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El experimento de la cárcel de Stanford y las desapariciones La Modelo

El experimento de la cárcel de Stanford y las desapariciones La Modelo

Cuota:

  1. La transformación del comportamiento por un simple cambio de rol

En 1971 se hizo célebre el sicólogo Philiph Zimbardo, de la Universidad de Stanford, California; con una investigación de campo que pretendía demostrar, cómo el entorno y el ambiente, pueden modificar la conducta y el carácter de los individuos. A pesar que el estudio se realizó dentro de los sótanos de la propia universidad, la investigación se conoció como “El experimento de la cárcel de Stanford” [1].

Relata Zimbardo en su libro “El efecto Lucifer” [2], que él creía que no era habitual que a una persona se le pidiera que hiciera algo malo, ya que vivimos en instituciones, familias, escuelas, hospitales, ejército y policía, donde se le asigna al individuo unas reglas, un rol y un trabajo dentro del marco de la legalidad. En ese entorno la persona empieza a hacer cosas que quizás no encajen con su moral, pero simplemente las continúa realizando porque el resto de los miembros de la institución también las hace

En el estudio se buscaron estudiantes voluntarios, que aceptaron participar durante varias semanas en una simulación sobre la vida en la cárcel. Luego se hicieron test de personalidad y entrevistas, y se seleccionaron a 25 individuos blancos, que correspondían a los perfiles psicológicos más estables y al mejor comportamiento social.

Lanzando una moneda al aire, se eligieron al azar a los reclusos y a los carceleros. Para hacerlo más convincente, Zimbardo se encargó que la policía de Stanford detuviera a los estudiantes que iban a desempeñar el rol de reclusos y los arrestaran conforme a la ritualidad. Los esposaron, los subieron a la patrulla y los llevaron a la comisaría, en donde les tomaron huellas dactilares y fotografías[3].

En seguida los policías les vendaron los ojos y Zimbardo –que desempeñaba el rol de director de la prisión-, los trasladó en un vehículo hasta la cárcel ficticia.

El grupo que se desempeñaría como guardias había llegado un día antes a la cárcel, con el fin que se familiarizaran con el lugar y desarrollaran sentido de pertenencia por la institución. Les asignaron uniformes, silbatos, esposas y gafas de sol reflectivas, para que nadie pudiera verles los ojos[4].

Todos los participantes sabían que se trataba de una simple simulación. Los guardias eran buenas personas, muchos eran hippies y activistas de los derechos civiles.

Sin embargo, al cabo de dos días los guardias empezaron a decir que los reclusos eran peligrosos y que tenían que aplacarlos. La razón fue que, al segundo día, los presos se revelaron y dijeron que no querían llevar números, ni gorras en la cabeza y empezaron a insultar a los guardias. Para preservar el orden, los guardias utilizaron la fuerza física contra los reclusos. En ese momento el experimento se transformó en una cárcel real[5].

Si bien Zimbardo había prohibido el empleo de violencia, durante los siguientes días los guardias recurrieron también a la agresión sicológica. En los turnos en que los presos estaban fuera de sus celdas, los guardias aprovechaban la oportunidad para abusar de ellos.

Lo peor ocurría en la noche porque los guardias sabían que Zimbardo iba a dormirse. Al día siguiente, aquél miraba el video y observaba las graves humillaciones que habían recibido los reclusos.

Zimbardo, como director de la cárcel, se limitaba a llevar un control rutinario de la situación, un simple observador, sin sentir ningún remordimiento ni arrepentimiento. Sin embargo, el experimento terminó abruptamente al sexto día –mucho antes de lo proyectado-, cuando Zimbardo fue visitado por su novia, quién se horrorizó con el sadismo que estaba ocurriendo en los sótanos del Departamento de Psicología. Zimbardo, con su pasividad, también había caído en lo más bajo de su propia naturaleza.

  • Universos paralelos: Stanford y la cárcel La Modelo

Más allá de las fuertes críticas recibidas al experimento de Stanford[6], entre ellas por Eric Fromm, al cuestionar la metodología de aislamiento utilizada a un pequeño grupo de la población[7]; el experimento sigue siendo un modelo comparable con lo que ocurre en el escenario real.

