referidas a fenómenos observables no comprobadas empíricamente no son ciencia, sino mala metafísica”[90]

Los casos por él contemplados para defender sus posturas cientificistas, van desde el tumor cerca a la amígdala con compromiso de su funcionalidad en el control de los impulsos y las inhibiciones y se agregan los casos de demencia frontotemporal, que es una degeneración de los lóbulos frontales. Afirma por este camino EAGLEMAN que cada cerebro es diferente y que por ende cada uno tiene su propia libertad. Unos más libres que otros.  Cada individuo formado desde antes de nacer: desde los traumas de la madre, la mala nutrición o la ingesta de drogas. Cada uno con un destino que se alberga en su cerebro, lo que constituye su “yo”, su personalidad, sus gustos, sus aversiones proviene de cada suceso del pasado, de toda una serie de interacciones químicas y físicas, de sus propios genes. Incluso de su educación, de sus recuerdos, de lo acontecido guardado en el subconsciente; todo compone al sujeto.  Afirma el autor que de él -el humano- no depende absolutamente nada, ni aquel circuito neuronal, ni aquella fobia, ni aquella obsesión, ni sus más íntimos sentimientos. 

Creemos que esta singularidad positivista de reconocer a ultranza el subjetivismo penal y hacerse a esa bandera (por antonomasia a los objetivistas clásicos), es un postulado nocivo para la sociedad democrática.

Frente a la evidencia de la ciencia EAGLEMAN simplemente se decanta por un derecho que se rinda a la ciencia; los poderosos descubrimientos de la relación intrínseca entre conducta y actividad cerebral -dice- son incontrastables: nos acercamos a una nueva era: “la neurociencia podrá decir con más conocimiento de causa por qué la gente tiene predisposición a actuar como lo hace. A medida que aprendamos especificar cómo el comportamiento se origina en los detalles microscópicos del cerebro, más abogados defensores apelarán a los atenuantes biológicos, y más jurados colocarán a los acusados en el lado de la línea de no responsable”.

En definitiva, para EAGLEMAN, “un sistema legal no puede definir la culpabilidad simplemente por las limitaciones de la tecnología actual. Un sistema que declara a una persona culpable al principio de una década y no culpable al final de la misma no tiene muy claro qué significa exactamente la culpabilidad”.[91]

Pensamos que EAGLEMAN se refiere más a algunos casos donde existe un daño (alteración fisiológica) visible, tipo un tumor los cuales son afectaciones medibles, cuantificables y empíricamente demostrables.  Pero creemos que esta preocupación está superada al menos en nuestro entorno jurídico, donde la demostración de una condición física de tal entidad libraría de responsabilidad a cualquiera si y solo sí se encuentra una correlación biológica con la conducta o está relacionada psicológicamente con la acción (no basta con la enfermedad debe haber relación entre el padecimiento y el acto). 

Se nos viene a la cabeza el conocido estilo de defensa TWINKIE (proceso por homicidio contra Dan White)[92] basado en el trastorno mental por la ingesta de golosinas: alguien había asesinado en 1979 al alcalde y otro funcionario de San Francisco (el famoso HARVEY MILK de la película de SEAN PENN del 2009)[93] y alegado ante el juez que por comer golosinas se había producido una depresión tan terrible que le hizo matar a unas personas. la condena fue por homicidio sin premeditación (solo 5 años de prisión), lo que ocasionó las protestas de la comunidad gay.

¿A quién puede culpársele por un tumor, un acto de un tercero, una sobrecarga hormonal involuntaria, o cualquier manifestación del cuerpo si realmente se demuestra una correlación entre tumor (vr Gr) y conducta? Ahora bien, ¿por qué a no todos los que tengan un tumor en el mismo sector los motivan las mismas cosas o tienen idéntico actuar? otra vez la individualidad rompiendo los moldes de la objetivación, porque es verdad incontrastable que no todos los que tengan los lóbulos afectados salen a matar a sangre fría.

Para EAGLEMAN no tiene sentido peguntarse si el libre albedrío existe y tratar de demostrarlo. En nada cambia que sepa que el sistema de las emociones también depende de la química y la física del cerebro y en casos de anomalía que no permita captar el alcance y contenido del sentimiento de sujeción a la ley, pues podrían aparecer la negación o la disminución de la culpabilidad “por no ser capaz el sujeto de cumplir total o parcialmente las normas sociales”[94].

El sistema de poder psiquiátrico y las neurociencias

Decía Foucault, sobre los pabellones psiquiátricos de las cárceles que son las “fábricas de las fábricas”. Es decir, si el derecho penal muele, el sistema penal psiquiátrico pulveriza.  Su objeto es aniquilar. No hay manera de negar la condición de castigo a las medidas de seguridad, por más retórica que se emplee en ello. Son castigo y, lo peor, es que sin defensa alguna. Son castigo y su ejecución es oprobiosa. Son castigo y se niega esa condición porque se debe mantener la coherencia a costa de toda realidad: supuestamente a los declarados inimputables se les rehabilita y protege, no les castiga porque no se les puede reprochar nada. 

En los manicomios o, como se les quiera llamar, no existen los derechos humanos.  Gobierna una pseudo ciencia inexpugnable y a nadie interesa la suerte de los locos, mucho menos si son locos-criminales.  Las medidas de seguridad son castigos, por más mansa que parezca la voz benefactora y paternal del médico o psiquiatra; su aire de bondad con los “pacientes” expresa su poder omnímodo, impasible e institucionalizado.

Así eran los inquisidores: no iban a castigar, sino a curar o expiar; su función era acompañar al alma perdida de retorno al creador; sus palabras eran de consuelo y su paternalismo era incontrastable. Todo era por el bien de la bruja; todo sea por el bien del paciente. Nunca hay maldad en los gestores del poder psiquiátrico.   

