Bandalos te invita a subscribirte a nuestro canal de YouTube: www.youtube.com/c/Bandalos

Bandalos te invita a subscribirte a nuestro canal de YouTube: www.youtube.com/c/Bandalos

Buscar

Reflexiones desde el Sur en un Mundo en Crisis

Reflexiones desde el Sur en un Mundo en Crisis

Cuota:

Soy del sur, vengo del sur. Esquina del Atlántico y el Plata. Mi país es una penillanura suave, templada y pecuaria. Su historia está marcada por puertos, cueros, tasajo, lanas y carne. Vivió décadas púrpuras de lanzas y caballos, hasta que, al comenzar el siglo XX, se convirtió en vanguardia en lo social, el Estado y la educación. Podría decir que la socialdemocracia se inventó en Uruguay.

Durante casi 50 años, el mundo nos vio como una Suiza; en realidad, fuimos hijos bastardos del Imperio Británico, y cuando este sucumbió, experimentamos las amargas consecuencias de términos de intercambio funestos, quedando estancados y añorando el pasado. Pasamos 50 años recordando Maracaná, casi sin crecer.

Hoy hemos resurgido en este mundo globalizado, aprendiendo de nuestro dolor. Mi historia personal es la de un muchacho que, como tantos otros, quiso cambiar su época y su mundo, persiguiendo el sueño de una sociedad libertaria y sin clases. Mis errores son hijos de mi tiempo; los asumo, aunque a veces me grito: «¡Quién tuviera la fuerza de cuando abrevábamos tanta utopía!»

Sin embargo, no miro hacia atrás, porque el presente nació en las cenizas fértiles del ayer. No vivo para cobrar cuentas ni para reverberar recuerdos; me angustia el futuro que no veré, y por eso me comprometo. Es posible un mundo con una humanidad mejor, pero tal vez hoy la primera tarea sea salvar la vida.

Pero soy del sur y vengo del sur a esta asamblea. Cargo con los millones de compatriotas pobres en ciudades, páramos, selvas, pampas y socavones de América Latina, nuestra patria común, que está asumiendo su responsabilidad con las culturas originarias aplastadas, los restos del colonialismo en Malvinas, los bloqueos inútiles y tristes a Cuba, y la vigilancia electrónica, hija de desconfianzas que envenenan a países como Brasil.

Cargo con una gigantesca deuda social, con la necesidad de defender la Amazonia, los mares, nuestros grandes ríos. Cargo con el deber de luchar por una patria para todos y para que Colombia pueda encontrar la paz. Y cargo con el deber de luchar por la tolerancia hacia quienes son diferentes, respetando siempre la voluntad de las partes, sin intervenir.

El combate contra la economía sucia, el narcotráfico, la estafa, el fraude y la corrupción, plagas contemporáneas sostenidas por el antivalor que afirma que somos más felices si nos enriquecemos a cualquier costo.

Hemos sacrificado los viejos dioses inmateriales y ocupado el templo con el dios Mercado. Él organiza nuestra economía, la política, los hábitos y la vida misma, y hasta nos financia, a cuotas y tarjetas, la apariencia de felicidad. Parecería que hemos nacido solo para consumir y consumir, y cuando no podemos, cargamos con la frustración, la pobreza y la autoexclusión. Lo cierto es que hoy, para gastar y enterrar detritos, la huella de carbono, según la ciencia, nos dice que si toda la humanidad aspirara a vivir como un estadounidense promedio, necesitaríamos tres planetas.

Es decir, nuestra civilización ha montado un desafío mentiroso y, tal como vamos, no es posible para todos colmar este «sentido de la vida», que en los hechos se masifica como la cultura de nuestra época, dirigida por la acumulación y el Mercado. Prometemos una vida de derroche y despilfarro, lo que constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza y contra la humanidad como futuro.

Una civilización contra la sencillez, contra la sobriedad, contra todos los ciclos naturales. Lo peor: una civilización contra la libertad, que supone tiempo para vivir las relaciones humanas, el amor, la amistad, la aventura, la solidaridad y la familia. Una civilización contra el tiempo libre que no paga y que se puede disfrutar escudriñando la naturaleza.

Arrasamos las selvas verdaderas e implantamos selvas anónimas de cemento. Enfrentamos el sedentarismo con caminadoras, el insomnio con pastillas, la soledad con dispositivos electrónicos… ¿Es que somos felices alejados de lo eterno humano? Aturdidos, huimos de nuestra biología, que defiende la vida por la vida misma como causa superior, y la sustituimos por un consumismo funcional a la acumulación. La política, madre eterna del acontecer humano, quedó engrillada a la economía y al Mercado.

De salto en salto, la política no puede más que perpetuarse. Como tal, delegó el poder y se entretiene aturdida luchando por el gobierno. Desbocada, la historieta humana marcha comprando y vendiendo todo, innovando para poder negociar lo innegociable. Hay marketing para cementerios y servicios fúnebres, para maternidades, padres, madres, abuelos, tíos, secretarias, autos y vacaciones.

Todo, todo es negocio. Aún, las campañas de marketing caen deliberadamente sobre los niños y su psicología para influir sobre los mayores, asegurando un territorio de consumo futuro. Sobran pruebas de estas tecnologías abominables que, a veces, inducen frustraciones.

El hombrecito de nuestro tiempo deambula entre financieras y el tedio rutinario de las oficinas climatizadas con aire acondicionado. Siempre sueña con las vacaciones y la libertad. Siempre sueña con terminar de pagar sus cuentas, hasta que un día el corazón se detiene… y adiós.

Habrá otro soldado cubriendo las fauces del Mercado, asegurando la acumulación. La crisis actual es la impotencia de la política, incapaz de comprender que la humanidad no se escapa ni se escapará del sentimiento de nación, porque casi está en nuestro código genético. Sin embargo, hoy es tiempo de luchar por un mundo sin fronteras.

La economía globalizada solo está dirigida por el interés privado de unos pocos, y cada Estado Nacional se enfoca en su estabilidad continuista. Hoy, la gran tarea para nuestros pueblos es el «todo». Como si esto fuera poco, el capitalismo productivo está preso en la caja de los bancos, que son la cúspide del poder mundial.

Más claro: el mundo necesita a gritos reglas globales que respeten los logros de la ciencia, que abunda, pero no gobierna para el bien.

Es necesario definir las horas de trabajo, la posible convergencia de monedas, cómo financiar la lucha global por el agua y contra la desertificación, qué y cómo reciclar, y cómo presionar contra el calentamiento global. Se necesitan límites claros para cada acción. Sería imperioso lograr grandes consensos para movilizar la solidaridad hacia los más oprimidos, castigar impositivamente el despilfarro y la especulación.

* Discurso completo en la Asamblea General de la ONU el 24 de septiembre de 2013.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Únete a Bandalos magazine

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.