Un ejemplo lo constituye el caso de la Cárcel La Modelo de Bogotá. Sólo hasta el año 2016 se destapó la olla podrida de lo que ha venido ocurriendo en ésta prisión. Y es que, según las autoridades, entre febrero de 1999 y mayo del 2000, dentro de la cárcel se cometieron graves violaciones a los derechos humanos por desaparición y asesinato de varias personas[8], entre reclusos, visitantes, abogados y personas ajenas al penal, cuyos restos fueron arrojados por la red de alcantarillado. Según revista Semana, éstas desapariciones también habrían ocurrido en las prisiones de Popayán, Bucaramanga y Barranquilla.

Según declaraciones rendidas por los diferentes directores del INPEC, así como por guardias de la época, “jamás tuvieron conocimiento de lo ocurrido” [9].

Las desapariciones fueron asumidas como simples fugas y los casos, administrativamente, se dieron por cerrados. Tampoco los directores han dado nunca razón del grave fenómeno de corrupción y tráfico de armas dentro de éstos penales.

No deja de asombrar el paralelismo entre el experimento de Stanford y los graves hechos ocurridos en las cárceles colombianas, particularmente en La Modelo, donde una nómina inmensa de funcionarios públicos, que va desde los dragoneantes hasta los directores, nunca vieron ni escucharon nada fuera de lo normal. Y ésta escalera de poder institucional asciende a autoridades de policía, funcionarios del INPEC, auxiliares y ministros[10].

Asombra igualmente la pasividad de la Fiscalía frente al tema.

Es inquietante cómo personas “normales”, que entran a conformar el aparato institucional del Estado, particularmente el encargado del sistema punitivo, se transforman en verdaderos demonios capaces de infligir (o tolerar pasivamente) las más horripilantes torturas y muertes a sus congéneres. La semilla del mal se desarrolla a nivel psicológico cada vez que asumimos, sin sopesarlo, una autoridad punitiva, o cuando caemos en el beneplácito de la pasividad ante la injusticia y la violencia, o cuando agredimos a otro para sentirnos aceptados en un sistema.

Más vigente que nunca aparece hoy Michel Foucault, cuando describía la importancia de la arquitectura panóptica, postulada por Jeremy Bentham, como un ambicioso proyecto de prisión con una torre central que debía vigilar toda una serie de celdas dispuestas en forma circular a contraluz, que hacían imposible observar al vigilante y que en términos más profundos desaparecía al poder y lo diluía en la infinita multiplicidad de su mirada única y constante[11]. Este modelo arquitectónico posteriormente sería utilizado para cualquier estructura de la nueva sociedad disciplinaria, en sus ansías de mantener el cuerpo social en un estado de control, catalogación y sometimiento absoluto[12]

Igualmente queda claro, que la prisión no es un lugar de resocialización, sino la mayor fábrica del crimen jamás inventada.

Ha llegado la hora de desmontar éste leviatán ideado por los fanáticos de la Dogmática Penal y replantear el sistema en su integridad.

  • ¿Cómo explica la neurociencia el sadismo de los carceleros?

Basándose en otro trabajo similar, el experimento de Milgram[13], Zimbardo concluyó que los sujetos uniformados (y mejor, si podían ocultar de alguna manera su rostro o identidad), eran capaces de ser más agresivos y sádicos, que si iban con ropa de calle.

Según Zimbardo, las conductas asociadas a las instituciones penitenciarias no tienen que ver con el carácter individual, sino que es la propia institución la que parece influir en el comportamiento, al dictar los roles de sus miembros[14].

En consecuencia, los funcionarios parecen seguir una especie de “guion psicológico”, que es completamente ajeno al sentido común. En tal medida, pareciera que el experimento concluye que una persona con uniforme[15], en un rol de autoridad, se vuelve fácilmente propenso a convertirse en un sádico[16].

Estas investigaciones científicas revalidan la tesis de Hannh Arendt, quien sostuvo que grandes asesinos en masa de la historia, como Adolf Eichmann, eran “personas normales”. Sin embargo, su inclinación por la crueldad se la facilitó el hecho de ser un burócrata, cuyas decisiones se volvieron casi anónimas, al convertirse en un operario[17] dentro de un sistema basado en los actos de exterminio[18].