Las medidas de seguridad para el inimputable por enfermedad mental o anomalía psíquica se fundamentan exclusivamente en la peligrosidad, pues “el enfermo mental es siempre un ser peligroso que hay que encerrar y separar del resto de la sociedad, tanto cuanto ha cometido un delito. Parece ser que los conceptos de enfermedad mental y peligrosidad están en la práctica jurídica más unidos de lo que un análisis precipitado y puramente teórico del tema pueda dar a entender. El internamiento obligatorio del enfermo mental que ha cometido un delito se convierte así en el sustituto de la pena con la misma finalidad aflictiva y defensista que esta. Para ello se mitifica la peligrosidad del enfermo mental, exagerando su importancia cualitativa y cuantitativa, haciendo de ella pretexto para imponer medidas esencialmente represivas y no curativas, por más que los actuales conocimientos psiquiátricos demuestren que la peligrosidad social permanente de algunos enfermos mentales es muy reducida (…)”[95]

La inimputabilidad -en relación con cualquier hecho- como consecuencia de las denominadas enfermedades mentales, trastornos, o anomalías psíquicas es un elemento mixto entre derecho y otras disciplinas con pretensiones de ciencia. La inimputabilidad se ha querido extender a medida que se modifican los listados de enfermedades mentales, según y conforme decisiones de juntas directivas donde tienen asiento los grandes intereses mundiales del renovado positivismo. Bueno, la inimputabilidad tiene orígenes oscuros, y las medidas de seguridad son espacios donde no aterrizan los derechos humanos. Allí no juega casi siempre el prestigio médico, o científico, si no las nociones artificiosas o pseudo científicas para dotar de última y primera palabra a la psiquiatría institucional; queda un tufillo de superchería mezclada con términos de la medicina y una serie de experiencias que llevaron a la muerte o la degradación a muchos individuos, prácticas reconocidas y denunciadas, a lo largo de muchos años, como violatorias de la dignidad humana. 

En la primera mitad del siglo XX se desarrollaron en todo el mundo tratamientos somáticos (soma-cuerpo) como la ECT (terapia por electro convulsión), el coma inducido por insulina y Metrazol, y las lobotomías (que inventó Edgar Moniz y desarrollaron WALTER FREEMAN y JAMES WATTS).

Walter Freeman

Dichos tratamientos respondieron a la andanada de críticas y vacíos científicos de la psiquiatría y recelosos los psiquiatras de no tener ningún triunfo como sí los tenía en creciente número la medicina. En este propósito de dotar de alguna ubicación a la psiquiatría en este camino de hallar las causas de la locura, se pusieron de moda los tratamientos físicos. Para la psiquiatría, no dejarse aplastar por el prestigio médico, era necesario para de alguna manera conservar poder sobre todo desde las instituciones totales del Estado. Fue así como se fueron plegando a teorías médicas sobre el origen de la locura (vr gr. Las bacterias, la sífilis, etc), y empezaron a experimentar tratamientos que los emparentaran a los médicos cirujanos. Extirpar la locura les pareció algo tan normal como extirpar un tumor, aunque no supieran sus causas, su ubicación en el cerebro y efectos de sus tratamientos somáticos. 

Por simple intuición mataron a miles de personas y a otros los dejaron incapacitados de por vida.  Con las neurociencias esta somatización de la psiquiatría toma nuevos aires, se revitaliza y se publicita como la llave del futuro. Lo cierto es que la psiquiatría institucional ha sido desastrosa para la dignidad humana y el neopositivismo está al acecho para imponer cambios en las perspectivas legales, que no son otra cosa que ampliación de las posibilidades punitivas para lograr prevenir el delito, como pretensión máxima de la ciencia al servicio del derecho. El mundo asiste a una nueva era positivista que promete averiguar las causas del delito e identificar el mal en los cerebros humanos, para lo cual se sirven del modelo propuesto para la psicopatía. Según ellos, los expertos psico patólogos, la psicopatía refleja lo que siempre hemos querido encontrar:  que la maldad es del cerebro y la ciencia ayuda en su localización y extirpación.  Se dice igualmente que como lo que nos hace humanos es la razón y las emociones, los psicópatas al carecer de las segundas, carecería por deducción de su condición de humanidad; despojado de humanidad, queda la eliminación como posibilidad del Estado para proteger a su sociedad.  

Las víctimas de la psiquiatría institucional se cuentan en miles a lo largo del mundo, y entre ellos grandes luminarias de las artes y del derecho: ERNEST HEMINGWAY (1869-1961), SILVIA PLATH (1932-63)[96] y H. L. A HART[97] son algunos nombres ilustres a los que la terapia de electrochoques había matado, sí, literalmente, porque sólo días después de su terapia (ECT) se suicidaba HEMINGWAY denunciando a la psiquiatría: “estos especialistas en enfermedades nerviosas…no saben nada de escritores. Y lo que ellos originan ¡de qué sirve arruinar mi cabeza y borrar mi memoria magnífica, pero perdimos al paciente”[98]

“La adopción de estas formas variadas de tratamiento físico era una cuestión de gran orgullo para los psiquiatras, los administradores de hospitales psiquiátricos y los políticos. Había aquí símbolos visibles de la reconexión de la psiquiatría con la medicina científica y su rompimiento con el aislamiento previo y la impotencia terapéutica (…)”. [99]

La locura ha sido capturada, encerrada investigada desde el siglo XVII y a la fecha los conocimientos sobre la conducta humana siguen encapsulados en dicotomías y clasificaciones que no responden a ninguna de las grandes paradojas sobre el conocimiento de la mente humana:

Primero, ¿cómo carajos hacemos para que no sea un cerebro de alguien quien investigue otro cerebro? ¿cómo desvincularse de la dicotomía entre el todo y la parte, entre la zona y el sistema a nivel del cerebro? ¿cómo generalizar para afincar una epistemología o formar categorías de ciencia olvidando, que el cerebro de cada individuo es diferente? ¿es la psiquiatría institucional un sistema inquisitorial subsistente de manera subrepticia en el interior del sistema penal liberal?

Muchos de estos señalamientos, y realizados desde la misma psiquiatría, han conformado el movimiento de la antipsiquiatría que no escatima esfuerzos para exhibir en la psiquiatría institucional (creada en la ilustración) a un rezago de la inquisición con todas sus prácticas y propósitos. El hereje de ayer es el enfermo mental de hoy. La locura, para la antipsiquiatría, es entonces una evidente fabricación, como lo fue la herejía o la brujería. [100]  El super hereje sería entonces esa categoría del psicópata de hoy, porque además de inadaptado es peligroso, un monstruo que se oculta y debe ser sacado de su refugio en su aparente “normalidad”.

 El psicópata sería el sumun del enfermo mental, del trastornado y del anómalo, porque su enfermedad está en las profundidades, al fondo de un rostro normal, una inteligencia normal, o de cualquier buen ciudadano. Encontrarlo y cazarlo, ya con ciertas instrucciones sobre sus características, resulta la nueva tarea de la nueva inquisición psiquiátrica frente a este nuevo hereje, que igual que el anterior se oculta en su vecindario o su familia y solo mediante el experto (en las mentes humanas) o a través del inquisidor, pueden ser combatido o “sanado”.

