Medea de Eurípides, filicidio, locura e inimputabilidad
Cuota:
Medea[1], en su versión más psicológica[2], sofística[3] y profunda -la obra trágica de Eurípides[4]– asesina a sus hijos para vengarse de JASON[5] el argonauta[6], esposo y padre de sus hijos, quien la repudió públicamente, violando así sus juramentos de fidelidad al comprometerse con la hija del rey de Corinto. Luego, por el miedo que inspiraba su persona, fue desterrada, junto con sus hijos, de la ciudad. Antes de partir, y en el único espacio de tiempo que le fue concedido, envenenó a la novia de su esposo, también al rey Creonte y finalmente asesinó a sus hijos.[7] De allí el nombre, en psicología[8], de “síndrome de Medea”. La escena brutal de la muerte de los hijos a manos de la madre siempre evoca a la más famosa de las filicidas: Medea, hija de Eetes, rey de la Cólquide[9] y que llevaba diez años viviendo en la tierra del rey Creonte, Corinto, en prestigio e importancia, ora por sus proezas junto a Jason y los argonautas, ora por su inteligencia y sabiduría. Presente en diversas versiones a lo largo y ancho del mundo griego, Medea nos permite construir un diálogo que atraviesa algunos pensamientos griegos sobre la locura[10], la virtud, el pecado, el crimen abominable y la diada libertad-responsabilidad. Nos servimos de Medea, también, porque no es simple coincidencia (o capricho) que muchos relatos de la mitología dieran sus nombres a las clasificaciones que hacen psiquiatras o psicólogos: complejo de Edipo[11] principalmente[12], síndrome de Procusto[13], síndrome de Medea[14], de Ulises[15], de Cronos[16], de Diógenes[17], de Penélope[18], de Clitemnestra[19]
Tres hilos conductores nos llevaron a Medea: el hecho de sangre de manos de una madre; la base ética socrática de Eurípides que se emparenta (en voz de Nietzsche) con las tesis exculpatorias deterministas del biologicismo o la psiquiatría en la responsabilidad penal (inimputabilidad): por un lado, porque todo conocimiento científico o pseudocientífico (como la psiquiatría) confía inexorablemente en la certeza y la determinación. Se cree que podemos llegar a conocernos, a través de la razón, para darle causas seguras a la conducta humana. Se ha llegado a decir que, con el conocimiento, podríamos eliminar el crimen, y porqué no, el pecado. Esa confianza se emparenta, entonces, con el optimismo socrático que a manera de denuncia expone Nietzsche en el “nacimiento de la Tragedia”. Es verdad que Sócrates enseña que ¿Si se alcanza la sabiduría se elimina el pecado? ¿Si llegamos a saber que toda conducta tiene una correlación biológica, podríamos acabar con el crimen? ¿Y si el crimen es una enfermedad, como se dice por la psiquiatría, podríamos entonces curarnos y ser felices, como lo serían los hombres y mujeres virtuosos? Se acusó por Nietzsche a Sócrates, de ser junto con Eurípides, los “asesinos” de la tragedia, pues existe una tensión en el arte entre lo dionisiaco[20] (ósea lo narcótico, lo misterioso, lo oculto, lo instintivo y natural) y lo apolíneo (Apolo) que se significa en la dialéctica, la razón, la belleza, lo onírico, lo adecuado, lo lógico. La tragedia para Nietzsche nace con Dionisio y se muere cuando Eurípides, mediando la ética socrática, se alejó de la música como raíz de la tragedia griega. La riqueza en el drama humano, descendida de la épica y los héroes, trajo consigo, la muerte de la tragedia pues se impuso lo onírico y racional (apolo), a lo narcótico e insondable (Dionisio). Los diálogos, y hasta los prólogos en Eurípides reflejaban esa visión dialéctica y sofística de la vida, rodeada de ese optimismo y confianza en el conocimiento.
“En torno a Eurípides hay, en cambio, una luz tenue refractada, peculiar de los artistas modernos; su carácter artístico casi no-griego puede expresarse con suma concisión bajo el concepto de socratismo. “todo tiene que se consciente para ser bello, es el principio euripideo paralelo del socratismo “todo tiene que se consciente para ser bueno”. Eurípides es el poeta del racionalismo socrático”.
Entonces, decimos: en toda visión determinista, o reduccionista de la conducta humana, de la cual son manifestaciones los excesos de la inimputabilidad y la fragilidad de las exculpaciones por enfermedad o trastorno mental, aparece un optimista socrático, según la acusación de Nietszche. Medea, es el escenario perfecto: mujer, inteligente, dueña de una dialéctica poderosa, asesinó a sus hijos por venganza: ¿actuó despojada de sabiduría? ¿la sabiduría es lo mismo que la consciencia aparente de los actos?
¿Por qué Medea para discutir sobre inimputabilidad?
