Las masacres de las bananeras: Un país sumido en la Narco-Ignorancia
Cuota:
Maria Fernanda Cabal, gran referente de la Derecha colombiana, ha venido sosteniendo desde hace años, que la masacre de las bananeras, ocurrida en los años veinte del siglo pasado en Colombia, es un mito histórico de la «narrativa comunista».»[…] Gabriel García Márquez crea el mito de los 3.000 trabajadores asesinados; no los consigue usted ni recogidos de las poblaciones vecinas para que vayan y trabajen. Eso no es cierto”.
El tema vuelve a salir en boga ahora que la justicia de los Estados Unidos de America condenó a la bananera Chiquita Brands, de haber financiado al Narco-Paramilitarismo en los años 90 y primera década del siglo XXI, en el Urabá, la misma zona en la que se perpetuó hace 100 años la masacre que Cabal puso en duda.
Lo cierto es que la masacre de las bananeras, también conocida como la matanza de Ciénaga, fue un evento sangriento que marcó la historia de Colombia. Ocurrida entre el 5 y el 6 de diciembre de 1928, en el municipio de Ciénaga, Magdalena, este hecho dejó un saldo de miles de trabajadores bananeros asesinados a manos del ejército colombiano.
Contexto histórico:
Para entender la magnitud de la masacre, es necesario comprender el contexto socioeconómico y político de la época.
A principios del siglo XX, la economía colombiana dependía en gran medida de la exportación de banano, actividad controlada principalmente por la United Fruit Company (UFC), una empresa estadounidense.
Las precarias condiciones laborales, la falta de derechos básicos y la represión por parte de la UFC generaban un ambiente de tensión y descontento entre los trabajadores bananeros.
La huelga de 1928:
En 1928, el hartazgo de los trabajadores estalló en una huelga de grandes proporciones.
Los bananeros exigían mejoras salariales, jornada laboral de 8 horas, pago de horas extras y domingos, seguro de accidentes y enfermedades, y el derecho a la sindicalización.
La huelga se extendió rápidamente por las plantaciones bananeras de la región, paralizando la producción y generando alarma en las directivas de la UFC y el gobierno colombiano.
La masacre:
El 5 de diciembre de 1928, el presidente Miguel Abadía Méndez declaró el estado de sitio en la zona bananera con el apoyo de la UFC.
Al día siguiente, tropas del ejército colombiano, bajo el mando del general Carlos Cortés Vargas, dispararon contra miles de trabajadores bananeros que se habían congregado en la plaza de Ciénaga.
La masacre se prolongó durante horas y las cifras de víctimas aún son objeto de debate, oscilando entre 47 y 2.000 personas asesinadas.
Consecuencias y legado:
La masacre de las bananeras dejó una profunda huella en la memoria colectiva colombiana.
Se convirtió en un símbolo de la explotación y la violencia contra los trabajadores, y motivó la creación de movimientos sociales y políticos que lucharían por los derechos laborales y la justicia social. A pesar de su crudeza, la masacre también contribuyó a la toma de conciencia sobre la necesidad de proteger los derechos de los trabajadores y de establecer un marco legal que garantizara condiciones laborales dignas.
Gabriel García Márquez y la masacre de las bananeras: Memoria, ficción y denuncia
La sombra de la masacre de las bananeras se extiende no solo sobre la historia de Colombia, sino también sobre la obra del escritor Gabriel García Márquez.
Este evento trágico, ocurrido en 1928, dejó una huella profunda en la memoria del autor y se convirtió en un referente clave en su literatura, especialmente en su obra cumbre, «Cien años de soledad».
García Márquez: Un autor marcado por la memoria
Si bien García Márquez no presenció directamente la masacre, esta dejó una profunda huella en su memoria colectiva.
Su ciudad natal, Aracataca, ubicada cerca de la zona bananera, estuvo marcada por los ecos de la tragedia.
Los relatos de familiares, amigos y sobrevivientes de la masacre alimentaron la imaginación del joven escritor.
Además, su padre, Gabriel Eligio García, participó en un periódico local que cubría la huelga y la posterior masacre, exponiendo al escritor desde temprana edad a los hechos y sus repercusiones.
Cien años de soledad: Un eco de la masacre
La masacre de las bananeras se inmiscuyó en la obra cumbre de García Márquez, «Cien años de soledad», de forma simbólica:
Macondo: El pueblo ficticio de Macondo se ve envuelto en una lluvia de bananos que representa la llegada de la UFC y la transformación económica de la región.
La huelga: La tensión y el descontento de los trabajadores bananeros se plasman en la rebelión liderada por José Arcadio Segundo.
La masacre: La brutal represión del ejército se ve reflejada en la escena de la ametralladora que dispara contra los trabajadores.
Más allá de la ficción: Un compromiso con la memoria
Más allá de su representación en «Cien años de soledad», García Márquez se refirió a la masacre de las bananeras en entrevistas y artículos, evidenciando su profunda reflexión sobre este hecho histórico:
Críticas al poder: El escritor criticó el papel del gobierno colombiano y la UFC en la masacre, denunciando la explotación y la violencia contra los trabajadores.
Memoria histórica: García Márquez reconoció la importancia de recordar y conmemorar la masacre para evitar que caiga en el olvido y se repitan este tipo de tragedias.
La masacre de las bananeras: Un legado que perdura
La masacre de las bananeras sigue siendo un tema relevante en la actualidad, y la obra de Gabriel García Márquez contribuye a mantener viva la memoria de este evento trágico y a promover la reflexión sobre las injusticias sociales. Su compromiso con la verdad y la justicia lo convierte en una voz fundamental para recordar uno de los capítulos más oscuros de la historia de Colombia.
Las nuevas masacres bananeras y la condena a Chiquita Brands
Un jurado de Florida declara culpable a la empresa bananera por su papel en la violencia paramilitar.
Tras una década de litigio, un tribunal de West Palm Beach ha dictaminado que Chiquita Brands International debe indemnizar a las víctimas de los grupos paramilitares que la empresa financió en Colombia.
El fallo, que asciende a 38,3 millones de dólares, representa un hito en la lucha por la justicia para las víctimas de los abusos contra los derechos humanos.
*Las acusaciones contra Chiquita se remontan a la década de 1990, cuando la empresa pagó millones de dólares a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) para proteger sus operaciones en el país.
Las AUC eran un grupo paramilitar responsable de miles de asesinatos, masacres y desplazamientos forzados.
El jurado determinó que Chiquita no solo financió a las AUC, sino que también fue consciente de las atrocidades que cometían.
La empresa no pudo demostrar que los pagos a las AUC fueran necesarios para proteger a sus empleados, ni que no existiera otra alternativa.
El histórico veredicto envía un mensaje claro a las empresas multinacionales: no pueden lucrarse a costa de los derechos humanos. Las víctimas, que durante años han luchado por obtener justicia, finalmente han sido escuchadas.
La decisión del jurado es un paso importante en la lucha contra la impunidad de las empresas.
Se espera que este caso siente un precedente para futuras demandas contra empresas que se beneficien de violaciones a los derechos humanos.
En 2007, Chiquita ya había admitido haber pagado a las AUC $1,7 millones.
Sin embargo, la empresa nunca había indemnizado a las víctimas de la violencia paramilitar. El fallo de este lunes representa un avance significativo en la búsqueda de justicia para las víctimas y sus familias.
Este caso es un recordatorio de que las empresas tienen la responsabilidad de respetar los derechos humanos en todas sus operaciones.
Las multinacionales no pueden actuar con impunidad y deben rendir cuentas por sus acciones.