Concilios como el 1215 (IV concilio de Letrán)[101] para combatir la herejía y declaraciones papales como en 1468[102] que selló el destino de miles de mujeres (las brujas) en Europa (sobre todo en el norte), se asemejan a las listas y clasificaciones globales de las enfermedades mentales y demás trastornos, síndromes y categorías medico psiquiátricas o neurocientíficas[103]

Si bien, ya las terapias físicas -choques eléctricos, insulina, lobotomía entre otras- fueron eliminadas (no del todo), los avances de las neurociencias parecen estar dándole un nuevo aire a los capturadores de la locura, que no contentos con clasificarla y estigmatizar, quieren conservar sus poderes a través de la farmacología y un retorno tímido a la posibilidad quirúrgica, teniendo como norte a los lóbulos prefrontales. En cualquier momento saldrán a decir que operando allí se erradicaría la psicopatología porque su mayor aspiración es que creamos en un posible “mundo feliz”, sin el mal de por medio (más que una utopía una distopía).

Un mundo perfecto sin crimen, o al menos que pueda anticiparse a él (prevenirlo en sus agentes) para evitarlo con la ciencia. Existe una línea muy tenue que separa enfermedad de pecado, y más en la psiquiatría (ahora dotada del discurso neuro), cuyas instituciones evidencian la manera como los hombres pretenden esconder el mal (su maldad esencial y constituyente) o erradicarlo de la condición humana.  El momento histórico demanda extremos cuidados con la narrativa global de datos sobre cerebro, biología, mente, conducta y tecnología.  Además, en la respuesta estatal se encuentra anquilosada una estructura de saber y burocrática abusiva que absorbe al paciente (enfermo-delincuente) y donde ni siquiera el funcionario (psiquiatra, enfermero, trabajador social) tiene margen de movilidad por los límites y funciones protocolizadas. 

Las relaciones de médico paciente (institución-institucionalizado), son relaciones de aquellas en donde una parte dispone y la otra obedece sin reparos. Un rango del poder donde se hacen perennes los roles: el psiquiatra nunca puede ser enfermo ni el enfermo psiquiatra, así uno y otro tengan los mismos “padecimientos”.  Es que es la mente de un individuo la que ausculta la mente de otro individuo, una mente que no puede abstraerse hacia la objetividad absoluta porque siempre va a estar pensando desde su subjetividad. Desde su primera persona (yo) pretende elevar los criterios determinantes de la tercera persona (él, ella, ellos). Desde el “yo creo que es así “, es decir, lo subjetivo -la primera persona del lenguaje, el yo- se construye así una verdad ajena (de un tercero, de él), no propia.

La psiquiatría al quedar huérfana de sus conexiones con la medicina, por la imposibilidad de practicar sus métodos (tratamientos) somáticos o físicos, queda vagando entre todas las humanidades recogiendo datos de múltiples disciplinas, usando un lenguaje extraído de la medicina, pero ajustado forzadamente (diagnóstico, paciente, enfermedad), creando subdivisiones de la locura (clasificando) y gestionando instituciones totales (hospitales psiquiátricos), soportada en la farmacéutica.

Ahora las neurociencias, o como se quiera llamar a un conjunto variopinto de algunas disciplinas de tipo biologicista (mecanicista y determinista), esto es, con un órgano del cuerpo como objeto de estudio, nos quieren informar sobre la conducta humana para conformar opinión popular (aceptación irrestricta y sin oposición) y dirigir acciones políticas.  Es que semejantes cantidades de recursos públicos invertidos y por invertir en eso que se ha denominado políticas de salud mental (Kennedy en los 60), la burocracia que contiene semejantes programas Estatales necesita un discurso que le legitime.

La psiquiatría hacía rato había perdido, por sus métodos de tortura, humillación, degradación y sometimiento, su legitimación.  ¿Cómo no va a resultar difícil de justificar una serie de “enfermedades” sin haber visto en un microscopio nada? ¿Sin haber medido, calculado, visto y manipulado nada en ningún cuerpo?

 Nos referimos a esas enfermedades mentales (la de mostrar es la esquizofrenia) como que tampoco tienen curación ni tratamiento que responda a criterios de observación y experimentación física.   Todos hemos visto lo que hace la locura, pero ninguno puede decir qué la causa, o si tiene alguna causa, o si responde a una causa. Nadie ha visto el germen de la locura ni la célula del mal. Pensamos que hay problemas irresolubles, y este es uno de ellos ¿por qué no entenderlo de una buena vez?

Nos es difícil reconocer, entonces, que la maldad existe, es humana y no hay relación intrínseca entre el mal y el cuerpo, o lo que es lo mismo, nos es difícil reconocernos en los hombres malos y nos prometemos el paraíso moral a través de la ciencia. Todo es, en nuestra opinión, una falacia, un vil engaño; ninguna droga puede cambiar el mundo para hacerlo feliz y justo. 

“Quizás ésta sea la razón por la que, a lo largo de la historia, los hombres se han esforzado por simplificar su tarea trazando conexiones inexistentes entre salud y virtud, enfermedad y pecado. Es como si los hombres no hubieran podido aceptar -y siguieran sin poder hacerlo- que las personas buenas pueden estar enfermas y las malas pueden estar sanas; o que los individuos saludables pueden ser malos y los enfermos pueden ser buenos”.

“Además, dado que los métodos mágicos son más fáciles de conseguir que los técnicos, no debe extrañarnos que el hombre se haya mostrado muy dotado de recursos con que transferir los problemas materiales al plano espiritual y los problemas espirituales al plano material, tratándolos institucionalmente y ritualmente más bien que técnica e instrumentalmente. Durante siglos, el hombre atribuyó la enfermedad al pecado y luchó por liberarse de la enfermedad preocupándose de su conducta moral. En la actualidad, atribuye el pecado a la enfermedad y se esfuerza por librarse del mal preocupándose de su salud”.

“en la actualidad, la medicina es venerada por prometer, a través de sus profetas, los psiquiatras, la tranquilidad moral sobre la tierra”[104]


[1] KEN KESEY (1962) ALGUIEN VOLÓ SOBRE EL NIDO DEL CUCO, RBA ediciones, Barcelona 1993, pág. 21.