La lectura de Medea de Eurípides[21], creemos, nos ha permitido dimensionar varias cuestiones claves:
Primero, Nos servimos de la obra, más allá de la propia consideración del filicidio. Lo hacemos, por representar según Nietzsche[22], la visión optimista de la ética de Sócrates, en la que el mal sobre el mundo es producido por la falta de conocimiento. Según ésta perspectiva ética, “el mal se relacionaría con la ignorancia” [23] y las obras del griego Eurípides, reflejarían ese enfoque que daría pie para que fuera llamado por el filósofo alemán como el “asesino de la tragedia”: la falta de educación produce el mal, nadie hace lo malo con conocimiento.
Esta visión endilgada a Sócrates, primero, resulta muy apropiada en relación con la capacidad de culpabilidad de nuestro derecho penal y por ende eje fundamental para discutir la responsabilidad por los actos criminales frente a la sociedad. MEDEA, mujer, madre, hechicera, envenenadora y sabia, es la contrapartida de la ausencia de conocimientos que explicaría la maldad humana, porque además era poseedora del logos y tenía como virtud la argumentación. Sin embargo, más que una contradicción del trágico de Salamina, sería una provocación en el espectador. Muchos al final de la obra, le habrían reclamado a Eurípides, que Medea sería el ejemplo de que se puede ser malo a consciencia, malo con conocimiento[24].
Su obra filicida sería resultado de su poderoso saber. El propio Nietzsche acusó a EURÍPIDES de ser el asesino de la tragedia, al alejarla de lo dionisiaco y emparentarla íntimamente con Sócrates, de quienes algunos dijeron ayudó al primero a escribir sus obras.[25].
Dice Nietzsche que de esa relación entre saber y virtud, “el héroe virtuoso tiene que ser un dialéctico”[26], que se impone por el socratismo transforma la tragedia para acabar con ella. Lo anterior se evidencia, por ejemplo, en la pérdida en importancia del coro y la música en las obras de Eurípides. Surgida esa visión optimista (ética socrática), habría aniquilado lo dionisiaco (lo instintivo y misterioso) del escenario de la tragedia. Esta relación que propone Nietzsche de la perspectiva optimista socrática, hace que se pierda la esencia de la tragedia. Existen dos fuerzas paralelas que gobiernan el universo del arte: la dionisiaca, dueña del misterio, los excesos, la ebriedad, la música, y la apolínea (Apolo), que es la del sueño[27], la sabiduría, libre de las pulsiones.[28]
La dionisiaca, partera de la tragedia, se ubica en el plano de la naturaleza “alienada” que “celebra su fiesta de reconciliación con el hijo perdido: el ser humano” (Nietszche). La visión optimista, deshace al hombre en silogismos y virtudes, lo despoja de responsabilidades al pretender salvarlo por su propia ignorancia. Si el hombre peca, sólo lo hace por ignorancia.
Nadie es responsable, entonces, y la influencia de este argumento se consigna y refleja en los desbordamientos de los márgenes de la inimputabilidad por la vía de somatizar las conductas humanas (recurrir a la enfermedad) y en la búsqueda incesante de causas físicas al proceder humano. Una forma de decir lo mismo que Sócrates, es sostener que no hay acto humano que no responda a un defecto de la mente o el cerebro y que si llegamos a conocer qué existe detrás (el mecanismo), mediando la razón, no se produciría el mal sobre la tierra. ¿Serían Socráticos los biologicistas y deterministas de hoy? según Nietzsche, sí. La ética socrática campea, entonces, sujeta a la racionalidad, la dialéctica y la lógica, hasta el punto de unirse indefectiblemente a la virtud, siendo el pecado, o “el delito” en nuestro caso, únicamente resultado de la ignorancia.
No hay pecado ni delito producto de la razón: “si la virtud es el saber, entonces el héroe virtuoso ha de ser un dialéctico”. [29] La visión, que, de Sócrates, tenía Nietzsche, significa, en resumen: que la ignorancia nos hace pecadores (o delincuentes), y solo en la falta de razón se hallan las causas de la trasgresión y la ausencia de virtud. No habría delito ni pecado donde gobierne la razón, sino la ignorancia, por ende, nadie pecaría a conciencia y en uso de la razón.
“Con el látigo de sus silogismos la dialéctica optimista expulsa de la tragedia a la música: es decir, destruye la esencia de la tragedia, esencia que únicamente se puede interpretar como una manifestación y una configuración plástica de estados dionisiacos, como visible simbolización de la música, como el mundo onírico de una ebriedad dionisiaca”
Segundo, por razón de la representación de la mujer que hace Eurípides en Medea: era hechicera, extranjera, bruja, madre, traicionera de su familia[30], ultrajada, vejada y desterrada[31] de la tierra por la que había traicionado a su propia casa. Había por venganza cometido el más salvaje de los crímenes[32]: asesinar a sus hijos.
Estos hechos execrables de las muertes de sus hijos Feres y Mermero, a manos de su propia madre y por “un lecho” (Como repite JASON en el verso 1360)[33] se reiteran como ejemplo de la locura[34] exacerbada, y en general son paradigmas de toda condición humana por sus contradicciones insalvables (ella, Medea, era muerte y vida, madre y asesina, fría y apasionada, destructora y creadora, envenenadora y sanadora)[35].