Otro fenómeno parecido al de Stanford, pero real, fue el de las torturas y abusos de prisioneros iraquíes en la Cárcel de Abu Grahib, por parte de soldados aliados. Señala un estudio de la Universidad Nacional, que “Fantasías de castración y sodomización que quedaron plasmadas en las fotos que circularon por Internet y que indujeron a las autoridades gubernamentales a intentar inútilmente borrar y sacar las fotografías de circulación. Al no poder hacerlo, apelaron a los manchones y a los borrones con los cuales intentaron tapar los anos de los prisioneros y sus órganos sexuales. Si los prisioneros iraquíes opusieron algún tipo de resistencia, nunca lo sabremos debido al manto de silencio que cubrió la prisión de Abu Ghraib con posterioridad al escándalo” [19]. Por su parte, un informe reciente del Massachusetts Institut of Technology (MIT), concluye que cuando las personas se reúnen en grupos, se generan comportamientos que una persona no realizaría por sí sola. Dicha pertenencia a un grupo, hace a las personas más propensas a dañar a otros fuera del grupo[20]. Según Rebecca Saxe, profesora asociada de neurociencia cognitiva en el MIT, las prioridades de las personas cambian cuando hay un “nosotros” y un “ellos”.  Varios factores juegan en esta transformación. Cuando las personas están en un grupo, se sienten más anónimo, y menos probabilidades de ser atrapado haciendo algo mal. También pueden sentir una disminución del sentido de la responsabilidad personal por las acciones colectivas[21]. Saxe y sus colegas estudiaron recientemente un tercer factor que los científicos cognitivos creen que pueden estar implicados en este grupo dinámico: la hipótesis que cuando las personas están en grupos, «pierden contacto» con sus propias costumbres y creencias, y se vuelven más propensos a hacer cosas que normalmente creen que están mal[22]. En un estudio que recientemente se puso en línea en la revista NeuroImage, los investigadores midieron la actividad cerebral en una parte del cerebro involucrada en la reflexión sobre uno mismo[23]. Encontraron que, en algunas personas, esta actividad se redujo cuando los sujetos participaron en un concurso como parte de un grupo, en comparación a cuando compitieron como individuos. Esas personas eran más propensas a dañar a sus competidores que las personas que no presentaban esta disminución de la actividad cerebral[24]. Por su parte, un estudio realizado por investigadores de las universidades de Duke y Princeton, afirma que estos comportamientos de sadismo se vinculan con un fallo en la red neuronal implicada en la interacción social y en el reconocimiento de otras personas como “humanos”[25]. Con la activación de las emociones de disgusto o rechazo, la red puede desconectarse, generando que dichas personas deshumanicen a otros individuos y olviden que éstos tienen pensamientos y sentimientos humanos. En el comunicado de la Universidad de Duke, se afirma que “cuando nos encontramos con otra persona, normalmente deducimos algo sobre sus pensamientos. Pero, a veces, esta función cognitiva falla, lo que abre la posibilidad a que no percibamos al otro como completamente humano” [26].  

CONCLUSIONES

  1. Si bien el experimento de la Cárcel de Stanford ha recibido críticas, muestra algunos patrones que no podemos negar.
  1. El experimento de la Cárcel de Stanford revela que la obediencia puede estar por encima de los vínculos afectivos, de la ética y de la moral.
  1. El experimento mostró que las circunstancias, el contexto o el poder de la obediencia-sumisión, puede influir en la conducta de un sujeto hasta llevarlo a la desindividualización y deshumanizarlo.
  1. Asombra el paralelismo del experimento con los hechos ocurridos en la Cárcel La Modelo de Bogotá. Y es que, según las autoridades, entre febrero de 1999 y mayo del 2000, dentro de la cárcel se cometieron graves violaciones a los derechos humanos por desaparición y asesinato de varias personas, entre reclusos, visitantes, abogados y personas ajenas al penal, cuyos restos fueron arrojados por la red de alcantarillado.
  1. Según declaraciones rendidas por los diferentes directores del INPEC, así como por guardias de la época, “jamás tuvieron conocimiento de lo ocurrido”, lo cual se asemeja a lo ocurrido en el experimento.
  1. Las desapariciones de La Modelo fueron asumidas como simples fugas y los casos, administrativamente, se dieron por cerrados. Tampoco los directores han dado nunca razón del grave fenómeno de corrupción y tráfico de armas dentro de éstos penales.
  1. No deja de asombrar el paralelismo entre el experimento de Stanford y los graves hechos ocurridos en las cárceles colombianas, particularmente en La Modelo, donde una nómina inmensa de funcionarios públicos, que va desde los dragoneantes hasta los directores, nunca vieron ni escucharon nada fuera de lo normal. Y ésta escalera de poder institucional asciende a autoridades de policía, funcionarios del INPEC, auxiliares y ministros.
  1. Asombra igualmente la pasividad de la Fiscalía frente al tema.