[2] “Acerca de la cárcel de Attica”, en el poder, una bestia magnífica: sobre el poder, la prisión y la vida. siglo XXI editores, 2012, pág. 182

[3] El término “cantos de sirena” fue acuñado por WINFRIED HASSEMER (2011). Neurociencias y culpabilidad. Indret 2/2011

[4] Al privilegiar a las ciencias, se deja de lado siempre a la cultura, lo cual no solo es un contrasentido sino algo sumamente peligroso para las sociedades. Sería abandonar todos los conocimientos del pasado de la humanidad. “(la cultura) dicho de otro modo, sería parte sustancial del basamento para la toma de decisiones, muchas de las cuales no han otorgado el lugar de privilegio entre los seres vivos que hoy disfrutamos”. NOGUEIRA, Ob. Cit. Pág. 53.

[5] Que son al menos el 90 por ciento de los expertos en estos temas.

[6] “También se postulaba que la cabeza era la sede del espíritu, alma o esencia humana, intangible, proveniente de alguna divinidad y alojada allí, en ese órgano llamado cerebro. Éste sería el lugar donde y a través del cual se manifestaba, pero no se lo reconocía como su generador. A pesar del tiempo transcurrido, la discusión sobre la génesis de lo mental aun subsiste y se expresa de forma variable como el problema mente-materia, en cuya solución se involucran por igual filósofos, biólogos y religiosos. En el fondo la explicación para algo tan complejo como lo mental, lo psíquico, sigue necesitando poder dar cuenta de ese movimiento recíproco cabeza-periferia, dentro-fuera, objetivo-subjetivo que he mencionado como centrífugo-centrípeto. Las denominaciones cerebro y sistema nervioso añaden precisión y riqueza, pero me anticipo a señalar que de por sí no resuelve definitivamente el problema, ya que cabeza-periferia incluye interno-externo y, de un modo más profundo, yo-mundo” NOGUEIRA, ob. Cit. Pág. 24

[7] Guillermo NOGUEIRA, ob. Cit, pág. 76.

[8] No todo psicópata es asesino; y se dice que mucho menos un delincuente. Solo que si se dedica a eso lo hace sin remordimientos. Ah, si acaso es un inversor en la bolsa, ese psicópata es uno integrado dicen los manuales.

[9] ¿La única manera de acabar los psicópatas será igual que de la de los vampiros? ¿La muerte?

[10] Los ejemplos son los mismos: líderes mundiales, corredores de bolsa, señores de las finanzas, militares. Casi siempre hombres son psicópatas, mujeres no tanto, repiten en cuanto periódico hablan los divulgadores. Nunca dicen médicos ni psiquiatras.

[11] PCL o PCL-R “psychopathy checkList Revised” o lista revisada de verificación en psicopatías, que se utiliza para evaluar rasgos psicopáticos con propósitos legales, clínicos o judiciales. Creada en 1990, se basa en entrevistas al individuo y estudio de su historial previo. Máxima puntuación cuarenta.

[12] F.W. MURNAU

[13] “Dado que ya tenemos evidencias del sustrato neurobiológico de la intencionalidad de los actos humanos (…) y de ciertos juicios morales (Greene…), amén de que la alteración deliberada del córtex dorsolateral frontal derecho con estimulación transcraneal provoca que esas personas no sean capaces de resistir el impulso de aceptar una oferta injusta (…) ¿Cómo podríamos justificar que alguien fuera imputable si las áreas implicadas en la intencionalidad son disfuncionales (Gazzaniga 2008), y sobre todo, si son el resultado de una predeterminación genética o de la interacción de esos genes con acontecimientos medioambientales tempranos adversos?”. HILARIO BLASCO-FONTECILLA, OB. Cit. Pág. 519.

[14] Experto en la curación de males extraños, llamado para verificar el estado de salud de Lucy en la novela Drácula.

[15] Canadiense, nacido en 1934, profesor de la Universidad de Columbia Británica, creador de métodos para diagnóstico de la psicopatía PCL-R (Psychopathy CheckList Revised o lista revisada de verificación en psicopatías.

[16] SZASZ, la fabricación de la locura, o. cit. pág. 229.

[17] LOLA ANIYAR DE CASTRO, ob. Cit. Pág. 370.

[18] Uno de los grandes enemigos de la moral victoriana era el sexo, encarnado en la figura sexual de Drácula y los vampiros.

[19] “según LOMBROSO, existirían individuos cuya evolución no progresa más allá de los estadios previos del desarrollo humano. En otras palabras, serían ejemplo de retroceso a etapas de la evolución humana previas, atávicas. Por lo tanto, su naturaleza primigenia podía llevarlos por el camino del delito o de la locura (…) según DARWIN tenía en mente el atavismo. Por lo tanto, su naturaleza primigenia podía llevarlos por el camino del delito o de la locura (…) según TAYLOR (…) DARWIN tenía en mente el atavismo cuando sugirió que en la humanidad tal vez algunas malas inclinaciones, que a veces y sin causa aparente reaparecen en las familias, acaso sean regresiones hacia un estado salvaje del que no nos encontramos separados por una cantidad demasiado grande de generaciones”. DARIO MELOSSI, controlar el delito, controlar la sociedad. Teorías y debates sobre la cuestión criminal del siglo XVIII al XXI. Siglo XXI editores, 2018, pág. 66

[20] “un error de la criminología contemporánea similar al de LOMBROSO es la conexión, que al parecer se da por descontada (y prevalece en los Estados Unidos y el Reino Unido) entre lo que se llama “raza” en aquellos países -por lo general se piensa en las personas de origen africano-y el delito, y la conexión que se ha trazado en Europa continental entre inmigración y delito. en los dos casos estas asociaciones se realizan debido a la alta presencia dentro del sistema penal, especialmente en las cárceles, de negros en los Estados Unidos e inmigrantes (por lo general, indocumentados) en Europa continental (…)” DARIO MELOSSI, Ob. Cit. Controlar del delito…pág. 70.

[21] “por si faltara poco, los gobiernos están convencidos de que son esas ciencias las que producen un aumento de ingresos en la economía nacional, y están más dispuestos a financiar sus investigaciones que las de los restantes saberes, entendiendo que el I D i (investigación aplicada, desarrollo tecnológico e innovación) es cosa suya. Aunque esa sea una convicción a todas luces equivocada, el caso es que funciona”.  ADELA CORTI. Neuro ética y Neuro política. Ob. Cit. Pág. 163.

[22] Son varios problemas sin resolver que son verdaderos dilemas: mente-materia; innato-adquirido; interno-externo, cuerpo-alma; y PINKER agrega ciencias / artes y humanidades.