La obra Medea de Eurípides contiene un paradigma de quiebre de la opresión de la mujer griega, a pesar que, para vencer, la mujer vejada, tuvo que acabar moralmente consigo misma.[36] Además, en sus versos se hayan las denuncias, reproches y los lamentos más sublimes del género femenino por su esclavitud. [37]
Eurípides, es el poeta defensor de las mujeres, de los abandonados, de los sufridos y los infortunados, pues se atrevió a profundizar en el alma humana; de allí que sea siempre el más moderno de los trágicos y para Nietzsche, quien acabó con la tragedia.
Contrario sensu, la visión de Aristóteles, dirigida desde la biología, y que gobernaría desde las profundidades del mundo griego, a todas las instituciones políticas y religiosas, insiste en la comparación de las mujeres con los esclavos. Tal grado de legitimación del sometimiento a un amo, constituyó un inmenso dolor y sufrimiento para las mujeres que nos es difícil captar en toda su dimensión. Medea aparece vengadora de todas las mujeres. Nos dice Rabinovich: “Con el mismo tipo de argumentos “biológicos”, basados en una visión supuestamente naturalista, trata Aristóteles la condición femenina. Ya al referirse al esclavo, no podía evitar vincular la situación de éste con relación al amo con la de la mujer frente al hombre, como dos binomios paralelos”.[38] Esta base biologicista del estagirita, es el mismo elemento que constituye aún hoy baremo y justificación para segregar, clasificar, rotular, someter, segregar, exterminar y controlar. El mismo biologicismo con el que se pone en entredicho la libertad en los actos humanos criminales. Dos visiones se unen acá: el optimismo socrático (Nietzsche) y el biologicismo aristotélico. De estas visiones se nutren las tesis deterministas que amplían el marco de la inimputabilidad.
Medea es poseedora de un dolor inmenso al ver rotos los juramentos del hombre por el que había dado su propia familia. Abandonada, ultrajada, expuesta, humillada, simboliza y representa Medea a todas las mujeres por las que ella misma habla en los siguientes términos tantas veces citados en la historia del feminismo:
“de todas las cosas que son animadas y tienen pensamiento, las mujeres somos el retoño más desdichado: en primer lugar es necesario, con derecho de riquezas, comprar un esposo y tomar de este modo un soberano de nuestro cuerpo; este es un mal aún más doloroso que cualquier otro (…)” [39]
“Dicen que nosotras vivimos una vida sin riesgo en la casa, mientras ellos combaten con la Lanza. Están razonando mal: que tres veces preferiría yo mantenerme firme junto al escudo, antes que parir una sola”. [40]
Tercero, la doctrina biologicista y socrática, elimina la responsabilidad penal al ampliar los márgenes de la inimputabilidad y por ende, siempre funciona a manera de Deus ex machina[41], rompiendo de tajo la responsabilidad y “salvando” al protagonista con un recurso caído de los cielos (enfermedad o trastorno mental determinante de los crímenes). Como en la obra teatral sobre el mito de Medea, luego de asesinar a sus hijos (por venganza en la versión de Eurípides), apareció un carro enviado por Helios a salvar a su descendiente filicida: la inimputabilidad en el filicidio, cuando las cortes se han dejado llevar por la truculencia de los hechos y los certificados médicos, siempre aparece de improviso a liberar de responsabilidad y eliminar la culpabilidad[42] En el momento que aparece la inimputabilidad en el escenario del filicidio se diluye la libertad y se siguen patrones de tutela paternalistas: proteger, tutelar, curar sin preguntar, disminuir e invalidar. Es decir, partimos de la base que la inimputabilidad es un instituto difuso y fraudulento: se dice reparador y es inquisidor; está sujeto a cientificismos y afecta la dignidad humana en sus medidas de seguridad. Enfermar a las personas para someterlas al poder psiquiátrico reduce a los mínimos su dignidad por cuenta de despojarlas de su libertad de actuación. Somatizar los problemas de las vidas de las mujeres es minimizar su carácter vital para reducirlas a simples enfermas “mentales” dignas de tutela.
“MEDEA. (apareciendo sobre el palacio, subida al carro alado de Helios. Lleva con ella los cadáveres de sus hijos.) ¿por qué mueves y fuerzas con una palanca las puertas? ¿acaso buscas los cadáveres y a mí, que soy quien los originó? Abandona ya ésta fatiga. Si me necesitas, dime lo que quieres, ya que nunca podrás tocarme con la mano. Este carro nos lo ha dado Helios, padre de mi padre, fortaleza de la mano enemiga”. [43]
La Culpa de Medea
¿La ignorancia socrática termina salvando de responsabilidades? ¿Cómo es que se sintetiza en un hecho macabro de filicidio, lo que una mujer haya padecido por cuenta de la sociedad y la familia? ¿Cómo es que puede un pasado de horror eliminar la responsabilidad penal por el crimen de sus hijos? Es verdad, como dice Sócrates -en palabras acusadoras de Nietzsche- que como todo para ser bueno tiene que ser consciente, ¿lo malo siempre es inconsciente?
