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No somos asesinos

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Catalina

Mi nombre en inglés es Ace, As en español que significa en el juego de naipe la carta de mayor valor. Como uno no pide nacer ni mucho menos dónde, a mí me correspondió ser perro de una raza que tiene mala fama y que por negligencia y mala educación de parte de ciertos amos, muchos de mi raza han exhibido su ferocidad y su enorme fuerza física terminando con la vida de personas e incluso de otros animales. A pesar de tan mala fama por las indiscutibles circunstancias y acontecimientos terribles que han sucedido; debo decir con la mayor responsabilidad y honorabilidad de perro, que nosotros no somos asesinos.

No nacemos peligrosos y como dije, aunque somos fuertes en nuestro instinto no prima la maldad. Nací en el Estado de la Florida en los Estados Unidos, ya tengo 6 años y no recuerdo a mi madre, no sé quién fue y tampoco tengo conocimiento de cuántos hermanos tuve. A la cuarta semana de nacido, me separaron de mi madre y no tuve la posibilidad de ser amamantado al menos las primeras 8 semanas como recomiendan los veterinarios. Ellos dicen que la separación temprana de un cachorro de su madre es perjudicial para el buen desarrollo del cerebro y creo que eso también es cierto. Yo soy un perro destetado precozmente del seno, cuidados y protección de mi madre.

Es verdad que el desprendimiento temprano de ella, pudo dejarme secuelas casi irreversibles, al menos en mi caso, porque me costó mucho aprender a demostrar cariño y dejar de ser tan retraído y poco comunicativo.

Algo que complica mi vida en sociedad: es mi imagen de pitbull, serio, observador y de mirada profunda e incierta, no inspira confianza. Hay personas que al verme se retiran o los que se quedan cerca se intimidan.

Pero, existen muchos otros que le preguntan a mis padres, si muerdo, si puedo atacarlos y si soy peligroso. Mis padres contestan a todo: Sí, aunque nunca lo ha hecho, es un perro y puede suceder. Pero, también dicen: Ace está entrenado, es educado, dulce, y muy cariñoso. Aunque parezco un perro bravo, dispuesto a todo sé que soy un dulce de leche como me dice una vecina que usa su caminador para dar vueltas por el vecindario. Ella nunca ha sentido temor ni miedo de acercarse y acariciarme. Yo me dejo la viejita es inteligente supo descubrir que yo soy un gran perro y que sería incapaz de atacar a alguien porque sí.  Confieso que soy tímido, miedoso y desconfiado como todo buen perro.

Al nacer me vendieron a una familia integrada por papá, mamá y dos niños extremadamente insoportables. Gritaban cerca de mí, me cambiaban de una cama a otra para «jugar»  y me correteaban sobre todo después de comer lo poco que me daban. Vivía con hambre y recibía raciones muy escasas. Con el zarandeo me vomité varias veces y se despertó en mí una ansiedad aterradora. Me asustaban los ruidos y con los gritos salía corriendo a meterme debajo de la cama.

Pero, fueron los padres de esos niños los que me compraron y para colmo de males yo era su primer perro. Los gritos, el bullicio y la mala alimentación, me convirtieron en un perro flaco y nervioso pero bonito a pesar de todo. Mis ojos azules y mi piel color caramelo siempre han sido características muy llamativas, muchas veces he recibido elogios y sonrisas.

A las dos semanas de estar con ellos, el padre, que era bombero aumentó sus horas de trabajo y la madre quedó a cargo de los niños, de la casa y del perro. Para su comodidad comenzó a amarrarme en el patio donde permanecía muchas horas al día. Un patio que recuerdo con desagrado y temor, tenía a veces agua y muy poca comida. Lloraba y me sentía desesperado en ese lugar inhóspito a la intemperie donde alcanzaba a escuchar ruidos de motos y carros. Mi vida cambiaba cuando llegaba de visita, la hermana del bombero. Me desamarraba, me alzaba y me daba un poco de comida en su mano. No sé si olvidaban o no tenían suficiente dinero para comprar la comida para mí y por eso me alimentaban muy mal.

Comencé a ponerme más delgado aún y transmitir con la mirada la tristeza que llevaba por dentro. Lloraba todos los días y pensé un día en salir corriendo cuando me dieran oportunidad. Pero, el temor a los ruidos y lo desconocido me hicieron desistir y permanecer en ese hogar que me tocó. Una tarde escuché a Valeria, la hermana del bombero diciendo que deberían ofrecerme en adopción. Que me tenían muy mal alimentado y que lo que hacían conmigo era maltrato animal. Lo pensaron, pero Valeria insistió tanto que decidieron poner mi foto y ofrecerme por Facebook en adopción.  Casi de inmediato se contactó una de las personas más maravillosas que conozco.

Era la hermana de una amiga de Valeria. Le dijo no pongas al perrito en adopción nosotros podemos tenerlo mientras encontramos una familia para él.  Y fue entonces cuando mi vida comenzó a cambiar. A los pocos días conocí a las dos mujeres más maravillosas de mi vida: Saray y Eva mis ángeles guardianes, mis entrenadoras, mis mejores amigas. Las que me abrirían las puertas de una vida inimaginable para mí. Debo decir que Saray es la jefa, mi ama a la que obedezco y obedecemos todos. Y Eva es la que entrenó a Saray y a toda la familia y amigos acerca de la raza pitbull.  Eva les contó la historia de nuestra raza y les metió en la cabeza que los pitbulls somos buenos e incapaces de hacer daño si es que no nos enseñan a atacar e incluso matar.

A Saray mi ama, la amo y respeto inmensamente y Eva es mi consentida, la que me inspira todo el amor que como perro pitbull puedo dar a la mujer que ama los pitbulls y ha tenido el coraje de defendernos y apoyar a todo aquel que lucha por nuestros derechos de raza pitbull. Cada vez que veo a Eva, mi corazón se agita y no puedo evitar lanzarme a besuquearla con mi jeta grande y llenarla de amor. La abrazo y puedo amarla sin ningún temor ella me ama y nos ama a los pitbulls por ser pitbull y ser en momentos tan mal interpretados.

El día que las vi por primera vez, fue en un parque inmenso en la Florida nunca había visto tanto pasto para correr. Ellas querían que yo caminara con las que iban a  convertirse en mis hermanas. Pero, yo no sabía caminar como un perro normal y mucho menos en manada. Comencé a dar vueltas en círculos y no podía detenerme. Me puse como loco y mi mirada de ojos desorbitados me delató. Saray supo que yo era un perro sin educación, alocado con una energía incalculable y que posiblemente no iba a ser aceptado por las perritas que ya tenían 3 años.

La mirada de Saray nunca la olvidaré al verme brincar como una cabra y correr en círculos. Inmediatamente dijo a Eva, este perro no sabe caminar, está loco. Prepárate para lo que viene, porque nuestra vida acaba de cambiar para siempre.  No tuvimos ninguna caminata ese día ni en los siguientes días.  Me subí al carro, mientras Eva me abrazo y yo me sentí por primera vez en mi vida, tranquilo, amado, protegido y feliz. Puedo asegurar que no somos asesinos. Mi nuevo padre es un hombre cariñoso, estricto y un gran amo. Tenemos un compromiso deportivo diario y esa actividad asegura mi salud física y mental. Por ahora los invito a cuidar y educar a sus perros y mascotas… mi historia continuará.  

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