[23] “el vocabulario neopositivista ha sustituido al del positivismo arcaico. En vez de hablarse de peligrosidad social, se habla de grupos de riesgo. En realidad, es lo mismo. Solo que no solamente se teme a las personas en su dimensión individual, sino también en su capacidad de agruparse y, por eso no se han desbordado las leyes y previsiones sobre la llamada (mal llamada según muchos) delincuencia organizada, el armamentismo y el terrorismo”. LOLA ANIYAR DE CASTRO, Ob. Cit. Pág. 347.

[24] Significa “hacer bien” y fue acuñado por FRANCIS GALTON en 1883. Es la búsqueda del perfeccionamiento humano.

[25] “es mejor para el mundo que, en vez de esperar a ejecutar a descendientes degenerados por algún crimen, o de dejar que se mueran de hambre por su imbecilidad, la sociedad pueda prevenir que las personas evidentemente deficientes se propaguen. El principio sostiene la vacunación forzosa es lo suficientemente amplio como para incluir la extirpación de las trompas de Falopio. Tres generaciones de idiotas son suficientes”. Buck vs Bell, 247 US 200, 1927. Oliver Wendell Holmes, citado por ANDREW SCULL, ob. Cit. pág. 94.

[26] EUGEN BLEULER 1908, llamaron esquizofrénico al demente precoz.

[27] KRAEPELIN EMIL, 1856-1926

[28] ANDREW SKOLL, la locura una breve introducción, Alianza editorial, España 2011, pág. 19.

[29] LOLA ANIYAR. Ibidem, pág. 347.

[30] A esas categorías siempre van a llegar los mismos desadaptados y marginales de siempre. Pobres, desarraigados, lacras sociales, etc.

[31] HILARIO BLASCO-FONTECILLA, doctor en medicina, TEORÍA DE EVOLUCIÓN Y PSICOPATÍA: ¿NACIDOS PARA DELINQUIR? NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL, EDITORIAL BDEF, pág. 509.

[32] La década del cerebro arranca en 1990 (Bush), la siguió OBAMA en 2013 con el Brain working group que va hasta el 2025. El european Brain Project es del 2013 y China, Rusia y Australia tiene proyectos.

[33] “que la psicopatía pueda ser el resultado de presiones evolutivas tiene un corolario de tremenda importancia para el desarrollo de la cultura de transición del modelo de vida de los cazadores – recolectores al modelo agrícola, y para el desarrollo de sistemas legales que regulan la violencia y el crimen: de ser una entidad con valor adaptativo, la psicopatía pasa a ser un problema social, y en la actualidad se trata de un problema socio-sanitario-en tanto en cuanto los sujetos psicopáticos son tratados por los profesionales de la salud mental”. (Linda Mealey, citada por HILARIO BLASCO-FONTECILLA, ob. Cit. Pág. 511.

[34] “en esto hay cierta amarga ironía: casi daría la sensación de que el conocimiento criminológico convalidara -como un acto adicional de dominación científica-una dominación militar y de clase que ya había sido establecida, literalmente, en el campo”. DARIO MELOSSI, Ob. CIt. Pág. 73.

[35] La serie de pinturas de 1732 de WILLIAM HOGART siguiendo a la decadencia de un tal TOM RAKEWELL que terminó en BETHLEM luego de dilapidar la fortuna familiar con prostitutas.

[36] “las tropas del ejercito piamontés (para entonces, ya italiano) comenzaron una brutal represión de los campesinos “bandoleros”, que, si bien eran retratados con razón como instrumentos del régimen anterior y de la Iglesia, también se resistían a que su sociedad y cultura se viese permeada por procesos de “modernización” que no eran muy apreciados, como la conscripción masiva, los impuestos y la confiscación de tierras comunes y eclesiásticas”. MELOSSI, Ob. Cit. Pág. 73.

[37] LOLA ANIYAR DE CASTRO-RODRIGO CODINO, Manual de criminología sociopolítica, Prólogo de Raúl Zaffaroni, EDIAR editores, 2013, pág., 347.

[38] Michel FOUCAULT, la vida de los hombres infames, ediciones de la Piqueta. Madrid, 1990. Pág 125.

[39] LOLA ANIYAR DE CASTRO-RODRIGO CODINO, ob. Cit, pág. 363.

[40] Tomografía por emisión de positrones  TEP. Resonancia magnética RM anatómica y funcional.

[41] “sin embargo, como hemos visto a lo largo de estas páginas, los descubrimientos neurocientíficos no han demostrado que la libertad y la responsabilidad sean ilusiones ni podrían hacerlo sin cambiar el birrete de científicos por el de metafísicos. Y, por si faltara poco, si alguien piensa en serio que la libertad no existe ni somos responsables, lo consecuente es suprimir castigos y premios, no aplicarlos a quienes ninguna responsabilidad tienen y sacrificarles en aras de hipotéticos bienes mayores” ADELA CORTI, Neuroética y Neuro política. Sugerencia para la educación moral, tercera edición, TECNOS, Madrid, 2011, pág. 213.

[42] “en primer lugar cabe reconocer que no es casual la invocación a conocimientos científicos por parte de aquellos dedicados a inducir pensamientos y conductas. Figuran en ese grupo los llamados formadores de opinión, docentes, publicistas, expertos en marketing, divulgadores, influencers, relacionistas públicos y políticos. Brujos, magos, chamanes, médicos, curanderos, sacerdotes y algunos timadores tienen bastantes conocimientos sobre estos temas” GUILLERMO NOGUERA. Ob cit. pág. 63. Agregaría a cineastas y productores de NETFLIX.

[43] GUILLERMO J. NOGUEIRA. LA ERA DEL NEUROTODO. Uso y abuso de las neurociencias. Miño y Dávila editores, 2022, Buenos Aires, pág 16

[44] GUILLERMO NOGUEIRA. Ob. Cit. Pág. 48.

[45] La sífilis trató de dar una base patógena a las enfermedades mentales pues en un estado de dicha enfermedad se producen alteraciones mentales correlacionadas. Sin embargo no pasaron de la sífilis.

[46] Se refiere siempre BETHLEM, o BEDLEM O BEDLAM (película de 1946 con Karloff). Lugar ícono de la locura y los malos tratos, se organizaron durante el siglo 17 excursiones para exhibir a los locos como en un zoológico y se cobraba la entrada.

[47] Ley 1616 del 2013 de salud mental en Colombia.  Resolución 46/119 del 17 de diciembre de 1991. Protección enfermos mentales.