El síndrome de Medea, expresado en una categoría denominada enfermedad mental, cualquiera que ésta sea, es una de las tantas manifestaciones de la medicalización o psiquiatrización del derecho. El filicidio siempre ha estado presente en la historia humana y tiene diversas narrativas en las mitologías antiguas, y ha generado cuestionamientos esenciales sobre la existencia humana, que no se limitaron a la dicotomía reduccionista de sano/enfermo.
A Medea, juzgada hoy, a más de ser rotulada como una enferma mental, habría sido recluida contra su voluntad en un hospital psiquiátrico como castigo disfrazado de tratamiento. A Medea se le hubiera despojado de su dignidad, pues sin la libertad que se presume para todos los humanos, pasaría a engrosar el grupo de los seres anormales e institucionalizados. A Medea se la hubiera sometido al poder psiquiátrico y el poder de su obra maligna no hubiera trascendido como ejemplo de la victoria que a veces ocurre del oprimido contra el poder. Si a Medea la hubieran medicalizado, y todo por sus actos, su “memorial de agravios” contra los hombres no habría pasado de generación en generación. Nadie se acuerda de lo que un enfermo mental dice, pues sus palabras y su cuerpo son reducidos al valor de cualquier mobiliario de la institución que lo recluya. Nadie hubiera conocido a la Medea símbolo del feminismo. Si Medea hubiese sido declarada enferma mental y no responsable de sus actos, toda la obra de su venganza, que es un hito del poder femenino generador de vida y dador de la muerte, se habría perdido en las clasificaciones psiquiátricas. Sin embargo, el recurso deus ex machina, funcionó en la obra de Eurípides, en idéntica forma que en la exculpación que a veces se da en los tribunales de las filicidas. La razón de los peritos, da al traste con la inteligencia de la acusada por la vía de su diagnóstico como trastornada.
Es que, en el fondo de toda sentencia de inimputabilidad, aparece un optimismo socrático inocultable: la ignorancia descarga toda culpa. Por consiguiente, La inimputabilidad de última hora “salva” como un deus ex machina, pues a la filicida inimputable se la hace primero ignorante y por ende inconsciente del delito[44].
La libertad está en entredicho cuando los criterios jurídicos terminan diluidos en cientificismos, y dicha degradación la hemos visto en nuestro derecho continental[45].
Permitiéndonos las licencias que otorga la literatura, quisimos acercarnos al filicidio para sostener que mediante la declaratoria de inimputabilidad, no se vislumbra ningún grado de reivindicación de los derechos de la mujer y sí campea una especie de optimismo socrático (como acusa Nietzsche); por el contrario, recurrir al trauma de una vida sufrida y a una paupérrima certificación de trastorno o enfermedad mental para eliminar la responsabilidad, no acerca a la mujer como género a la realidad de sus derechos. La internación, por ser violencia institucional, trasgrede sus derechos humanos, como los de todos los pacientes institucionalizados.
Reconocer la maldad humana, y las posibilidades que tiene, nos recubre de dignidad, pues componente de dicha dignidad es el sabernos poseedores de todas las virtudes y todos los vicios, sin importar que tan instruidos o ignorantes seamos. Entender que nuestra condición humana, cargada de pasiones, frustraciones y ambigüedades, produce la muerte de los hijos por la madre, es sabernos propietarios de nuestra propia existencia. Sabernos responsables y culpables, aún ignorantes, es sabernos libres, finalmente.
El saber que no todos los actos de los hombres son explicables, nos retorna a la mística de la tragedia dionisiaca.
La locura nos es propia, misteriosa e insondable pero muy humana; por el contrario, la enfermedad mental no nos pertenece, es asunto de psiquiatras que modulan y ejercen un saber que nutre relaciones de poder. Parte de querer ver en los actos humanos a bichos, bacterias, daños cerebrales, enfermedades mentales, es porque nos repudiamos y negamos, y es por esto que preferimos atribuir la maldad al diablo o a la enfermedad. Como somos ignorantes, nuestros pecados no son nuestra culpa, según el optimismo socrático que campea en toda declaración de inimputabilidad.
Queremos que nos gestionen la vida, si no los sacerdotes y chamanes, sí los médicos. Cada vez que se pierde la responsabilidad por la vía de hacernos seres determinados -desde el conocimiento, por la economía, la sociedad, la biología, o el demonio- nuestra libertad queda reducida a cenizas. Creemos en mundos felices, y preferiríamos que nos gestionaran la vida, y qué mejor forma que declararnos enfermos y medicalizarnos.
“Por ello, no debe censurarse al inmoderado en los placeres porque nadie es malo voluntariamente (…) “Y, desde luego, casi todos los placeres de cuantos se dice que son inmoderaciones y reprobables, como si los males fueran voluntarios, no se censuran correctamente, pues nadie es malo voluntariamente, ¡sino que por causa de una cierta disposición perniciosa de! cuerpo y un desarrollo sin educación el mal llega a ser tal. A toda persona involuntariamente le sobrevienen estos males» (Timeo, diálogo de Platón del 360 ac, citado por M. del Henar Zamora).[46]
Medicalizar la vida, la muerte, el crimen, la maldad, los celos, la envidia, la bondad, el amor, el filicidio, es la entrega de toda libertad.
