La gloria eres tu: “Desafío”. Cap. 5
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Por Alessandra Sabatini
Capítulo 5
Desafío
Unos meses después llegó Luca a México y se obsesionó con hablarme todos los días, invitarme a cenar, dormir juntos y hacer lo posible por crear una relación placentera y excéntrica que nos colmara. Todavía no le había contado que casi me convierto en hombre libre y que fui descubierto una noche por mi mujer. Ella me había sacado del closet pero en adelante tendría que enfrentar su rencor y deseo de venganza.
Luca realmente lo tiene todo y cuando digo todo, lo abarca todo. Belleza, pasión, buen humor, inteligencia y poder, para no mencionar su riqueza. Con una voz tierna y seductora me colma con sus coqueteos y la dulzura de su mirada; todo él es una fascinación en mi vida. Es un ser lleno de alegría y positivismo que le echa ganas a las metas que se propone, pero que no sacrifica sus planes por alguien que no esté a su altura o forme parte de algún proyecto de su interés.
Ningún ideal está fuera de sus predios, no es un hombre común, siempre está a la vanguardia de cualquier estilo de vida o forma de pensamiento. Ha logrado desarrollarse lo suficiente como para impedir que el miedo le ponga fronteras a su existencia, gozando de una juventud perpetua como si tuviera quince años. Nos conquistamos y sencillamente creo que el elixir del amor nos inoculó a los dos. Me llamaba o lo llamaba, me anhelaba y lo anhelaba, ninguno estuvo dispuesto a la soltería y aunque él tuvo otros amores y albergaba un copioso pasado de pasiones me dio pruebas contundentes de que yo tenía cualidades para ser su compañero inseparable. No creo en las relaciones vitalicias pero la nuestra se proyectó siempre sólida y como cualquier buena historia de amor con atisbos de duro sufrimiento.
Luca vivía en Roma y mientras se instaló en ciudad de México esquivamos la distancia con largas charlas telefónicas a media noche, videollamadas y uno que otro viaje clandestino donde coincidimos en lugares paradisíacos permitiéndonos construir una relación indestructible.
***
Regresé a mi realidad y guardé la carta de Matilde, decidí no responder otra de las llamadas de Luca, necesitaba soledad y tiempo para pensar y aceptar las decisiones que la vida tomaba por mí. Su presencia en aquel momento ya no era un secreto para Matilde ni la farsa de su aparente arribo para hacer un internado en cirugía reconstructiva en el hospital. Esa tarde subí la escalera despacio y llegué a la habitación que estaba como la dejamos en la velada del aniversario, parecía que se hubiera detenido el tiempo: los pétalos de rosa sobre la cama, la botella de champaña vacía, el vestido sexy de Matilde abandonado en el suelo, el regalo que nunca destapó. En el ambiente todavía se sentía la apabullante verdad que nos separó y que podría darme libertad si contaba con un poco de suerte. Tomé algo de ropa, quería aprovechar la ocasión para escapar, no sabía si ella iba a regresar y preferí no averiguarlo, decidí trasladarme por algunos días a un hotel. Mi prestigio como cirujano plástico me dio la posibilidad de tener mí propia clínica, estaba a punto de independizarme y quizá, abandonar el hospital en el que crecí profesionalmente pero donde padecí, gocé, soñé y acumulé la experiencia necesaria que me permitió alcanzar éxitos, superar etapas y consolidar mis propósitos.
Comencé a recibir reconocimientos por mi destreza y precisión quirúrgica, Matilde aseguraba que me respetaban porque ignoraban que detrás de ese profesional brillante existía todo un maricón de siete suelas con el deseo infinito de vivir a plenitud y de realizarse como gay. Ante el mundo era un hombre felizmente casado, responsable y preparado, pero, mi realidad era bien distinta, no solo era todo eso que difunden, sino que ¡era gay, me gusta ser gay, me amaba siendo gay!
En mi época de estudiante en la universidad me obsesioné con el tema de la homosexualidad especialmente desde la perspectiva científica moderna pues en la antigüedad entre los griegos o los romanos era una alternativa de vida aceptada como una práctica natural. No quería encontrar amparo en la creencia de que la homosexualidad era tan antigua como la especie humana, quería encontrar una respuesta más concreta para entenderme. En esa búsqueda fue cuando más me acerqué a Dios y le pedía fuerzas para enfrentarme a mi madre. Me puse a indagar y recorrer los caminos idóneos para descifrarme como ser humano. Si el mismo Jesús no me rechazaba, si él había asegurado que ante sus ojos todos éramos iguales y nos encargó practicar la bondad y la caridad con nuestro hermano, si él estaba dispuesto a escucharme y me abría las vías del entendimiento era porque a pesar de que su iglesia en la tierra me recrimina y discrimina, Dios desde el infinito me abrazaba con su amor y comprensión. Ese impulso divino me llevó a no decaer y seguir investigando hasta el final las razones por las cuales siendo hombre me fascinaban los hombres y me sentía orgulloso de mi cuerpo de hombre. Cuando estaba en cuarto año de medicina encontré una respuesta que para mí fue la más acertada y con la que de cierta manera pudiera clarificar mis dudas.