[48] Dice Mina: “en los criminales existe esa peculiaridad. Es tan constante en todos los países y los tiempos, que incluso la policía, que no sabe gran cosa de filosofía, llega a conocerlo empíricamente, que existe. El criminal siempre trabaja en el crimen.., ese es el verdadero criminal, que parece estar predestinado para ese crimen y que no desea cometer ningún otro. Ese criminal no tiene un cerebro completo de hombre. Es inteligente, hábil, y está lleno de recursos, pero no tiene un cerebro de adulto (…) el conde es un criminal, tiene el cerebro imperfectamente formado (…) carece de remordimientos”

[49] La expresión tiene alguna resonancia hacia los setenta hacía más referencia el origen social de la conducta antisocial. En los ochenta el “manual estadístico y diagnóstico de los desordenes mentales DSM III refiere al trastorno antisocial de personalidad. La nueva versión DSMIV lo definió: “la característica esencial del trastorno antisocial de personalidad es un patrón de desprecio y violación de los derechos de los demás que comienza en la infancia o al principio de la adolescencia y continua en la edad adulta” TENCA, ob. Cit. Pág 9.

[50] Se cita a HARE: “se calcula que en los Estados Unidos de América existen al menos, dos millones de psicópatas, y que en la ciudad de Nueva York viven aproximadamente cien mil de ellos. Se trata de estimaciones conservadoras; no es una condición que afecte solo a unos pocos sujetos, sino que existen muchas posibilidades de que en un momento u otro de nuestras vidas (ya para muchas personas en periodos duraderos) nos veamos afectados seriamente por el comportamiento de uno o más sujetos psicópatas. Luego añade, citando un diario español “El mundo” del 14 de julio de 1999: en Inglaterra, como consecuencia de la enorme inquietud que suscita en la sociedad la violencia causada por psicópatas, el gobierno está considerando actualmente la posibilidad de encerrar preventivamente a los sujetos diagnosticados con este desorden, aún cuando no hayan cometido ningún delito”. TENCA M, ob. Cit, pág. 160

[51] “En la medida en que la ideología que está amenazando actualmente las libertades del individuo no es de tipo religioso, sino médico, el individuo necesita protección, pero no de los clérigos, sino de los médicos (…) La justificación que se aduce ahora para una separación de la medicina y el Estado, es parecida a la que se adujo antiguamente para la separación de la Iglesia y el Estado”.  SZASZ, La fabricación de..Ob. Cit. Pág. 171.

[52] La cruzada es “La Salud Mental” como estrategia y programa político.

[53] Del inglés MOSTRIFICATION

[54] Ciencia o teología

[55] SZASZ, la fabricación de la locura, ob. Cit. Pág. 203.

[56] Que no pueden separarse de DARWIN y la evolución humana

[57] “en verdad, la realidad es que la inimputabilidad del psicópata es una reedición de la escuela positivista, o dicho de otro modo, y parafraseando a LOMBROSO, podríamos decir que el psicópata pareciera ser “la foseta occipital media del nuevo siglo”. ADRIAN MARCELO TENCA. Imputabilidad del psicópata. ASTREA, buenos aires, 2009, pág 123.

[58] “sin embargo, como se verá claramente en la teoría de DURKHEIM (y especialmente en la denomnada teoría del etiquetado o etiquetamiento), el delito es, por definición, el resultado de la aplicación de una etiqueta legal dada a una conducta o un hecho social”. DARIO MELOSSI, Ob. Cit. Pág. 68.

[59] ZAFFARONI, Raúl E, La cuestión Criminal, Planeta, 2011, pág. 100.

[60] Es castigo, pero no puede haber reproche.  Es curación y restablecimiento, pero involuntario; se hace para tutelar al paciente pero no se le pregunta por su consentimiento. Los métodos inmovilizadores y de aislamiento que son métodos inquisitoriales.  Es peligrosismo normativizado.

[61] SZASZ, La fabricación…ob. Cit. Pág 236.

[62] TENCA, cita, l’uomo delinquente. Milano, hoepli, 1876.  Recordamos que “beber la sangre” inspiró la novela DRÁCULA de Bram Stoker. El Drácula es un delincuente lombrosiano.

[63] “Drácula el monstruo creado por Bram Stoker en 1897, tenía nariz afilada, cejas abultadas y orejas puntiagudas. Stoker no fue original con el aspecto de su criatura pues se basó en un retrato del delincuente clásico que había trasado doce años antes un médico italiano. Drácula además de conde y vampiro, era un criminal nato. Este médico fue Cesare Lombroso, nacido en Verona el 6 de noviembre de 1835. A los 20 años pretendió demostrar que la inteligencia era enemiga de las mujeres; a los 24 se recibió de médico cirujano (..) su atavismo es tanto físico como mental, pero los estigmas o signos físicos son decisivos. ¿cuáles fueron los efectos de esta teoría en el derecho? Se debía estudiar al delincuente no al delito”. RICARDO CANALETTI, Crímenes sorprendentes de la historia argentina. DEBOLSILLO. Best seller. Buenos aires, 2021, pág., 228-229. 

[64] “Daniel M’Naghten, acusado de haber asesinado a EDWARD DRUMMOND, secretario de Sir Robert Peel, es absuelto como no culpable por razones de locura. Después de haber sido absuelto, fue encarcelado, primeramente en BETHLEHEM hospital y posteriormente en la Broadmoor Institution para criminales dementes, donde muere en 1865. Su caso sienta precedente como disposición M’Naghten : “para establecer una defensa sobre bases de locura, debe demostrarse con toda claridad que, cuando se cometió el acto, el acusado obraba bajo tal falta de razón debida a su enfermedad mental, que no conocía la naturaleza y cualidad del acto que estaba realizando o, en el caso de conocerla, que no sabía que lo que hacía constituía delito”, THOMAS SZASZ, la Fabricación de…ob. Cit, pág. 325.

[65] SZASZ, Ob. Cit. Pág. 237, la Fabricación de …

[66] Peligrosismo, derecho penal de autor y no de acto. Como se quiera llamar.

[67] Quienes ingresen en la categoría.

[68] Cita de SIRI HUSTVEDT. Los espejismos de la certeza, ob. Cit. pág. 27. “La condición humana”. Universidad de Chicago, Press, 1958, pág. 10.

[69] LOLA ANIYAR, Ob. Cit, pág. 377.