CORIFEO: parece que el día de hoy a JASON los dioses mucho mal merecido le han querido causar. Pobre, qué compasión sentimos por su suerte, Tu, la hija de CREONTE que a las puertas del hades te llevó como víctima tu boda con JASON.
MEDEA-. Decidido tengo el matar al punto a mis hijos y luego marcharme de esta tierra sin demoras que puedan ponerles en las manos asesinas de aquellos que me odian. Es forzoso que sin remedio mueran.; y puesto que es preciso, yo seré quien les mate, la que la vida les di. Eah corazón ármate, ¿por qué vacilo ahora ante este hecho terrible, más también necesario?
¡Vamos, infeliz mano mía, toma la espada, tómala, a la barrera ve tras la cual está la vida dolorosa! No te ablandes ni pienses que les amabas mucho, que les pariste; al menos en este breve día de ellos olvídate;
Luego podrás llorar; que, aunque les sacrifiques, les querías; en fin, soy una desdichada”
EURÍPIDES (431 ac) [47]
¿Qué tiene que ver el ser mujer con el tener -o padecer-una enfermedad mental y con que ésta haya determinado que no se comprendiera la ilicitud de cortar a cuchillo las gargantas de sus hijos? ¿cuál es la relación entre el pasado de una mujer y madre con un padecimiento mental y con un filicidio? ¿cómo funcionaría esa triada incomprensible entre ser mujer, enferma mental y asesina no responsable de sus hijos?
¿Sabía Medea lo que hacía? ¿O no era consciente, al modo de Sócrates, pues a pesar de tener una inteligencia práctica no equilibró las fuerzas desatadas entre las ganas de venganza y el dolor eterno por la muerte de sus hijos? ¿al final, podríamos decir, no era sabia, pues de haberlo sido habría sabido que un placer instantáneo como la venganza no debe imponerse a un dolor permanente, como la muerte de los hijos?
¿Finalmente, podría alegarse, con Ma. Del Herran Zamora, que Medea estaba consciente de sus actos, pero seguía por fuera del marco de la sabiduría socrática, pues Si hubiera sido sabia, a sus hijos no habría asesinado?
¿Actuó Medea, entonces, a consciencia? Si, puesto que ser consciente es diferente a ser sabio. Y Ser inteligente, tampoco es igual a tener sabiduría.
Nadie sabe en verdad sí existe algo que se llame la “enfermedad mental”. No solo es una expresión de la medicalización del derecho, o psiquiatrización exacerbada – algo que de por sí nos produce inmensos resquemores por el efecto sobre las relaciones de poder y de control- sino que también es una manera irregular de interpretar ilimitadamente los contornos fácticos (probatorios) de la responsabilidad penal.
Es decir, en nuestra opinión, las sentencias de inimputabilidad, permiten que lo macabro de los hechos permeen a través de una categoría difusa del delito y confunden, como suele suceder y ha sucedido en todas las latitudes, porque es usual que se piense que, a mayor cantidad de sangre, mayor la locura del criminal. A más litros de sangre, más cerca de cruzar hacia la inimputabilidad, y ello lo demuestra la propia condición política del instituto de la inimputabilidad. No toda mujer, ni siquiera alguna en especial, por ser víctima de la sociedad, el Estado o la familia puede -por necesidad- ser considerada enferma mental, y mucho menos, verse en esa vida sufrida la causa de una afectación en la comprensión de la realidad o el control de los impulsos. Nadie ha podido en la historia de las ciencias y las pseudociencias -como la psiquiatría- llegar a tales conclusiones. Tender un vínculo entre la condición de ser mujer, la enfermedad mental y el enfoque de género como instituto de protección y garantías de los derechos de las mujeres es un imposible.
No existe tal puente entre ser mujer, loca, filicida e inimputable. La relación esencial sería entre enfermedad y crimen, que es una relación construida desde la psiquiatría y que comprende a los seres humanos en general: no discrimina entre hombres y mujeres. A más, como lo seguimos sosteniendo, la relación enfermedad y crimen es una relación positivista y biologicista que somatiza la vida humana. Ser mujer no tiene significancia al momento de la atribución de responsabilidad, y no tendría por qué tenerla al ser la inimputabilidad un instituto dogmático disputado y peligroso para la dignidad humana por discutir la libertad con elementos eminentemente cientificistas, por más que se la quiera ver insistentemente como exclusivamente jurídica.
Extender la condición de inimputable, o generar en exceso causas para excluir la capacidad de culpabilidad, terminan o acaban -paradójicamente- con la libertad como presupuesto político indispensable para la vida en sociedad. Transformar a todos los locos en enfermos, o a todos los criminales en locos enfermos, es una tendencia que busca evadir la realidad mundana: la nosología (clasificación de las enfermedades) cualquiera que ésta sea, no oculta ni elimina la maldad. Eso es optimismo socrático, como acusa Nietzsche.