BIBLIOGRAFIA

  • ARENDT, HANNAH. Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal. Ed. Lumen, Barcelona, 2003.
  • CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS, Comunicado de prensa del 25 de febrero de 2016, http://www.oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2016/020.asp.
  • FOUCAULT, MICHEL.El poder, una bestia magnífica. Sobre el poder, la prisión y la vida. Siglo Veintiuno Editores. Buenos Aires, 2013.
  • FOUCAULT, Michel. Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. Siglo Veintiuno Editores, México, 2005.
  • FROMM, ERICH.Anatomía de la destructividad humana. Siglo XXI de España, Madrid, 1998.
  • HASLAM, ALEXANDER; y REICHER, STEPHEN. Visión crítica de la explicación de la tiranía basada en los roles: pensando más allá del Experimento de la cárcel de Stanford. Univertity od Exter; University of St Andrews. Revista de Psicología Social, Vo. 19, España, 2004.
  • HERRERA, CELIDA GODINA. El panóptico moderno. Revista de Filosofía: A Parte Rei. Nº 46. p. 5. Madrid, Julio 2006.
  • LEVY, JOSE. Experimento de la Cárcel de Stanford, en Lapsus freudianos. Editorial Océano, Barcelona, 2013, pág. 65.
  • MASSACHUSETTS INSTITUT OF TECHNOLOGY (MIT). MIT News on campus and around the world. Informe del 12 de junio de 2014, publicado en versión electrónica en http://news.mit.edu/2014/when-good-people-do-bad-things-0612.
  • MELOSSI, DARIO / PAVARINI, MASSIMO. Cárcel y Fábrica. Los orígenes del sistema carcelario. Siglo Veintiuno Editores. Mexico, 2010.
  • PEREZ TORO, WILLIAM. ¿Más Prisiones?, en ¿Reformar o abolir el sistema penal?, ARIAS HOLGUIN, DIANA. Siglo del Hombre Editores, Bogotá, 2015.
  • REED, MICHAEL. ¿Y quién dijo miedo? Un estado de necesidad fabricado para gobernar mediante el crimen, en Delito y tratamiento penitenciario en el contexto de los Derechos Humanos. Ediciones Unaula. Bogotá, 2014.
  • SCHERER, Sebastian, en el prólogo de Un mundo sin cárceles es posible. GOMEZ JARAMILLO, ALEJANDRO. Ediciones Coyoacán, México, 2008.
  • TRUJILLO CABRERA, Juan. Análisis económico del Derecho colombiano. Dictus Publishing, Saarbrücken. 2012.
  • URIBE, MARIA VICTORIA. La venganza contra el fantasma. Las torturas a los prisioneros irquíes. Revista Desde el Jardín de Freud. Num. 4, Universidad Nacional, Bogotá, 2004, pág. 260.
  • ZAFFARONI, Eugenio Raúl. La cuestión criminal. Editorial Ibáñez, Bogotá, 2013.
  • ZIMBARDO, PHILLIP. El efecto Lucifer. El porqué de la maldad.  Ediciones Paidós. Madrid, 2012.

[1] ZIMBARDO, PHILLIP. El efecto Lucifer. El porqué de la maldad.  Ediciones Paidós. Madrid, 2012.

[2] Zimbardo explica en su libro el título de la publicación. Para el efecto, alude a “la transformación suprema del bien en el mal, la metamorfosis de Lucifer en Satanás. Lucifer, el «portador de luz», era el ángel favorito de Dios hasta que se enfrentó a la autoridad divina y fue arrojado al infierno junto con los otros ángeles caídos. «Mejor es reinar en el infierno que servir en el cielo», se jacta Satanás, el «adversario de Dios» en El paraíso perdido de Milton. En el infierno, Lucifer-Satanás se convierte en un embustero, en un vanidoso impostor que alardea con lanzas, trompetas y estandartes, como los dirigentes de muchos países de hoy. En el congreso demoníaco que reúne a los principales demonios del infierno, se le dice a Satanás que no podrá recuperar el cielo mediante una confrontación directa.1Sin embargo, al príncipe de Satanás, Belcebú, se le ocurre la más malvada de las soluciones para vengarse de Dios: corromper su creación suprema, el género humano. Aunque Satanás tiene éxito al tentar a Adán y Eva para que desobedezcan a Dios y caigan en el mal, Dios decreta que, al final, el ser humano se salvará. Sin embargo, hasta que llegue ese momento, Satanás tiene libertad para reclutar a brujos y brujas para con su ayuda tentar a la humanidad y hacerla caer en el mal. Más adelante, estos intermediarios de Satanás se convertirían en el blanco de los fervientes inquisidores que deseaban librar al mundo del mal, aunque sus métodos horrendos acabarían dando origen a una nueva forma de maldad sistémica que el mundo, hasta entonces, no había conocido”. ZIMBARDO, PHILLIP. El efecto Lucifer…, pág. 24.