[70] “en su introducción a La estructura de las revoluciones científicas (1962), Thoman Kuhn afirmó que ningún grupo de científicos podría trabajar sin un conjunto de creencias recibidas sobre cómo es el mundo. Según él, antes de llevar a cabo una investigación, cada comunidad científica ha acordado las respuestas a una serie de preguntas fundamentales acerca del mundo, y estas respuestas están arraigadas en las instituciones que capacitan a los científicos para su trabajo. Kuhn, que inició su carrera como físico, sigue inquietando a sus colegas científicos porque la noción de que los fundamentos del trabajo científico puedan ser inestables continúa siendo una posición subversiva. De hecho, a menudo me ha sorprendido. Basta con mencionar su nombre para que se les pongan los pelos de punta. Con frecuencia se le tiene como alguien que quiso socavar por completo la ciencia, pero yo nunca lo he visto así. Al igual que WITHEHEAD, KUHN entendió que la ciencia descansa sobre un supuesto y no empieza por el principio (…) la ciencia normal, según Kuhn, consistía en un esfuerzo tenaz y ferviente por forzar a la naturaleza a entrar en los compartimentos conceptuales que facilita la educación profesional. WITHEHEAD, GOETHE y KUHN coinciden en que en la ciencia hay creencias recibidas. Withehead cuestiona las verdades sobre la realidad material que se establecieron en el siglo XVII y la tendencia de la ciencia a la concreción fuera de lugar, confundiendo la abstracción matemática con la realidad que ésta representa. El peligro, según GOETHE, radica en que una hipótesis duradera se convierte en una verdad, y por lo tanto, deje de cuestionarse. Para Kuhn, la ciencia normal flota sobre las creencias consensuadas, y a menudo no examinadas, que él llama paradigmas, hasta que algún descubrimiento, algún problema insoluble, hace estallar esas mismas convicciones fundacionales. Ve el cambio de paradigma como la agitación que causa las revoluciones científicas”.  SIRI HUSTVEDT, los espejismos de la certeza, SEIX BARRAL, pág 44-45.

[71] KARL MARX, elogio del crimen. SEQUITUR. España 2018, pág. 26-28.

[72] “la jurisprudencia más reciente del Tribunal supremo está modificando su postura respecto de los psicópatas considerando que en las clasificaciones nosológicas psiquiátricas más recientes, se les clasifica como auténticos enfermos mentales y, que es por tanto, un problema de graduación, pero no conceptual, el que debe decidir si se aplica en estos casos la eximente completa o incompleta (Cfr. STS 29 de febrero de 1988).

[73] SZASZ, Ob. Cit. Pág. 294.

[74] Ob. Cit. Pág. 365.

[75] La DMS-II de 1968 tenía 182 trastornos. DSM-III aumentó a 265. DSM-IV ya iban en 297. DSM-V habla de más de 300. Las iniciales enfermedades mentales eran solo 6.

[76] “en toda Europa occidental y América del norte, una verdadera obsesión por construir estas nuevas instituciones para enfermos mentales marcó décadas centrales del siglo XIX. En el proceso, lo que se proclamó como una reforma a la locura no solo dio lugar a una enorme red nueva de manicomios, sino que también ayudó a crear las condiciones para que surgiera un nuevo grupo de expertos de la diagnosis y el tratamiento de la locura, un grupo cada vez más consciente de su propia existencia. En sus inicios fue un proceso complicado, porque en Inglaterra, especialmente, buena parte de la energía y el escándalo moral que estimularon las reformas surgieron a partir de la publicación de descripciones gráficas de los abusos que habían tenido lugar en las instituciones más tradicionales, muchas de ellos gestionadas por médicos” ANDREW SCULL, la locura, una breve introducción. Alianza editorial. 2011, pág. 75

[77] MANUEL CANCIO MELIÁ, psicopatía y derecho penal: algunas consideraciones introductorias. NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL. BdeF editores, Ob. Cit. Pág. 536.

[78] “el impacto que estas investigaciones están teniendo sobre la criminología, en un momento histórico en el que se acentúan los racismos y el miedo “al otro”, nos plantea ciertos interrogantes. ¡cómo habrá que considerar a las personas con baja monoamino oxidasa A, con historia de abusos sexuales en la infancia; a los sujetos con traumatismos de cráneo con lesión en el lóbulo frontal e incluso aquellos que tienen golpes leves: peligrosos o enemigos? ¿qué tipo de prevención o de persecución habrá que extender sobre ellos para evitar sean homicidas? ¿será la pena de muerte”. LOLA ANIYAR DE CASTRO. Ob. Cit, pág. 373.

[79] GOFFMAN, ERVING. Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales. AMORRORTU/editores. Buenos Aires, Madrid, 2004.

[80] “de tal manera que el delincuente estaba predeterminado a cometer delitos, y por tal circunstancia no podría evitar quebrantar las normas. ¿para qué esperar que esto sucediera? ¿por qué no detenerlo antes? Como respuesta a estos interrogantes, el positivismo dio paso a un instrumento que quebranta las más elementales garantías dentro de un derecho penal liberal o racional, el estado peligroso sin delito” ADRIAN MARCELO TENCA, ob. Cit. Pág. 155.

[81] LOLA ANIYAR DE CASTRO, ob. Cit. pág. 368.

[82] ADRIÁN MARCELO TENCA, Imputabilidad del Psicópata. EDITORIAL ASTREA, BUENOS AIRES, 2009, pág. 35.

[83] Gimbernat Ordeig, ¡tiene futuro la dogmática jurídico penal? Problemas actuales de las ciencias penales y la filosofía del derecho. Homenaje a Luis Jiménez de Asúa, pág. 495 y s.s. citado por TENCA, ibidem, pág. 40.

[84] MARCELO TENCA, ibidem, pág. 29,

[85] “más allá de los experimentos de Libet, muchas explicaciones neurocientíficas sobre el comportamiento humano incurren en un reduccionismo exacerbado; el problema no es que se prescinda del dualismo cerebro-mente y se parta así de una concepción materialista o naturalista de la actuación humana, sino que el problema residen en que las tesis comentadas reducen la explicación de la conducta humana y de todo estado mental al nivel de conexiones neuronales o, en todo caso, al del funcionamiento de segmentos del cerebro -las áreas cerebrales-, de modo que atribuyen las capacidades y disposiciones psicológicas, los estados mentales al cerebro y a sus partes y no a la persona (Bennett/ Hacker, 2003.pp 18-23; Pardo/Patterson, 2010. Pp 1218,1225). Este razonamiento que atribuye a las partes -al cerebro y sus áreas- las capacidades o facultades del todo -el ser humano-incurre en la falacia mereológica”. MERCEDES PÉREZ MANZANO, El tiempo de la conciencia y la libertad de decisión: bases para una reflexión sobre neurociencia y responsabilidad penal. Obra colectiva. Demetrio Crespo, edit. BdeF. Ob. Cit. Pág. 127.

