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La gloria eres tu: «Mi riqueza». Cap. 6

La gloria eres tu: «Mi riqueza». Cap. 6

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Por Alessandra Sabatini

Capítulo 6

Mi riqueza

Empezaron a llegar cartas de reconocimiento e invitaciones de colegas y personas importantes provenientes de otras ciudades de mi país y del exterior donde se interesaban por mis opiniones y mi asesoría acerca de tratamientos para casos graves de reconstrucción de cráneo, labio leporino, deformidades físicas por accidentes e incluso de tratamientos para obesidad severa. La coyuntura fue ideal, lo que más quería en la vida era relacionarme bien y ojalá con gente gay de alto mundo. Al responder los comunicados inventé un logo sugestivo incluyendo imágenes reconocidas del mundo gay al lado de mí firma buscando contactar “gente de ambiente” sumergida en mi actividad o que ejerce en cargos importantes. Acomodé insignias, nombres o símbolos que los homosexuales podrían identificar o descifrar. Por ejemplo, las cartas a Alemania las remití con la imagen de “Magnus Hirschfeld”, el fundador del Comité Científico y Humanístico, reconocida como la primera organización gay en el mundo. Las misivas de respuesta a países como Irlanda, las ilustraba con el retrato de Oscar Wilde, quien, en su época, se enamoró perdidamente del hermoso jovencito apodado Bosie. A Italia, escribía con la estampa de Leonardo Da Vinci o Miguel Ángel, a España con la figura de García Lorca o Salvador Dalí y a Estados Unidos con el rostro de Allen Ginsberg, el poeta norteamericano que se atrevió a describir su primer encuentro homosexual en una de sus obras y después fue reconocido como el “Caballero de la orden de las artes y letras” por el gobierno francés. Además, todas las cartas las firmaba con una frase sugestiva y directa: “Cordial abrazo desde la hermandad y solidaridad de Stonewall” en expresa referencia a lo sucedido en aquél bar de Nueva York, Stonewall Inn, donde a finales de los años sesenta se presentó una sangrienta represión homosexual por parte de la policía que provocaron la ira colectiva y un enfrentamiento de grandes proporciones con la autoridad armada suscitando los inicios de la sublevación  del “poder gay” y sus primeras manifestaciones públicas de abierta rebeldía y reivindicación de derechos homosexuales. Desde entonces aquella revuelta ocurrida un 28 de junio en el popular barrio Greenwich Village de Nueva York es considerada como el punto de partida de los movimientos de liberación de la comunidad y reivindicación de los derechos homosexuales dando paso a que, en adelante, se le considere como el día de la celebración gay en el mundo. Así, que con mis cartas quien fuera gay interpretaría el mensaje y me respondería abiertamente. ¡Y así ocurrió!, la respuesta fue contundente en pocos meses tenía una base de datos envidiable, me escribían gays de varios países y hasta de lugares inimaginables para mi. Se fue conformando una cadena humana de hombres y mujeres integrando la hermandad gay en este “mundo redondo” e infinito. Algunos me enviaban cartas personales dispuestos a servirme incondicionalmente y comencé a establecer rangos de importancia, permitiendo que en poco tiempo ya acumulara con una lista de personalidades gay no solo de la política, el arte o la medicina sino con destacados miembros de organizaciones de Derechos Humanos.


Mientras me elevaba profesionalmente, en mi vida real se presentaban inconvenientes que complicaban mi existencia. Aparecieron carteles que colocó en las paredes del hospital Efraín, el jefe de farmacia, a quien había despedido de su cargo por robar medicamentos e instrumentos quirúrgicos y quien luego de haber coincidido conmigo en un bar gay consideró el secreto como un arma infalible y con la intención de obligar a que lo contratara de nuevo se atrevió a amenazar con revelar mi verdadera orientación sexual y juró vengarse. Una tarde me llamó y dijo que iba a poner en lugares estratégicos del hospital información importante acerca de mi verdadera vida personal pero que estaba dispuesto a no hacerlo si yo accedía. Le respondí: ¡Anda miserable, cuenta que soy gay a quien desees, pero te advierto que se te hizo tarde, la noticia está pasada de moda! 

El maldito farmaceuta también se atrevió a pegar cartones rosados adornados con los colores de la bandera gay, acompañados de frases reveladoras sobre mi vida privada y para asegurar el resultado de su canallada, distribuyó hojas de colores llamativos con mi fotografía, seguidas de una contundente afirmación: “El Doctor Miguel Domínguez es maricón”. Los anuncios acerca de mi debilidad por los hombres resplandecieron varios días en las paredes y rincones del hospital y en los tableros destinados a comunicar asuntos importantes a los empleados. Las pruebas de mi inclinación sexual estimularon reacciones en mi contra y me vi obligado a encarar el rechazo de unos y valorar la solidaridad de otros.
Mi fama se debilitó entre unos cuantos y se fortaleció con los demás. Me amaban, me odiaban y una gran cantidad me consideraba un depravado miserable. Con mi homosexualidad expuesta y los comentarios por los pasillos me sentía como si públicamente y a toda hora, anduviera penetrado por un falo. Cuando la gente escucha hablar de un gay lo imaginan en un interminable coito anal como consecuencia del prejuicio social que pesa sobre los homosexuales. 


Mi reputación tambaleó y mi fortaleza se puso a prueba, pero a la vez mi actitud y decisión ante la vida se vigorizó, sin duda los problemas son nuestros mejores aliados para endurecer la personalidad. El sufrimiento fortalece y endurece el espíritu. Contesté las bajezas de los avisos escribiendo una nota: “No opero, ni salvo vidas con el culo” “recibo comentarios en mi dirección electrónica: cirujano gay@aom.com”. Llegaron algunos mensajes solidarios, ninguno atacando mi orientación sexual. Los principales diarios publicaron mi reacción como algo propio de la arrolladora personalidad que me caracterizaba.


A los pocos días demostré que ser gay no me impedía ser un buen médico y que mi preferencia sexual no tenía nada que ver con mi ejercicio profesional. Descubrí que Matilde estuvo implicada en la difamación como aliada intelectual. La patraña del farmacéutico se hizo con su apoyo lo mismo que contactar a los medios de comunicación. Ya no había ninguna duda que mi ex esposa sería capaz de todo por venganza. Increíblemente  mi madre nunca se enteró.


Después de tanto escándalo y del destape obligado ante Matilde, Luca y yo estuvimos más unidos que nunca. Cada situación adversa afianzaba siempre nuestra relación. Viajábamos a Cancún con frecuencia y regresábamos renovados y dispuestos a enfrentar como buenos soldados la guerra con Matilde y con quien se pusiera en frente. 
                                                                                                      ***

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