Mi orientación es producto de la conexión de elementos hormonales y genéticos innatos incluyendo los cognitivos, biológicos y ambientales. Comprendí que la sexualidad, bien sea la de homosexuales o heterosexuales es un asunto individual con connotaciones culturales que provocan inimaginables reacciones. Tuve una época en que me obsesioné con indagar todo lo relacionado con mí conducta y con la vida gay de hombres y mujeres. Se me dio la oportunidad de conocer uno de los primeros relatos donde la homosexualidad se practicaba y se respetaba. Me refiero a Safo, la poetisa griega que vivió a finales del Siglo VII a.C. en una Isla de nombre Lesbos. Las mujeres gais adoptaron su apelativo de lesbianas inspiradas en el nombre de esta isla. Fue cuando además me dio no solo por repetir frases y pensamientos de Alejandro Magno, brillante alumno de Aristóteles, prominentes pensadores y homosexuales de la época, sino que usaba escudos estrafalarios y cinturones grandes que llamaban la atención. Esos originarios intelectuales de la Grecia antigua me han seducido siempre al fin y al cabo son los que comenzaron a fraguar los inicios de nuestra cultura occidental. Los pasos de la humanidad me llevaron a transitar sobre el hecho de que paradójicamente, aunque la homosexualidad comenzó a expandirse a partir de la era judeocristiana es también a partir de esta época que comienza a ser condenada y reprimida. Se castiga con penas de prisión con torturas e incluso castración.
Posteriormente la inquisición de la iglesia la persiguió y fueron muchos los homosexuales que murieron en la hoguera. Fue catalogada como un peligro, una aberración y una afrenta para los valores familiares, prácticamente una plaga. La fortuna tampoco sonrió a los homosexuales en épocas del dominio nazi que obligaba a alemanes a corregirse sexualmente y de no lograrlo eran enviados a campos de concentración condenados a realizar trabajos extremos asignados a esta clase de “enfermos” con el propósito de hacerlos desaparecer de este mundo. Fueron miles los que sucumbieron ante la inhumana exigencia de las tareas que debieron realizar y si el homosexual era judío era castrado, violado por cacorros guardias alemanes y si sobrevivía se les encerraba en hospitales psiquiátricos donde se usaban como experimento médico en la búsqueda desenfrenada por localizar el gen que lo desviaba.
“En el mejor de los casos los homosexuales judíos eran asfixiados en una cámara de gas”. Los más severos enemigos de la homosexualidad aseguraban que se trataba de un acto impuro que atenta contra las buenas costumbres y la moral.
Este concepto lamentable aún sigue considerándose a pesar de progresos jurídicos de algunas naciones que amparan legalmente la convivencia entre personas del mismo sexo con connotaciones civiles e incluso ya algunos países admiten el matrimonio entre homosexuales, permitiendo la adopción de hijos para conformar una verdadera familia.
Adelantos científicos permiten que personas con problemas de identidad que aborrecen su cuerpo puedan llegar a cambiar su sexo, sin embargo, subsiste la discriminación y rechazo con la fuerza suficiente para que homosexuales como yo terminemos todavía cediendo a la presión social y familiar y optemos por escondernos en matrimonios como el mío.
Con esas remembranzas históricas daba gracias al Señor por haberme regalado la vida en estos tiempos, mal que bien, podía estar a salvo en un “closet bendecido”. Matilde continuó trabajando en el hospital se limitaba a lo estrictamente profesional se notaba que su espíritu agitado estaba a flor de piel con una sed de venganza notoria que se hizo cada vez más contundente e incontenible.
La busqué en algunas ocasiones para darle una explicación, creyendo que quizá pidiéndole perdón pudiera sosegarse. Pero, me equivoqué. Aseguró que yo había actuado de manera egoísta para ocultar mí aberración y me confesó que el amor infinito que sentía por mí se había convertido en desprecio, que ya no creía en Dios, culpandolo por haberla abandonado y prometiendo purificar su cuerpo y su alma, juró no volver a la iglesia. Todo resultaba haber sido en su vida una dulce mentira, se llenó de desconfianza.
Definitivamente yo había sido el instrumento maligno para que ella sucumbiera ante el demonio, confiaba en que el tiempo que es sabio sanara su herida permitiéndole reconciliarse con la vida. Entre tanto, debía soportar su presencia en el hospital y confiar en Dios para que me ayudara a capotear con valor sus embestidas. Me propuse aislarme en lo posible y entregarme de lleno a mi trabajo y obviamente a Luca.