Bibliografía
- RICARDO D. RAVINOVICH BERKMAN, ¿Cómo se hicieron los derechos humanos? Un viaje por la historia de los principales derechos de las personas. Volumen I, Los derechos existenciales.
- EURÍPIDES, tragedias, estudio de JUAN TOBIAS NAPOLI, EDICIONES COLIHUE, PRIMERA EDICIÓN, ARGENTINA.
- MARÍA DEL HENAR ZAMORA ZALAMANCA, Medea y la reflexión ética de la filosofía griega. Imprensa da Universidade de Coimbra; Universidad de Valladolid.
- ANDREW SCULL, Locura y civilización, editorial fondo de cultura económica, México, 2019.
- EDITH HAMILTON, El Camino de los griegos. Turner, fondo de Cultura económica, 2002, España.
- FRIEDRICH NIETZSCHE, el nacimiento de la tragedia. Biblioteca Nietzsche, TECNOS, reimpresión 2018
- JACQUELINE DE ROMILLY, La tragedia Griega, Gredos, 2019, España.
- SZASZ, la fabricación de la locura, estudio comparativo de la Inquisición y el movimiento en defensa de la salud mental. Editorial KAIROS, Numancia, Barcelona
- https://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=5232
[1] La primera versión sobre MEDEA está en Teogonía de Hesíodo, hermana de Circe. En Homero, que no menciona a Medea, si se habla en la Odisea de Circe, aquella que sometió a Ulises. Alguna versión (genealogía de Diodoro de Sicilia) la hace hija de Hécate la gran diosa de la magia, la noche, conocimientos de hierbas, fantasmas, venenos. También se halla en Píndaro alguna otra versión, cada una ajustando hechos sobre la muerte de los hijos (por sus enemigos)
[2] Los personajes de Eurípides son descriptos desde su interior, tal vez por su influencia sofista.
[3] “su vinculación con la sofística parece evidente, sobre todo por la forma en que se desarrollan las argumentaciones por parte de muchos de sus personajes, pero nunca estuvo adscrito a ninguna escuela particular. Seguido de muchas de las ideas de Protágoras, de Pródico y de Anaxágoras, participó del racionalismo sofístico y de su afán por discutir acerca de todos los temas, pero su obra no se ajusta a ningún sistema filosófico, sino que, antes bien, muestra una lucha incesante, una búsqueda apasionada, que lo hace parecer siempre contradictorio, y no obstante, siempre teatral (…)” EURÍPIDES, tragedias, estudio de JUAN TOBIAS NAPOLI, EDICIONES COLIHUE, PRIMERA EDICIÓN, ARGENTINA, pág. XVI.
[4] El documento más antiguo que se conserva sobre Eurípides es Vida de Eurípides de Sátiro en el siglo II ac. Encontrado en 1911 en Egipto. Nace aproximadamente en el año 480 o 484. Cincuenta años de producción nos dicen las fuentes. Muere en el 406 según se dice: “se ha afirmado, por un lado, que fue despedazado por un grupo de mujeres enloquecidas, que reconocieron en él al poeta que tanto las había desacreditado; o, por el otro, se dice que el despedazamiento fue producido por un grupo de perros pertenecientes a Arquelao, su huésped macedonio”. EURÍPIDES, tragedias, ob. Cit, estudio de JUAN TOBÍAS NAPOLI. Pág. XIV.
[5] Originario de Yolco en Tesalia.
[6] Jason y los argonautas se habían embarcado hacia la Cólquide para recuperar el Vellocino de Oro. Tarea en la que fue relevante MEDEA.
[7] “a partir de este momento todos los autores que se refieran al tema de Medea harán referencia a la madre que mató a sus hijos, como paradigma de que el deseo de venganza es más fuerte que el amor maternal. Ello será así aun cuando en el desarrollo completo del mito de Medea este asesinato de los niños haya constituido un elemento inexistente, o en le mejor de los casos, secundario”. Eurípides, Tragedias, introducción, JUAN TOBÍAS NAPOLI, ob. Cit. Pág. LXV
[8] “De entre las grandes figuras femeninas de la mitología griega en que se inspira la tragedia, una de las que destacan por su finísima elaboración psicológica, que hace de ella un modelo intemporal descriptivo del complejo y contradictorio mundo de los pensamientos y sentimientos humanos, así como de las acciones que, en consecuencia, se producen, es la Medea de Eurípides” MARÍA DEL HENAR ZAMORA ZALAMANCA, Medea y la reflexión ética de la filosofía griega. Imprensa da Universidade de Coimbra; Universidad de Valladolid Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial URL persistente: URI:http://hdl.handle.net/10316.2/32298. Coimbra university press.
[9] Cólquide en el extremo oriental del mar Negro, vecino al Cáucaso, actual Georgia.