[3] ZIMBARDO, PHILLIP. El efecto Lucifer…

[4] Durante el primer día, tanto los reclusos como los guardias se sentían desplazados del rol que tenían que cumplir, puesto que de alguna forma rechazaban los “papeles” que se les habían asignado. Zimbardo, Phillip. El efecto Lucifer. El porqué de la maldad.  Ediciones Paidós. Madrid, 2012.

[5] Al segundo día, los guardias ya habían empezado a ver cómo se difuminaba la línea que separaba su propia identidad y del rol que debían cumplir. Zimbardo, Phillip. El efecto Lucifer. El porqué de la maldad.  Ediciones Paidós. Madrid, 2012.

[6] HASLAM, ALEXANDER; y REICHER, STEPHEN. Visión crítica de la explicación de la tiranía basada en los roles: pensando más allá del Experimento de la cárcel de Stanford. Univertity od Exter; University of St Andrews. Revista de Psicología Social, Vo. 19, España, 2004.

[7] FROMM, ERICH.Anatomía de la destructividad humana. Siglo XXI de España, Madrid, 1998. Respecto de la destructividad, por simple placer, Fromm sostiene que esa manifestación se produce cuando no media ninguna situación en que corra riesgo la vida de quién asume una conducta cargada de agresividad. Fromm estableció que existía una relación entre la destructividad y el amor a la vida, y así lo dijo: “… el impulso de vida y el de destrucción no son factores mutuamente independientes, sino que son inversamente proporcionales”.

[8] La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) expresó su preocupación ante la información divulgada por la Fiscalía de Colombia, sobre la presunta desaparición y descuartizamiento de al menos 100 personas entre los años 1999 y 2001 en la cárcel La Modelo, ubicada en Bogotá. La CIDH señaló que espera que la investigación que adelanta la Fiscalía continúe su curso con debida diligencia hasta esclarecer todo lo ocurrido, de manera que la justicia pueda establecer responsabilidades y sancionar a los responsables. Estas investigaciones no sólo deben estar orientadas a establecer los responsables materiales de los hechos, sino también a los posibles autores intelectuales y a aquellas autoridades que podrían ser responsables por acción u omisión. Asimismo, la CIDH urge al Estado de Colombia que adopte todas las medidas necesarias para prevenir la repetición de hechos similares, en particular la implementación de acciones para adecuar las condiciones de detención de la cárcel La Modelo y otros centros de reclusión a los estándares internaciones y para garantizar la vida y la integridad de las personas privadas de libertad. El Estado debe, como medidas fundamentales, garantizar y mantener la seguridad interna de los centros penales y controlar el ingreso de armas y de sustancias ilícitas, así como la circulación de dinero dentro de las cárceles. Además, debe buscar mecanismos para reducir el hacinamiento y la superpoblación en las cárceles. CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS, Comunicado de prensa del 25 de febrero de 2016, http://www.oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2016/020.asp.

[9] El general Jorge Luis Ramírez, director del INPEC, manifestó el 18 de febrero de 2016, que “no tenía información sobre descuartizamiento de personas en la cárcel La Modelo de Bogotá”. «Llevo quince meses al frente del INPEC y no tenía información sobre descuartizamiento de personas». Periódico El País, de Cali, edición del 18 de febrero de 2016.

[10] De acuerdo con un testimonio, postulado de Justicia y Paz, las más de cien desapariciones ocurridas entre 1998 y 2001 en la cárcel La Modelo de Bogotá eran conocidas por el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC). Véase TELESUR, Gobierno colombiano sabía de las desapariciones en la Cárcel La Modelo, edición escrita del 22 de febrero de 2016.