[86] “en términos de moralidad, cabe preguntarse lo siguiente: si los acuerdos morales son, por su propia naturaleza, interpersonales o intersubjetivos -es decir, si deben involucrar a más de una persona y, por lo tanto, a más de un cerebro-, ¿es razonable identificar la moralidad en el cerebro de un solo individuo? ¿podríamos tener moralidad al margen de las otras personas? ¿es posible considerar a una persona sola, sin relación con otra?”. SIRI HUSTVEDT, los espejismos de la certeza. Seix barral, planeta Colombia, pág. 71.

[87] MERCEDES PÉREZ MANZANO. OB. Cit. Pág. 127.

[88] “por el contrario, la negativa de la libre voluntad en el sentido de un determinismo absoluto encierra el peligro considerable de disolver la dignidad humana, que sin libertad difícilmente puede existir. Pues la atribución de culpabilidad a pesar de una responsabilidad inexistente, al cabo, sólo puede fundarse en razones preventivo- generales lo que conduce, como es sabido, a que el individuo corra el riesgo de ser utilizado como un medio para obtener fines sociales. Por lo demás, una modificación de la ejecución de la pena no supone ningún cambio en la imagen del hombre”. CHRISTIAN JAGER. Libre determinación de la voluntad, causalidad y determinación, a la luz de la moderna investigación del cerebro. NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL. Ob. cit. Pág. 67.

[89] “Como se ha mencionado, los actuales neurocientíficos mencionados al principio explican este auto entendimiento como una ilusión transmitida que se ha conformado a lo largo de la historia de la evolución del ser humano. Pero, ¿se trata en realidad de una reliquia histórica? Una mirada más de cerca permite concluir que el ser humano está biológicamente constituido sobre el entendimiento de que puede actuar con libertad de voluntad. Tiene sentimientos de culpabilidad y remordimiento (…)”

[90] ADELA CORTI, Ob. Cit. Pág. 189.

[91] DAVID EAGLEMAN, incognito, ANAGRAMA, colección compactos. Las vidas secretas del cerebro. Barcelona 2013.

[92] CLARENCE BARROW (1857-1938) fue un conocido abogado que gustaba mucho de argumentar en sus defensas con el determinismo o fatalismo, todos eran locos incontrolables que radican en su condición de especie. Una forma de DARWINISMO SOCIAL. Con eso salvó muchas vidas de la pena de muerte. MARTÍN COHEN, 101 dilemas éticos, editorial ALIANZA, 2012, pág. 569.

[93] Harvey MILK, 1930-1978, Famoso activista Gay de Estados Unidos. Hay película sobre su vida protagonizada por SEAN PENN en 2009. Premio Oscar al mejor actor y guion original. Dirigida por Gus van Sant.

[94] HANS JOACHIM HIRSCH. Acerca de la actual discusión alemana sobre libertad de voluntad y derecho penal. Obra colectiva citada. DEMETRIO CRESPO, pág. 55.

[95] FRANCISCO MUÑOZ CONDE. Teoría general del delito. segunda edición, 1998, pág. 116.

[96] Aunque su suicidio se dio un mes después de publicar su única novela (1963) tenía relación con la terapia de ECT que había recibido una década antes.

[97] Hace poco se editó un libro que recoge las conferencias que se hicieron en su homenaje en Israel, luego de los electrochoques que padeció.  ISSUES IN CONTEMPORARY LEGAL PHILOSOPHY. The influence of H.L.A HART, edited by RUTH GAVISON. A Finales de 1983 estuvo en el Hart en el hospital psiquiátrico de Warneford, Oxford.

[98] Papá HEMINGWAY. Una semblanza del escritor. Novaro, México, 1966, pág. 297.

[99] ANDREW SCULL, LOCURA Y CIVILIZACIÓN. Una historia cultural de la demencia, de la biblia a Freud, de los manicomios a la medicina moderna”. FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, México, 2019, primera edición en español. Pág. 320.

[100][100] “ahora bien, el iluminismo, que ha creado otro tipo de hombre, creó también una ciencia que se dividió de acuerdo a cada especificidad, y de aquí nacieron las ciencias del hombre. Nace así la fenología y, al mismo tiempo, la antropología, la psicología; todas las ciencias tomaban al hombre dividido, para ser más precisos, al hombre mismo lo dividían de acuerdo a lo que eran sus necesidades. El hombre tiene una parte psicológica, una parte biológica, una parte antropológica, una parte de alteraciones psíquicas y, así nacieron las diferentes técnicas que se enfrentaban con la problemática humana de acuerdo a lo que eran la situación del hombre y los que con él vivían. Nacen así, junto a las cárceles, los manicomios. Los manicomios no cambiaron demasiado desde el tiempo de Pinel, los manicomios quedaron siempre, como dije anteriormente, como defensa de la persona sana en contra de la persona que se desviaba de las normas” FRANCO BASAGLIA, La institucionalización psiquiátrica de la violencia. Siglo XXI editores, 2020, pág. 21-22.

[101] “La cuestión fue considerar el castigo de herejes, judíos. Es el inicio de una nueva cruzada. Los judíos no podían detentar cargos públicos ni utilizar servidores cristianos. No podían cargar intereses elevados por préstamo de dinero. Se insinuaban severos castigos para los convertidos que se mostraran relajados en su nueva fe” THOMAS SZASZ, la fabricación de la locura. Ob. Cit. pág. 310.

[102] “la iglesia declara a la brujería crimen excepta (crimen excepcional); en consecuencia, en los juicios de brujería quedan suspendidas las normas y salvaguardas legales ordinarias (se admite toda evidencia incriminante; se permite y fomenta la tortura como medio de obtener confesiones”. THOMAS SZASZ, la fabricación de la locura, editorial KAIRÓS, Barcelona-Numamcia, estudio comparativo de la inquisición y el movimiento en defensa de la salud mental. pág. 313.

[103] DSM III-IV-V CADA VERSIÓN MÁS AMPLIADA O RECARGADA.

[104] THOMAS SZASZ, La Fabricación de la Locura. Ob. Cit. Pág. 286-287.

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