[10] “a juzgar por la abundancia de fuentes literarias, entre los antiguos griegos la idea del origen divino del sufrimiento mental humano también tenía una aceptación amplia. Sus dioses nunca se mostraron adversos a inmiscuirse en los asuntos humanos y las causas religiosas de las enfermedades mentales eran una parte destacada de la cultura clásica (…) el vínculo entre la locura y las intrigas de los dioses era, asimismo, un elemento esencial del teatro y la poesía griegos, tanto que milenios después, Sigmund Freud recurriría a los mitos griegos para nombrar el trauma psicológico que, según aseveraba, marcaba de modo indeleble a toda la raza humana: el complejo de Edipo (…) ANDREW SCULL, Locura y civilización, editorial fondo de cultura económica, México, 2019, pág. 28.
[11] Amor extremo por la madre. También está el de Electra que por el padre.
[12] Se habla del complejo de CRESO también que es la patología de creerse superior por el dinero. ¿De esto padecen muchos en Colombia desde la narco cultura?
[13] Miedo a ser superados por otros.
[14] Querer hacer daño a los hijos. Lo padecen hombres y mujeres dicen los psiquiatras y psicólogos.
[15] Estrés crónico.
[16] El miedo a que lo desplacen del poder.
[17] Extrema negligencia personal en ancianos. Es decir, el anciano que se deja andrajoso y pordiosero.
[18] La espera como constante existencial.
[19] Infidelidad vengativa de la mujer.
[20] Dionisio, dios de los excesos, la embriaguez, lo instintivo.
[21] “Eurípides, es más que apropiado, porque “ese espíritu de amor compasivo llevó a Eurípides a ver en el corazón humano mucho más hondamente que a sus dos grandes predecesores. Ni Esquilo ni Sófocles, en realidad, nadie más que él pudo trazar el cuadro de profundo dolor tan absolutamente humano con que termina Las Troyanas (…)” EDITH HAMILTON, El Camino de los griegos. Turner, fondo de Cultura económica, 2002, España, pág. 258.
[22] “Basta con tener presentes las consecuencias de los principios socráticos: “la virtud es el saber; se peca sólo por ignorancia; el virtuoso es el feliz”: en estas tres formas fundamentales del optimismo de halla la muerte de la tragedia”. FRIEDRICH NIETZSCHE, el nacimiento de la tragedia. Biblioteca Nietzsche, TECNOS, reimpresión 2018, pág. 123.
[23] Cita de NIETZSCHE de TOBÍAS NAPOLI, pág. xx.
[24] “Eurípides sabe perfectamente lo que hay que entender por esto. Y la propia Medea lo sabe. Se trata de los crímenes que voy a realizar, dice Medea, a punto de matar a sus hijos, “pero mi pasión es más poderosa que mis reflexiones y ella es la mayor causante de males para los mortales”. JACQUELINE DE ROMILLY, La tragedia Griega, Gredos, 2019, España, pág. 125.
[25] “el hecho de que en su tendencia Sócrates tiene una estrecha relación con Eurípides no se le escapó a la antigüedad de su tiempo; y la expresión más elocuente de ese afortunado olfato es aquella leyenda que circulaba por Atenas, según la cual Sócrates solía ayudar a Eurípides a escribir sus obras. Ambos nombres eran citados a dúo por los partidarios de la “buena época antigua” (…) pero lo más famoso es la cercana situación nombres en la sentencia del oráculo délfico que designa a Sócrates como el más sabio de los humanos, pero al mismo tiempo emitió el juicio de que a Eurípides le correspondía el segundo premio en el certamen de la sabiduría”. FRIEDRICH NIETZSCHE, El nacimiento de la tragedia, ob. Cit, págs. 116 y 117.
[26] Ibidem, pág. 123.
[27] Lo onírico (Apolo) contrapuesto a la embriaguez (Dionisio).
[28] “el dios de la bella apariencia ha de ser al mismo tiempo el dios del conocimiento verdadero. Pero aquella delicada frontera que a la imagen onírica no es lícito sobrepasar para no producir efectos patológicos, pues entonces la apariencia no solo causa ilusiones engañosas, sino imposturas fraudulentas, no es lícito que falte tampoco en el ser de Apolo: esa mesurada limitación, ese estar libre de las agitaciones más salvajes, esa sabiduría y sosiego del dios escultor. Su ojo ha de ser solar y sosegado: aun cuando esté enojado y mire de mal humor, la solemnidad de la bella apariencia lo recubre. El arte dionisiaco, por el contrario, descansa en el juego con la embriaguez, con el éxtasis. Dos poderes sobre todo son los que elevan al ingenuo ser humano natural hasta el auto olvido de la embriaguez, el impulso de la primavera y la bebida narcótica. Sus efectos están simbolizados en la figura de Dionisio”. NIETZSCHE, el nacimiento de la tragedia, Ob. Cit. Pág. 230-231-
[30] En la venganza de JASON contra Pelias (hijo de Tiro y de Poseidón, hermano de Neleo, hermanastro de Esón, padre de Jason), MEDEA había engañado a las hijas de Pélias (pelíades) prometiéndoles que rejuvenecería al padre si lo mataban y descuartizaban como había hecho la maga con un macho cabrío ya viejo. Las jóvenes procedieron a descuartizarlo y hervirlo en hierbas, pero obvio, jamás renació.