[11] FOUCAULT, Michel. Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. Siglo Veintiuno Editores, México, 2005.

[12] FOUCAULT, MICHEL.El poder, una bestia magnífica. Sobre el poder, la prisión y la vida. Siglo Veintiuno Editores. Buenos Aires, 2013.

[13] Este experimento fue llevado a cabo por el psicólogo social Stanley Milgram, en New Haven (Conneticut) en la década de 1960. Sus resultados dieron a entender que cualquier persona común y corriente era capaz de infligir descargas eléctricas dolorosas e incluso letales, simplemente por cumplir órdenes. La investigación causó sensación y fue el antecedente del Experimento de la Cárcel de Stanford. Véase, LEVY, JOSE. Experimento de Milgram, en Lapsus freudianos. Editorial Océano, Barcelona, 2013, pág. 66.

[14] LEVY, JOSE. Experimento de la Cárcel de Stanford, en Lapsus freudianos. Editorial Océano, Barcelona, 2013, pág. 65.

[15] Interesante cómo ese “uniforme” no necesariamente debe ser el de un policía, un soldado o un dragoneante. En los Estados Unidos existe un fuerte debate, desde que el 2 de Julio de 2015, se hizo público un documento elaborado por la APA (American Psychological Association), en el que se denuncia la participación de la APA en técnicas e interrogatorios nacionales de seguridad y tortura. El documento completo se encuentra en: http://www.apa.org/independent-review/APA-FINAL-Report-7.2.15.pdf

Se trata de la denuncia de cómo psicólogos profesionales asesoraron e instruyeron a interrogadores y supervisores con el fin de “ablandar” a los prisioneros en el complejo carcelario de Guantánamo (Cuba), los calabozos de Abu Ghraib (Irak) y la base aérea de Bagram (Afganistán). Literalmente, durante un tiempo prolongado, cientos y miles de prisioneros detenidos fueron sometidos a interrogatorios y torturas con todas las técnicas y sofisticaciones de algunos de los más avezados psicólogos en el mundo.Fuente: Pacarina del Sur – http://www.pacarinadelsur.com/home/saberes-y-horizontes/1265-psicologia-ciencias-del-comportamiento-y-neurociencias-un-estudio-cientifico-y-politico – Prohibida su reproducción sin citar el origen.

[16] LEVY, JOSE. Experimento de la Cárcel de Stanford…, pág. 65.

[17] ARENDT, HANNAH. Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal. Ed. Lumen, Barcelona, 2003.

[18] Arendt acuñó la expresión «banalidad del mal» para expresar que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. No se preocupan por las consecuencias de sus actos, sólo por el cumplimiento de las órdenes. 

[19] URIBE, MARIA VICTORIA. La venganza contra el fantasma. Las torturas a los prisioneros irquíes. Revista Desde el Jardín de Freud. Num. 4, Universidad Nacional, Bogotá, 2004, pág. 260.

[20] MASSACHUSETTS INSTITUT OF TECHNOLOGY (MIT). MIT News on campus and around the world. Informe del 12 de junio de 2014, publicado en versión electrónica en http://news.mit.edu/2014/when-good-people-do-bad-things-0612.

[21] MIT. MIT News on campus and around the world. Informe del 12 de junio de 2014…

[22] MIT. MIT News on campus and around the world. Informe del 12 de junio de 2014…[23] De acuerdo con el informe del MIT, se estudió lo que sucede en el cerebro de los individuos cuando están en un grupo. Midieron en concreto la actividad neuronal en una parte del cerebro involucrada en la reflexión sobre uno mismo: la corteza prefrontal medial. Descubrieron que dicha actividad se redujo cuando los voluntarios participaron en un juego como parte de un grupo, en comparación con cuando compitieron como individuos. Esas personas presentaron además más probabilidades de dañar a sus competidores que las que no presentaban esa disminución de la actividad cerebral.

[24] MIT. MIT News on campus and around the world. Informe del 12 de junio de 2014…

[25] Universidad de Duke. A Brain’s Failure to Appreciate Others May Permit Human Atrocities. Duke Today. Informe del 14 de diciembre de 2011, publicado en versión electrónica en http://today.duke.edu/2011/12/dehumanize.

[26] Universidad de Duke. A Brain’s Failure…

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