[31] Creonte, rey de Corinto, ciudad que la había acogido siendo Bárbara, la expulsó por miedo a su inmensa poder e inteligencia. Tomada la decisión y comunicada a MEDEA, su persuasión y ocultamiento de su basto sufrimiento, le valió un día de gracia en el que pudo ejecutar su venganza contra la novia CREUSE (o Glause), el propio Rey y su esposo Jason. “has nacido sabia, e instruida en muchos males, y te afliges, privada del lecho de tu esposo. Y escucho que amenazas, según me lo anuncian, que le harás algo al que le dio una hija, y al que la desposó, y a la que fue desposada. Antes de padecer todo ello trataré de protegerme (…)” versos 280, Medea, Eurípides, Tragedias, pág. 96.
[32] “No existe mujer griega que alguna vez se hubiera atrevido a tanto. En lugar de a una de ellas, yo preferí desposarte a ti, mi preocupación odiosa y funesta: leona, no mujer, que tienes una naturaleza más salvaje que la tirrena Escila”. Versos 1330, Eurípides, Tragedias, Ob. Cit, pág. 155.
[33] “JASON. Consideraste digno matarlos por un lecho.
Medea. ¿crees que esto es un dolor pequeño para una mujer”. EXODO. Eurípides, Medea, Tragedias, ob. Cit. Pág. 156.
[34] “MEDEA. Conocen los dioses quién dio comienzo a su desgracia”.
“JASON. Conocen ciertamente tu mente despreciable”. Verso 1370, ob. Cit, pág. 156.
[35] Medea, tiene la misma raíz de Médico y meditar.
[36] “Se trata, sin duda, de una espléndida reproducción de lo que es un verdadero y profundo diálogo interior humano. En él convergen esas dos polaridades del carácter de Medea que a lo largo de la obra se han ido mostrando: el personaje frío y calculador, sin escrúpulos, en sus venganzas (no sólo la del actual relato, sino las de sus «antecedentes penales» de asesina de su hermano y del tío de Jason), cuyos resentimientos parecen ser su impulso vital, y, por otro lado, la persona vulnerable y humana que en ocasiones ha mostrado una lúcida sensatez en sus pensamientos y que ha conmovido al espectador con sus reflexiones y denuncias legítimas” Zamora Salamanca, M.ª del Henar Publicado por: Imprensa da Universidade de Coimbra; Universidad de Valladolid Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial URL persistente: URI:http://hdl.handle.net/10316.2/32298
[37] No es impropio habla de la esclavitud femenina. Recuérdese a Jhon Stuart Mill y su “servidumbre femenina”.
[38] RICARDO D. RABINOVICH -BERKMAN ¿cómo se hicieron los derechos humanos? Un viaje por la historia de los principales derechos de las personas. Volumen I. Los derechos existenciales. Ediciones Didot. PRIMERA EDICIÓN, 2013, Pág. 251.
[39] Versos 230, Medea, Eurípides, Tragedias, Ob. Cit. Pág. 94.
[40] Versos 240. Ibidem, pág. 95.
[41] Recurso del teatro griego antiguo que literalmente significa Dios baja de la máquina, y que se usaba para salvar, rompiendo el hilo de la narrativa, para salvar en última instancia a la heroína. Las situaciones difíciles, y sin salida, eran resueltas en el teatro de Eurípides con este recurso; un dios que desciende en una grúa para salvar al emproblemado.
[42] “el héroe se había convertido en un gladiador, al que, después de estar eficientemente maltratado y cubierto de heridas, en ocasiones se le regalaba la libertad. El deus ex machina ha pasado a ocupar el puesto de consuelo metafísico”. NIETZSCHE, el nacimiento de la tragedia, Ob. Cit. Pág. 143.
[43] Versos 1310, Eurípides, Tragedias, ob. Cit, pág. 154.
[44] “Efectivamente, san diversos los pasajes de la obra de Platón en que podemos encontrar ese «optimismo» ético (peyorativamente calificado así por la tradición, como ya hemos comentado). En Leyes 731a leemos, con una especial rotundidad en la negación por parte del que está hablando (en este caso no Sócrates sino un ateniense que bien podría se Platón mismo… («Respecto a los vicios sanables de cuantos son injustos, conviene saber en primer lugar que ningún injusto lo es voluntariamente, pues nadie jamás caería de ningún modo en ninguno de los grandes males de forma voluntaria)”. MEDEA Y LA REFLEXIÓN ETICA DE LA FILOSOFÍA GRIEGA, Ma. Del HENAR ZAMORA, Ob.cIt, pág. 109.
[45] En el mundo anglosajón la insanity defense es restringida y en pocos casos tiene vocación de prosperidad. Acá nos basta con los certificados médicos.
[46] Ob. Cit, pág. 107.